Anoche, al salir de dictar unas clases, tomé la Avenida Circunvalar desde el Centro hacia el Norte. De todas las opciones que hay para bajar a la Carrera Séptima, elegí la ahora ‘ruta del terror’: Atravesando el Parque Nacional desde el barrio El Paraíso hasta la rotonda vecina a la torre del reloj suizo que está en todo el centro urbano del Parque.
A esta ruta le huyen los conductores desde hace muchos años por la soledad de la vía y porque ha sido famosa ya que muchos de los pocos que la transitan de noche han sido atracados. La trampa ha sido muchas veces que le ponen obstáculos a la vía y el conductor se ve obligado a bajarse del vehículo para retirarlos; en ese momento es abordado y despojado del vehículo en el mejor de los casos.
Normalmente soy prudente y tampoco tomo esa vía en condiciones de oscuridad, pero anoche pensé que justamente no estaría abandonada luego de que el alcalde Gustavo Petro pidió a la Policía que reforzara su presencia en horas de la noche para evitar más posibilidades de crímenes luego de que esta semana el país se escandalizara por el atroz crimen en que Rosa Elvira Cely, una mujer de 35 años y dedicada a vender dulces en la esquina de la Carrera Tercera, frente al Hospital Militar, apareciera violada y empalada, aún agonizante.
Así pues decidí bajar por allí para grabar precariamente en video con mi teléfono móvil la presencia de la Policía de manera preventiva. Confieso que cuando la encendí y empecé a bajar en el carro inmediatamente me surgió la idea de que yo estaría solo, sin policías y altamente expuesto al peligro. Pasados unos 100 ó 150 metros empecé a sentir miedo. Lamentablemente ya me había ganado el gen periodístico y decidí seguir adelante.
Constaté que la visibilidad es prácticamente nula si no se enciende una luz. Empecé a bajar, rumiando las sinuosas curvas que bordean el río Arzobispo y que sirvieron de pista hace unos días a los rescatistas que hablaban con una Rosa Elvira que agonizaba del otro lado de la línea de su celular. El cauce del Arzobispo, sin quererlo, sirvió de banda sonora de la película de terror que vivió esa noche esta mujer que dejó huérfana a una niña de 12 años.
Pasaron los minutos y el alumbrado público empezó a insinuarse en la carreterita. Pero no solo esas luces iluminaron. La presencia policial también brilló, pero por su ausencia. En la última curva antes de llegar a la rotonda me abandonó el miedo pero me abrazó la desazón de confirmar que no había policías custodiando este trayecto.
El video que grabé con una mano tiene una calidad bastante deficiente, pero no por ello esconde la ausencia de la policía prometida que no llegó. Por supuesto le otorgo el beneficio de la duda al incumplimiento de la promesa, pero en todo caso fui un ciudadano espontáneo que quiso tomar una foto del momento en una hora muy posible de asaltos sexuales y allí no estaban las autoridades, pese a que la Escuela de Policía de Carabineros está a pocos metros de este lugar.
¿Qué pasa? ¿Cuántas mujeres más como Rosa Elvira tendrán que ser violadas, empaladas y asesinadas para que se vea presencia policial no solo en horario de oficina, en el parque emblemático de Bogotá? Este hermoso parque puede pasar de ser “el pulmón de la ciudad” a ser considerado su riñón defectuoso. Ya hace unos pocos años fue asesinado allí un asesor de la ex senadora Piedad Córdoba. Urge la presencia de las autoridades con un esquema de seguridad eficiente y efectivo.
Este es el texto que se insertó en el video:
A pocos días de aparecer el cuerpo moribundo de Rosa Elvira Cely –una vendedora de dulces que fue violada, torturada y abandonada– el sector del Parque Nacional Olaya Herrera en el centro de Bogotá, sigue en completa soledad. Otros casos como el de Rosa Elvira podrían presentarse. Este video sin edición muestra que en el corto trayecto, y a pesar de las promesas de las autoridades, jamás se vio presencia de la Policía que se aseguró, sería reforzada. El precario video fue realizado con un teléfono móvil el viernes 1° de junio de 2012 entre 9:13 y 9:18 p.m.