Revista Ciencia

El pajareo no tiene edad. O sí: cualquier edad

Por Aver Aves @AverAves
El pajareo no tiene edad. O sí: cualquier edad

Acabamos de salir del cole y ya disparan los dedos para señalar aves, incluida la que adorna el comienzo de la ruta

Javier Rico

El curso pasado hicimos algunos pinitos por el parque de San Isidro y el río Manzanares a su paso por Villaverde con peques de tres a siete años. En este curso los pinitos empiezan a convertirse en “pinos creciditos”. Acabamos de salir con tres primeros y dos segundos de primaria del cole Sagrado Corazón de Getafe y la semana que viene nos esperan seis grupos de primero a tercero de infantil del colegio María Inmaculada de Carabanchel. Que en el primer caso las rutas comenzaran ante la silueta gigantesca de un gorrión común ayudó mucho.

Aves rapaces (milano real), aves zancudas (garza real), aves marinas (gaviotas y carboneros), pájaros carpinteros (pico picapinos y pito real), aves inesperadas, como el piquituerto…  Es difícil no encantar con esta representación de la avifauna a escolares que, por primera vez, acceden a conocer “de verdad” el entorno verde de sus centros. Por muy pequeños que sean, la sorpresa es mayúscula.

Pero la sorpresa se mantiene también con el gorrión común, la urraca, la tórtola turca y el mirlo común. Primero: nadie les había enseñado que, todas las mañanas, sobre la antena o el tejado de su cole se paran a tomar el sol algunas de las especies mencionadas. Segundo: si además las ven al detalle a través de un telescopio, la admiración se multiplica.

El pajareo no tiene edad. O sí: cualquier edad

Pues que no paramos de ver gorriones comunes. Este adorna la fachada de su cole.

En todos los casos, el hermoso mural con el dibujo de un gorrión gigante situado al lado del colegio público Sagrado Corazón de Getafe suponía la antesala perfecta para ambientar esa primeriza admiración. Luego, fuéramos hacia el parque Lorenzo Azofra (con los de primero de primaria) o hacia el parque de La Alhóndiga (con los de segundo), la ruta mantenía el encantamiento con las poses, vuelos, baños e incluso trifulcas de las aves.

Y atención, que la misma admiración y encantamiento operó en las profes y en las madres y los padres que nos acompañaron. Y en las personas que nos veían pasar seguidos de la chavalería, cual flautistas de Hamelín con primáticos y telescopios en lugar de flautas. “¿Pero esas gaviotas que les estáis enseñando que vuelan por el cielo pasan siempre por aquí?“, nos decían. “Todas las mañanas, señora”, contestamos.

El pajareo no tiene edad. O sí: cualquier edad

Andar sigiloso por el parque para dar con tórtolas, lavanderas, mirlos, petirrojos…

Lógicamente, cuando la comitiva infantil llegaba a las zonas verdes señaladas se producía el cénit de la admiración. Cotorras argentinas fabricando sus nidos cual edificios de varias plantas, tórtolas turcas solazándose en lo alto de las estructuras de la zona de juegos infantil, mirlos comunes esquivos y vacilantes ante la persecución silenciosa pero inquieta de los peques, urracas que se pelean por los mejores sitios sobre los pinos… Hasta ese momento, esta algarabía “no existía” para ellos en el parque Lorenzo Azofra.

El pajareo no tiene edad. O sí: cualquier edad

También hay tiempo para el reposo y escuchar maravillosas historias en torno a la aves

La intensidad se disparó igualmente cuando los escolares de segundo pisaron el parque de “los patos”, como le llaman en casa y en el barrio al parque de La Alhóndiga. La comitiva fue recibida por las andanzas de un pico picapinos sobre un álamo blanco y el ir y venir de gorriones molineros, petirrojos y carboneros comunes entre los setos y los pinos.

En este caso el culmen se produjo cuando en el estanque del parque de “los patos” vimos una serie de habitantes alados que obligarían a cambiar el nombre de esta zona verde por el del parque de “los patos, las gaviotas, los cormoranes, las garzas, las lavanderas y las ocas”.

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Repóquer en la caseta del estanque: garza real, cormorán grande, oca doméstica, ánade azulón y pato almizclero

Por supuesto, nadie sabía que en dicho estanque se daba tamaña concentración de especies distintas, lo que obliga a llevar la ruta por los derroteros que sus inquietudes manifiestan: “¿y por qué tiene ese pico y esas patas tan largas la garza? ¿Y por qué hay aquí aves marinas si en Getafe no tenemos mar? ¿Y por qué sabéis que esa es gaviota reidora y la otra sombría? ¿Y por qué se mete el cormorán bajo el agua?

Por qué, por qué, por qué… El clásico inicio de las continuas preguntas que se disparan a estas edades y que a Aver Aves nos suena tan bien a los oídos. ¿Por qué, decís también por ahí? Porque nos permite satisfacer todo tipo de curiosidades en torno a una vecinas que las tienen ahí, pero que no las conocen, y es imprescindible que entablen amistad con ellas.

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