Las Übermütter del lugar son, para mí, fuente inagotable de inspiración, asombro y, ahora que la experiencia es un grado (a.k.a. cada día me resbala más lo que me digan), de diversión.
Lo reconozco: En el fondo me encanta que sean como son.
Cuando se habla de choque cultural, muchas veces nos olvidamos que siempre es cosa de 2 y que, esas peculiaridades que nos parecen increíbles, a los teutones les resulta de lo más normal y viceversa.
Habrá algunos que pasen olímpicamente de si mis hijos comen o no naranjas, otros a los que les haga gracia que les peine y ponga colonia y algunos que se lleven las manos a la cabeza porque no lleven gorro orejero a 15º en verano.
Supongo que para algunas Übermütter yo soy (modestia aparte, por supuesto) fuente inagotable de asombro, diversión y, por qué no (que estamos en SU país y desprecio SUS verdades absolutas), de indignación total.
Carnaza conmigo tienen de sobra y no me extrañaría nada que se lamentasen de la mala vida que les doy a mis hijos.
Ese pobre bebé, que no está recibiendo la colorterapia adecuada y cuya piel corre el serio peligro de… ¿estar limpia?
Ese pobre bebé-niño, obligado a andar por la calle, a sentarse para comer, forzado a jugar al aire libre en vez de quedarse calentito en casa delante de la tele. Le saldrá hiperactivo con esas canciones que le canta, seguro (que en comparación con los cantos gregorianos infantiles que por aquí se estilan, les deben de sonar a Punk Metal). Apuesto lo que quieras a que se ríe tanto porque tiene alguna conmoción cerebral ¿o no has visto la cantidad de chichones que tiene el pobre? (¡y yo qué culpa tendré de que el niño vaya a aprender a decir antes Gerónimoooooooo que mamá!).
Al mayor ya se le puede dar por perdido, hablando en esa lengua extraña (suena como a latín ¿no? ¡como la niña del exorcista!), bebiendo sólo agua y viviendo en la ignorancia de quiénes son los Power Ranger.
Ya lo sé. Pobrecillos.
El problema de la carnaza es cuando hasta yo les daría la razón para pensar mal y es que, hablando en una lengua extraña con los niños, al final a ellos les llega la mitad del mensaje, haciendo que explicarse quede todavía peor.
La semana pasada fue movida: el lunes vino el deshollinador, el martes el propietario a mirar el contador del agua, el jueves un técnico (a salvar la lavadora). Y ayer en la panadería (radiopatio del mierdapueblo) yo tenía prisa porque iba a venir el cristalero:
- Niño, suelta ese bretzel y date prisa que va a venir el señor de las ventanas.
- Tschüss! Ich muss gehen. Gleich kommt ein Mann nach Hause (niño a la panadera: ¡Adiós! Me tengo que ir. Ahora va a venir un hombre a casa).
- Dein Papa schon Feierabend? (panadera: ¿tu papá ya termina de trabajar?)
- Nein, mein Papa kommt erst, wenn es dunkel ist. Wenn mein Papa beim arbeiten ist, dann kommen Männer nach Hause. (No, mi papá viene cuando está oscuro. Cuando mi papá está trabajado, vienen hombres a casa).
La cara de la panadera fue un poema (y la mía). Más que carnaza, le había puesto un solomillo en bandeja…