Revista Cultura y Ocio
"Madrid, un día cualquiera, de esos en que ocurren las cosas trascendentes, las verdaderamente importantes. Hospital de la Moncloa. Segunda planta, al fondo, consulta de neurología. Luz blanca de halógenos. Mateo Cué y su padre, Ángel, escuchaban atentos las explicaciones del médico. Semblante serio, contenido. Los silencios resultaban largos y violentos. —Me temo que no tengo buenas noticias — les dijo el neurólogo abriendo el dosier que contenía un exhaustivo estudio médico y el informe definitivo".
Conocí a Caunedo con El deseo de los accidentes y algo en su forma de escribir se me quedó lo suficiente como para llevar días esperando poder leer su última novela. Hoy traigo a mi estantería virtual, El otro yo.
Conocemos a Ángel Cué, un famoso escritor de esos que son además caballeros, un tanto anticuados si uno quiere, pero cuya fama y buen hacer han provocado que su nombre y su aspecto sea reconocido incluso por quienes no leen. Y ahora, con una novela recién publicada, le diagnostican de alzheimer precoz. El hombre decide no ser un espectáculo, guardar su imagen sin que nadie vea como se pierde dentro del laberinto en el que va a convertirse su cerebro, y le pide a su hijos dos favores: el primero, que le ayude a prepararlo todo para retirarse a una casa en el campo y le guarde el secreto de su retiro y ubicación; el segundo, tras entregarle un pendrive con 4 manuscritos cuya existencia no conoce nadie, le pide que los envíe en su nombre cada dos a tres años a su editor para asegurarse de que se publica toda su obra y de que su imagen pervive. Y Mateo accede, ¿cómo no hacerlo? Es su padre, su madre ha muerto ya y él lo adora. Pasan los años y Mateo gana el Premio Óvalo con su primera novela, que es en realidad el primero de los manuscritos de su padre que ha sacado del pen-drive. Y poco después es nombrado ministro y se encuentra con un puesto a cuya altura necesita estar y con un secreto que le oprime y que debe de evitar a toda costa que descubran. Y entonces en la primera presentación del libro, aparece una mujer que le pregunta si su padre ha leído el libro.
El otro yo trata de la persona que proyectamos que somos y también de la que otros nos proyectan. Caunedo se adentra en la línea borrosa que separa ambas personalidades y en cómo una se va tragando a otra mientras luchamos por sobrevivir boqueando como peces y acabamos llenos de secretos. Y para ello, con una prosa que, una vez más, me ha arrastrado provocando que me fije en ella con placer, ha creado a Mateo: el hombre sin escrúpulos capaz de engañar al mundo, a su padre enfermo, su esposa e incluso de engañarse a sí mismo. Porque cuanto más grande es la mentira, más nos engañamos a nosotros mismos creyendo que podemos salir ilesos de ella. Y coloca a este impostor con traje y corbata en un mundo lleno de representacines teatrales que dicen que son personas cuyas fachadas se resquebrajan amenazando con hundir la suya sin remedio. Entonces, lejos de juzgar a Mateo, deja que sea el lector quien lo haga según sus actos, le dota de la conciencia justa como para representar el temor a ser descubierto en lugar de la pena por el daño que puede estar causando, y le permite enredarse y revolcarse en un patético espectáculo de hombre, marido e hijo que ni busca ni quiere el perdón como para plantearse la redención.Caunedo se expresa con frases medidas, a veces poéticas, que han dejado imágenes nítidas en mi retina de la decrepitud de la enfermedad y la fragilidad de la vida de un anciano que mira al horizonte con la mirada perdida incapaz de reaccionar siquiera a las sombras de su pasado. Momentos que combina la más terrorífica de las atmósferas: la de los monstruos como yo. Y es que si algo me asusta no es el monstruo de dos cabezas o el dragón de Maléfica, no. A mi quienes me dan miedo son los monstruos que disfrazados de personas cotidianas se pasean por las calles, entran al cine, enseñan a estudiantes y tal vez, en el peor de los casos, compartan mesa conmigo en algún momento de mi vida. Para ello utiliza escenas desprovistas de tensión convirtiéndolas en algo banal hasta que el lector se para un momento a valorar lo que le están contando y entonces comienza a preguntarse si Dios, ese que crea la historia y la transcribe palabra tras palabra, va a consentir que se salgan con la suya. No os voy a contar por supuesto si al final de la novela Mateo lo logra, si le pillan o si de algún modo se redime. Solo os diré que el primer engaño, la novela, solo es el pistoletazo de salida de una historia marcada por la literatura tanto como por la enfermedad, la fidelidad, el asesinato y los ciclos de la vida. Pondría más pero es que disfruté tanto de la resolución que eligió el autor que me niego a dejar pista alguna que os prive el placer de descubrirlo. A fin de cuentas leer es disfrutar.
El otro yo me ha parecido una novela muy entretenida y con un toque perturbador que se va colando poco a poco bajo la piel. Seguiré la pista de sus letras.
Y vosotros, ¿sois de seguir la trayectoria de escritores que os gustan en vuestro primer contacto o tardáis más en buscar el nombre y no la obra?
Gracias.