La muerte política del gobierno de Mauricio Macri generó un extraño vacío de poder que no reconoce antecedentes. El gobierno zombi ya ha perdido las riendas de la economía y afronta una dudosa subsistencia hasta fin de año, y subyace un descontrol social anárquico que apabulla a una cada vez más desesperada clase trabajadora. Un gobierno casi en fuga, con una crisis provocada para escarmentar a los argentinos opositores que no votaron como pretendía, con los factores de poder económico descontrolados, este clima enrarecido genera un marco propicio para que se ponga en marcha cualquier engendro, sobretodo porque el engendro ya está vivo desde hace tiempo. Aquí les dejo una excelente nota aparecida en "El Cohete a la Luna" que desnuda la violencia empresarial sin control a la que la sociedad es sometida; revelando cómo es el circuido de fuga de divisas, fuga de calidad de vida y fuga de vidas estos tiempos cibernéticos, último dilema del paradigma posthumano que avala las prácticas sociales e ideológicas del neoliberalismo, ese que construye la contemporaneidad virtual en general y en el macrismo en especial.Por Alejandro Jasinski
Ponerle Coto a la violencia
Cómo llega la seguridad privada a matar a golpes a un anciano que robó para comer.

Protesta de trabajadores de Coto en Rosario.
Fue asesinado a golpes por robar mercadería. No deberían necesitarse aditivos contextuales. Si la senilidad, si el hambre, si la crisis, si los chocolates. Importa, en cambio, detenerse en los actores del acto inhumano: una empresa poderosa, un agente de seguridad privada y un empleado de caja. También en la lógica de la violencia empresarial que siempre se descubre pese a todo y en uno de sus mecanismos privilegiados para llevarla adelante: las agencias de seguridad privada.

Complejizando esta última línea de razonamientos, conviene aprovechar la oportunidad para explayarse sobre una de las vías de esta manifiesta violencia de los poderosos.
Nuevo proletariado, miedo y lucro

De aquí se desprende su importante aporte al conocimiento sobre esta actividad: quienes se emplean en estas agencias componen una nueva fracción del proletariado nacional que suma actualmente unos 150.000 trabajadores a la población activa, la mayoría hombres de escaso capital escolar, que provienen de puestos subordinados en el mercado laboral o que se inician directamente en el trabajo en este sector. Se trata de un oficio menos penoso que un trabajo industrial, más seguro, con estabilidad, al que puede acceder una persona sin instrucción, formación profesional ni capital.
Por otro lado, Lorenc Valcarce analiza las características y servicios que ofrecen estas agencias.

La actividad puede definirse en términos genéricos como la práctica social de observar los movimientos de las cosas y las personas, a partir de la presencia de personal especializado o medios técnicos monitoreados a distancia, para la prevención de delitos y daños involuntarios al patrimonio y para el mantenimiento del orden. En términos estrictos, estas agencias ofrecen servicios de control de accesos, custodia de personas y mercancías, seguridad electrónica y transporte de valores, monitoreo y sistemas de alarmas, control de trabajadores y protección de bienes en los establecimientos laborales.
En un debate sobre el sentido del crecimiento de esta actividad, Lorenc Valcarce define a la seguridad privada más como complementaria que como sustitutiva de la seguridad pública. Explica que el capital encontró en las últimas dos décadas del siglo pasado un nicho de rentabilidad vacío y con altos retornos, de hipersecuritización asociada a la formación de una cultura del miedo entre la gente. Antes que socavar la seguridad pública, dice, esta actividad crea territorios sobreasegurados.
El origen espurio

En distintas investigaciones históricas se han puesto de relieve este tipo de violencia del privado poderoso durante la primera mitad del siglo XX. Diego Ceruso en La izquierda en las fábricas, María Ester Rapalo en Patrones y obreros y Nicolás Iñigo Carrera en La otra estrategia, por citar ejemplos conocidos, revelan distintos episodios donde matones pagados por los patrones arremeten contra trabajadores que se organizaban sindical y políticamente antes del surgimiento del peronismo. Por ejemplo, Marcelino Sandoval era un temido y reputado mayordomo que oficiaba de jefe de una guardia privada de La Forestal en la década de 1910, acusada de maltratar y asesinar trabajadores, y que estuvo en primera fila cuando se produjo la masacre a manos de una policía montada provincial financiada por la empresa taninera.


Este general que llegó a ser detenido y procesado por delitos de lesa humanidad antes de fallecer, expresaba en aquel entonces con esta arenga la emergencia de un núcleo de rentabilidad, disciplinamiento laboral y violencia empresarial, que se asociaba fácilmente con agencias de seguridad privadas que actuaban por lógica en aquellos tiempos bajo hipótesis de las doctrinas de seguridad nacional y lucha contrarrevolucionaria vigentes.
Conflicto, lógica y responsabilidad

Al atacar el núcleo del prejuicio sobre el nuevo proletariado de la seguridad privada, Lorenc Valcarce no necesita negar la presencia de militares y policías retirados o exonerados en estas agencias. Lo que parece producirse entre la época originaria y la actualidad es un desplazamiento propio del desarrollo y crecimiento de la actividad. Mientras la masa de vigiladores se compone de sujetos descartados del mercado laboral o que hacen su primera experiencia laboral, en las jerarquías se sigue encontrando el lazo con las fuerzas militares y de seguridad.
Esta división del trabajo, fragmentación y diferencia de extracción social, tiene también su historia. Como en toda actividad bajo las reglas del capitalismo, es creado el asalariado, emergen las diferencias, el conflicto y la organización. En 1971, los trabajadores de la vigilancia se agrupan en el sindicato Unión de Trabajadores de la Vigilancia y al año siguiente se organizan los empresarios en la Cámara Empresarial de Vigilantes. En 1974 aparece el primer conflicto abierto, el paro, las solicitadas gremiales.

La responsabilidad de la empresa Coto en el asesinato del anciano no está en duda. Acá intentamos complejizar y comprender la lógica de la violencia privada ejercida que organiza el hecho. Para entender por qué específicamente los empleados de Coto (el cajero y el custodio de la seguridad privada) se transforman en eslabones de esa violencia es necesario adentrarse en el campo de la política y la ideología en las relaciones laborales y en la vida social. Hay que explicar los mecanismos mediante los cuales la empresa logra conquistar los corazones de la fuerza de trabajo que contrata. En julio de 1974, en pleno conflicto laboral, los agentes de seguridad reclamaban mejores salarios y condiciones laborales y se quejaban porque había “demasiadas botas en las agencias como para que funcionen normalmente respetando a los trabajadores”. Su secretario general llegaba a explicar: “Otro de los problemas que afrontan los trabajadores de la seguridad es, si se quiere, moral; nuestra función es muy ingrata: de repente, un obrero se lleva, digamos, una tuerca de una fábrica yanqui y nosotros tenemos que controlarlo, agarrarlo y, en definitiva, salvarle la plata a los yanquis y no a nuestros compañeros trabajadores”.
Que no se dude que entre los custodios y los trabajadores de Coto también se puede encontrar la resistencia y el repudio a esta violencia empresarial.
Alejandro Jasinski
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