“Combatiremos el déficit para cumplir nuestro compromiso con la UE”. Éste es el primer caballo de batalla del ejecutivo, pero parece que su paquete de medidas - subidas de impuestos (IRPF, IBI), deducción por la compra de vivienda y congelación de salario mínimo- no tendrán el efecto deseado a la luz de los pronósticos presentados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) que prevén un déficit del 6,8% en 2012. La opción tentadora del ejecutivo de escudarse en las reformas pendientes- la laboral y la del sector financiero- no pueden suponer nadas más que un mísero taparrabos reflejo de su desnudez e indefensa ante lo que se nos viene encima.El FMI pronostica una caída del PIB español durante este año del 1,7% y una caída de la zona euro del 0,5% lo que frenará en seco a las exportaciones, el único sector económico que había mejorado sus datos y seguía con la cabeza amueblada.
No obstante, el FMI anima a continuar con los ajustes porque “es necesario para la sostenibilidad de la deuda en el medio plazo”; pero lógicamente la solución no pasa por ahí. Su idea brillante para salir de la crisis es que “se realicen los recortes a un ritmo que respalde el crecimiento adecuado de la producción y el empleo”. Además, durante su comparecencia, el FMI hizo gala de la doble vara de medir y de la ambigüedad de la que presumen todos los Organismos Internacionales para añadir que “un mayor ajuste durante una caída podría agravar más que aliviar las tensiones en los mercados por su impacto negativo sobre el crecimiento”.
No se puede gastar (invertir) dinero público para implementar una economía sin liquidez y que hace aguas por todos lados para generar empleo porque eso dispararía el déficit público; pero tampoco podemos sanear nuestra deuda porque eso añadiría más dolor al dolor. ¿Entonces qué se debe hacer? ¿Nos quiere decir el FMI que la única solución para España es aceptar que la única escapatoria es un rigor mortis motu proprio?
Ante este negro panorama e imposibilidad de respuestas para atajar el problema, desde aquí les recomiendo que conserven hasta lo menos valioso de sus posesiones como el más valioso tesoro. Eso –en lo más insignificante en lo que esté pensando- ayudaba a sobrevivir a los ciudadanos de El País de las últimas cosas (1989, Paul Auster -Premio Príncipe de Asturias de las letras, 2006- ).