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El otro concierto

Publicado el 07 enero 2014 por Jcbarona

Lo de que alguien te espere al terminar la función lo veo cada vez menos, tampoco es que me de yo mucha prisa en salir. Dependerá del tipo de espectáculo y del público. He observado que los niños tienden más a pedir autógrafos que los adultos, animados por los padres será, ¿cómo se les va a ocurrir a ellos solos? En todo caso los nenes son vírgenes e impresionables; el primero al que vean hacer una cosa les parecerá el mejor o el adecuado sin más. Les falta el elemento comparativo, en parte es estupendo. Disfrutan de la actuación en sí (o en si bemol).

Sin embargo en muchas ocasiones el encuentro personal con el público se hace inevitable cuando hay una recepción posterior en el foyer del teatro, en una embajada o donde sea. Ahí el comportamiento de la gente es digno de mención casi siempre, comienza un segundo concierto pero con los papeles cambiados.


El otro concierto

Como cuando el respetable cambia los títulos y los géneros de lo que cantas, confunde tenores con sopranos o alaba a un compañero en particular en presencia de los otros, de todo hay.

Yo prefiero comentaros lo que me ocurrió el otro día muy lejos de aquí, en Santiago de Chile. Recibidos en la Embajada acerté a pasar, persiguiendo una copa de vino seguramente, entre un grupo de españoles. — Contigo quería yo hablar, dijo uno muy valiente. Por qué sonríes tanto; al salir, al cantar, al abandonar el escenario…, cómo lo consigues.— ¿Tanto sonrío? — Desde luego, me ha llamado la atención de tal forma que me he dicho “se lo tengo que preguntar”. En ese momento me pareció que en los conciertos sonrío por defecto, este lo era de Opera; arias, duettos, tercettos, números de conjunto… es algo natural en mí. Y aventuré esta explicación:

— Sonrío porque es mejor que lo contrario, porque me gusta cantar; una actividad humana y divertida, debe serlo (o parecerlo por lo menos, ¡caramba!), porque quiero disponer al auditorio a favor de lo que va a escuchar, porque tengo una sonrisa encantadora, porque estoy, estamos vivos y presenciando un acto muy burgués (mientras no se demuestre lo contrario), lo que indica que no somos de los peor parados en este mundo tan mal repartido… porque la sonrisa es la mejor opción a falta de otras y enmascara divinamente el terror que uno experimenta a la hora de cantar algunas cosas.

Pero gracias por preguntar, por orientarme. El público es lo más parecido a un espejo. En este joven vi reflejada yo mi actitud, mi sonrisa refrendada y reafirmada. De cuántos otros no llamaría también la atención con mis maneras, mi gestualidad, mi voz… sin llegar a saberlo. Habrá que deducirlo del aplauso. Pero no es posible, porque, igual que el canto, puede llegar a ser tan mimético y vacío.No imagino nada mas ridículo que un cantante cantando por cantar y un público aplaudiendo por aplaudir y sin embargo ocurre a todas horas. Si se supiera de antemano podrían cobrar y pagar ambos la mitad sin necesidad de moverse de casa. Pero supongo que en algo habría que emplear el tiempo, ¿no?

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