Hay lugares abandonados que despiertan muchos más sentimientos que otros.
Casi nadie tiene cariño a una gasolinera o una fábrica, pero si hablamos de un colegio o de una estación de tren los comentarios en el blog se multiplican.
Con el abandono de hoy espero que se produzca esa misma reacción, pues se trata de un lugar en el que muchos bilbaínos han pasado buena parte de su infancia, bien en el propio parque, bien nadando y jugando en las piscinas.
Comenzamos hoy un especial de dos partes en el que, volviendo a ser niños, recorreremos el Parque de Atracciones de Vizcaya.
El proyecto
Las autoridades provinciales vizcaínas lanzaron a principios de los años setenta una convocatoria pública. En un refinado lenguaje, propio de la época, dicha convocatoria decía lo siguiente:“La Excelentísima Diputación Provincial de Vizcaya proclama oficialmente la necesidad que siente la provincia de un lugar que, abierto a los cuatro vientos y a todas las gentes, sirva de solaz y esparcimiento, de recreo y alivio a una vida trabajosa y comprometida, a grandes y pequeños; de unas instalaciones que, conjugando lo clásico con lo moderno, ofrezcan el medio más limpio y natural de entretener el ocio; de un conjunto que, por desconocido y ansiado a la vez, llame la atención de todos”
El 31 de mayo de 1972 se publicaba en el Heraldo Provincial la disposición de tres importantes entidades como eran Bankunión, la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao y la Caja de Ahorros Vizcaína de hacerse cargo del proyecto.
Dos meses más tarde, el 28 de julio, la Excma. Diputación otorgó su confianza a la sociedad Parque de Atracciones de Vizcaya S.A. que fue expresamente constituida por las tres entidades financieras y la empresa Parque de Atracciones de Madrid para la construcción y explotación del recinto.
El 9 de julio de 1973 comenzaban los trabajos y en poco más de un año unos 270 obreros de la empresa Edificios y Obras S.A. construyeron el Parque tras haber utilizado 13 toneladas de dinamita para remover alrededor de 300.000 metros cúbicos de tierra.
Entre sus cifras destacan los 250 metros de largo por 20 de ancho de la avenida principal, las 75 toneladas de peso de la montaña rusa, los 2000 metros cuadrados del porche de la entrada, los 22 kilómetros de cable subterráneo para la instalación eléctrica o los más de 11 kilómetros de tubería de suministro de agua y saneamiento.
El Parque ocupa aproximadamente 10 hectáreas en la denominada zona del Vivero, en la ladera del monte Ganguren, a muy pocos kilómetros del centro de Bilbao.
Arquitectura
El proyecto fue encargado a dos estudios de arquitectura de la ciudad.
Por un lado al de los hermanos José Luis y Mariano Ortega, que fueron propuestos por uno de los socios, Bankunión, al haber diseñado su sede en la bilbaína Plaza Circular (hoy Banco Urquijo)
Por otro, al formado por Ricardo del Campo, José Luis Burgos y Juan Manuel Pazos.
Dos estilos conviven perfectamente en el recinto y van desde la ligereza de las pirámides hasta la contundencia del edificio del mini-zoo.
Las primeras se construyeron para albergar de la lluvia a alguna de las atracciones, concibiéndose desde el principio de modo que pudieran ampliarse o reducirse según la necesidad. Las ocho pirámides son de color rojo y disponen de una enorme linterna en cada vértice.
La estructura de acero descansa sobre pilares de hormigón, algo que hubiera permitido, de haberse construido más atracciones, añadir tantos módulos como se deseara.
Contrastando con las livianas pirámides están los edificios del mini-zoo y las oficinas e incluso el mobiliario urbano del parque.
Acorde con la época fueron construidos en estilo brutalista, caracterizado por sus geometrías angulares repetitivas y por apreciarse claramente en sus superficies de hormigón las texturas de los moldes que les dieron forma.
La inauguración
Por aquello de aprovechar el verano la idea era inaugurar a principios de julio de 1974, pero a pesar de la celeridad con la que se habían llevado a cabo los trabajos el Parque no pudo estar completamente acabado y hubo que retrasar la fecha de apertura.
Pero el 13 se anunció un nuevo aplazamiento de diez días, hasta el 24 de agosto… fecha en la que se volvió a retrasar la inauguración por problemas técnicos.
Por fin el día 14 de septiembre, sin fastos oficiales y con el verano casi terminado, el Parque de Atracciones de Vizcaya abría sus puertas a las 6 de la tarde.
Con una inversión que ascendió a 515 millones de pesetas (3,1 millones de euros), daba trabajo a 130 empleados y en su tiempo se le consideró el más moderno y mejor parque de atracciones de Europa.
Estaba concebido preferentemente para un público infantil aunque disponía de atracciones para todas las edades como la montaña rusa, la noria más grande de Europa (26 metros) o un modernísimo circuito de Karts.
Las estimaciones iniciales preveían una cifra anual de 1,5 millones de visitantes; que se rebajaron posteriormente a 1 millón; pero como veremos en el apartado “el cierre”, nunca se pasó de los 500.000.
Llegando al Parque
Desde el principio se supo que la carretera de acceso no sería suficiente.
El mal estado de la calzada y la estrechez de la misma sin duda provocarían importantes retenciones.
Se habló de ensanche y arreglo e incluso de enlace con la autopista de San Sebastián, pero seguramente el mal ya estaba hecho.
La recomendación de utilizar el autobús mermó el número de visitantes, pues a la incomodidad de depender de horarios se unían los precios; 13 pesetas adultos y 10 pesetas niños; muy elevados en comparación con las 20 pesetas que costaba acceder al Parque.
Para los vehículos particulares contaba con un parking de siete plantas con más de 1000 plazas y para los que viajaran en autobús, las paradas se colocaron en la misma puerta de entrada.
Las oficinas
Nada más llegar a Artxanda, casi más que las rojas pirámides, llama la atención la impresionante torre en la que se situaban las oficinas del Parque.
Toda la parte administrativa estaba en este edificio y en ella se amontonan aún carnets de socio, planos de las atracciones, mapas y folletos del Parque y, sobre todo, miles y miles de entradas que nunca llegaron a venderse.
Desde estos despachos, hace 20 años, se gestionaban conciertos, campañas publicitarias y todo lo relacionado con las atracciones.
Ahora, mirando teléfonos desenchufados y archivadores humedecidos, lo único que se escucha es el ulular del viento que se cuela por alguna de las ventanas.
El taller
Un parque de atracciones es un sistema muy complejo que requiere de mucha atención respecto al funcionamiento de los carruseles como a la seguridad de los mismos.
Hoy, caminando entre restos oxidados, aún podemos imaginar la frenética actividad que tendría que haber en este lugar un día de alta ocupación.
Aquí lo dejamos por hoy pero en unas semanas volveremos con la segunda y última parte, en las que además de conocer por qué cerró el Artxanda podremos ver lo que queda de sus instalaciones, atracciones y restaurantes.
Agradecimientos
Encontrar la historia del Parque de Artxanda hubiera sido imposible sin contar con la Productora Artística Consonni y a su proyecto Vuelven las atracciones.
Además, todas las fotografías antiguas han sido cedidas por ellos y podéis verlas en su álbum de Flickr.
También queremos agradecer a la Excelentísima Diputación Foral de Vizcaya las facilidades que nos dieron para acceder al recinto, así como a los vigilantes encargados de la seguridad del Parque, que fueron muy amables durante nuestra estancia.
Por último un abrazo muy fuerte a Iván Jaspe, amigo, compañero de visita y anfitrión de lo que fuera la parte española de la EuroQuedada 3 del Club CELA.
Fotografías: Daphneé García y Tomás Ruiz