Rescatando un cult classic del estimulante fantaterror norteamericano de los 70 para Ultramundo. En esta ocasión Let’s scare Jessica to death, una sugestiva muestra de usos y costumbres de eso tan seductor y representativo de una tradición artístico-literaria llamado el Gótico Americano:
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*(…) Todo este hummus terminó germinando en la refundacional La noche de los muertos vivientes (George A. Romero,1968) película a partir de la cual se impuso un paradigma nuevo, de feísmo estético, aparente improvisación interpretativa y rugosas texturas vérité, potenciado todo por el ya aludido rigor presupuestario que animó, por esa parte, a que multitud de independientes se lanzasen a crear una verdadera escena de horror americano b (la cual, y por diferentes vías, algunas compartidas también se desarrolló en Canadá o Australia, países sin tradición cinematográfica propia hasta prácticamente los 70).

Aparte de producir nuevos iconos del horror contemporáneo como La Matanza de Texas o explorar las más viscosas esquinas de la degeneración, como La última casa a la izquierda desde donde se arribó al slasher más encallecido según se terminaba la década, el Gótico Americano (que se extendió también al cine de mayor gala, como la archimagistral El seductor de Don Siegel e Eastwood, un terrible, e hipersexualizado, cuento sureño entre Ambrose Bierce y Poe, o la esteticista pero perturbadora El Otrode Robert Mulligan, incidiendo en la ambientación rural y con protagonismo infantil) también presentó su propia versión de algunos clásicos del horror, desde la demonología de The Brothehood of Satan (Bernard McEveety, 1971) o La lluvia del diablo (Robert Fuest, 1975) a la nigromancia en Simon, el rey de los brujos (Bruce Kessler, 1971), pasando por el universo Lovecraft en The Dunwich Horror (Daniel Haller, 1970), los caserones y sus secretos como los de al extraña Un reflejo de miedo (William A Fraker, 1971) y por supuesto fantasmas y
vampiros, incluso de impronta atemporal como el Conde Yorga, protagonista del díptico Count Yorga y El retorno del Conde Yorga, ambas dirigidas por Bob Kelljan entre 1970 y 1971. (…)continuar

(…) Un traumfilm, una película esotérica, de sugestiva ambigüedad que juega con inteligencia al contrate entre la contemporánea aspereza estética de su estilo espontaneista y el clasicismo íntimo de su historia de fantasmas y revenants (…)continuar
(…) Esta idea del río, del agua, aparte de extender el tono mitológico que otros elementos apuntan (es un viejo barquero el que cruza al trío de urbanitas al “otro lado”) presenta la poco tratada posibilidad de unas simbologías compartidas con una tradición tan divergente como el horror japonés: la presencia del agua como advertencia del mal, el estancamiento como metáfora de culpas y/o violencias, también como territorio propicio para espectros y venganzas.
Aquí tenemos el agua, calma, siniestra, que deja a la heroína suspendida en su propia mente y que también es lugar para la definitiva revelación de la naturaleza del mal. En un lago tiene lugar la tragedia de Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980), otro lago será escenario de renacimiento y venganza en I spit on your grave (Meir Zarchi, 1978), un pantano es escenario de un recordado sketch de Creepshow 2 (Michael Gornick, 1987). Pero también en el fondo de un río termina Shelley Winters en La noche del cazador y un estanque hay cerca del motel Bates. Caso aparte es Clint Eastwood, que usa un lago tétrico en el imposible paisaje desértico del fantawestern Infierno de cobardes e incluso en la culminación del enfrentamiento entre Harry y Scorpio en Harry el sucio (desde aquí el agua, en diferentes formas, será protagonista en los cierres de toda la saga) al píe de un sucio río. Eastwood volverá sobre el agua con frecuencia, encontrándose esta en muchas de sus películas como director o divo, y siempre en momentos clave, algo demasiado atractivo como para tomarlo por casual.
En cualquier caso esto es un apunte, una posibilidad, como mucho una especulación.


