Revista España
Si nos preguntan qué obras de "el Griego" podemos ver en la catedral de Toledo, y más en este año tan significativo del cuarto centenario de la muerte del gran Domenico Theotocópuli, sin duda pensaremos en el Expolio y los cuadros del Apostolado que lucen con todo esplendor en la sacristía del templo primado. Pero lo que, probablemente, muy pocos saben es que otra valiosa obra, no tan conocida ni venerada como las del célebre pintor cretense, pero por la que pasean su mirada de manera fugaz cada día cientos de visitantes que acuden a la catedral, ocupa un espacio privilegiado del templo y fue debida al buen hacer de un escultor conocido también por el apodo de "el Griego", aunque fuera español y de Salamanca. La obra a la que nos referimos es un relieve en marmol de Carrara que preside el retablo principal de la capilla de San Ildefonso, situada justo enfrente del famoso Transparente y aunque, como decimos, son muchos los que cada día la ven, nadie apenas se detiene en su contemplación, en parte por la distancia a la que es obligado verla, por hallarse las verjas de la capilla normalmente cerradas, pero también porque en el conjunto de obras artísticas que la rodean, no llama especialmente la atención. Y, sin embargo, se trata de una de las piezas escultóricas más hermosas del siglo XVIII español, trabajada con exquisito gusto y elegancia, que representa el tan repetido tema de la descensión de la Virgen para imponer la casulla a san Ildefonso. Su autor: Manuel Francisco Álvarez de la Peña, que nació en 1727 y falleció en Madrid en 1797, fue miembro de la primera generación de escultores que se formaron en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y estudió también en Roma, donde le dieron el apodo de "el Griego" por su técnica clásica. Entre sus obras más conocidas se encuentran las esculturas de las cuatro estaciones que rodean la fuente de Apolo, en el madrileño paseo del Prado.La ejecución de la obra en la capilla de San Ildefonso, realizada dentro del proyecto integral del retablo, dirigido por Ventura Rodríguez, fue larga y trabajosa. Manuel Álvarez la comenzó en su taller de Madrid pero finalmente decidió trasladarse a Toledo a donde fueron traidos los materiales en seis carretas que tardaron once días en llegar desde la capital de España. El escultor permaneció en nuestra ciudad dos años trabajando en esta obra.Sobre un fondo que representa la catedral toledana, la composición de las figuras sigue la tradicional diagonal barroca que va desde la cabeza de la Virgen hasta los pies del santo. La Virgen extiende la casulla ayudada por un ángel, trazado en un impresionante escorzo. En la parte superior, un conjunto de ángeles cantan y tocan distintos instrumentos, mientras otro más, en la esquina inferior derecha, abre un libro bajo el que aparece la firma del escultor; "Manuel Francisco Alvarez, Salmantino. Año 1783"