El papel de los consejeros no ejecutivos en los consejos no es nada fácil si quieren que su aportación sea relevante y eficaz. Han de ser capaces de conseguir que los árboles no les tapen el bosque, y para ello han de poder ver más allá de la información que les exponen los consejeros ejecutivos.
Esa información muy raramente es la adecuada sino que tiende a situarse en uno de dos extremos: o es excesiva en su detalle y presentada sin tiempo para su análisis pausado, o es escasa y general. En cualquiera de las dos situaciones, el consejero no se puede hacer una composición de lugar válida que le permita opinar con conocimiento de causa. Y si no puede opinar con criterio, ¿de qué sirve su presencia?
Los consejeros no ejecutivos han de poder exigir a los ejecutivos el respeto a unas reglas de juego básicas. No hacerlo es perder todo su sentido.
Más adelante compartiré con mis lectores lo que yo llamo el DECÁLOGO DEL CONSEJERO NO EJECUTIVO.