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El país imaginado. Eduardo Berti

Por Mientrasleo @MientrasleoS

El país imaginado. Eduardo Berti

     "El nuevo sol alumbraba el primer día del nuevo año. Habíamos pasado la noche sin dormir como teníamos por costumbre en esa fecha, en el danian-ye, y luego del amanecer habíamos consagrado las primeras horas, las horas de las sombras largas, a visitar a los vecinos más queridos para desearles un buen año o, al menos, un año mejor que el que estaba finalizando. En cordial retribución muchos nos regalaron dos bolsas de tela -cada cual con una moneda, una para mi hermano y otra para mí- y todos le desearon lo mismo a mi padre: que la muerte de la abuela traiga paz al seno de la familia y espante toda otra muerte."

     Algo tienen las culturas orientales que hacen que muchos lectores nos sintamos atraídos por ellas. Tal vez sea la mezcla de modernidad y tradiciones ancestrales, o tal vez esa estética que poco a poco nos ha ido resultando familiar, pero lo cierto es que cada vez tienen más éxito los libros ambientados en China, Japón... Si a eso le unimos la bella edición que ha hecho Impedimenta, pocas razones más necesitaba para traerme este título a casa. Tras llevarlo a mi casa, hoy lo traigo a mi estantería virtual. Hoy traigo a mi estantería virtual, El país imaginado.

     Estamos en China a principios del siglo XX, en el seno de una familia media con dos hijos. Ambos saben que su compromiso matrimonial está cerca y nuestra protagonista vive pendiente del día que le anuncien el suyo. Conoce mientras tanto a una joven Xiaomei con la que vivirá una amistad basada en una profunda admiración que llegará a despertar dudas sobre los sentimientos que le profesa.
      En esta novela de poco más de doscientas páginas el autor nos introduce en un mundo que tiene tanto de real como de etéreo. Tal vez por el tono de sus palabras o porque la protagonista apenas está terminando los últimos años de la niñez y eso se trasluce en cada reflexión, pero es difícil no tener la sensación de estar leyendo un cuento de hadas. El argumento sin embargo dista de serlo, y nos habla de tradiciones arraigadas en los pueblos, como los paseos al lago de los ancianos con sus pájaros enjaulados, y de los compromisos nupciales pactados por las familias siguiendo costumbres ancestrales en las que poco o nada importan la opinión de los contrayentes. Todo ello viene salpicado de las reflexiones que vierte su protagonista ya adulta al echar la vista atrás, eso hace que nos anticipemos a los sentimientos que albergaba de niña sin saberlo, a sus preocupaciones y temores y a los distintos cambios que iba sufriendo propios de la rebelión asociada a estas edades. La acompañamos durante su relación con la joven Xiaomei, a la que admira hasta el punto de imitar su aspecto levemente, sufriendo transformaciones que ella cree apenas perceptibles mientras piensa en la forma de pasar más tiempo junto a ella. De manera natural se le ocurre que lo perfecto sería unirla en matrimonio a su hermano. Otra vez la inocencia que no le permite ver con claridad la profundidad de los sentimientos que le profesa. Y así la vamos conociendo poco a poco en el camino a su compromiso matrimonial.
     Junto a esta historia troncal se desarrolla la vida del pueblo, los jardines utilizados para que los jóvenes se conozcan, los lutos, la separación y ascenso en las clases sociales, los ancestros siempre presentes en sus vidas y las figuras paternas en el seno familiar. Asistimos a bodas de muertos, a acuerdos y negociaciones entre familias y libros que se ponen al aire.
     Nos hablan de una China que empieza a modernizarse pero que seguimos viendo anclada en viajas tradiciones, y dejamos volar nuestra mente hacia esas escenas que nos representa con descripciones completas para las que no necesita usar demasiadas palabras. Suelo quejarme en los libros cuyos protagonistas son niños de la falta de credibilidad que me produce encontrarme con reflexiones adultas, y ha tenido el autor especial cuidado en no caer en ese descuadre. Todo encaja a la perfección en el lenguaje utilizado dejándonos avanzar suavemente por un relato que, pese a no tener asesinato o misterio que nos enganche, consigue interesar desde sus primeras páginas. La ternura y la lenta cadencia de situaciones encadenadas hacen que al terminar la obra miremos a las dos jóvenes de la portada buscando las mangas abiertas y los flequillos un poco torcidos. Buscando a nuestras dos amigas. Porque eso es lo que consigue el libro, que nos sentemos con ellas en el lago a mirar flores, que sonriamos ante sus juegos aún infantiles y nos entristezcan sus pequeñas tragedias.
     Justo eso es El país imaginado, un paseo por una historia entrañable que nos deja un buen sabor de boca y un puñado de personajes convertidos en amigos.
     Y vosotros, ¿Ya habéis sucumbido al encanto de las novelas ambientadas en países orientales?
     Gracias

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