El Parterre y la leyenda escondida en la escultura de Jaime I

El Parterre y la mirada indiscreta de Jaime I con el brazo extendido señalando el infinito y sentado sobre un caballo de bronce que guarda algo en su interior. ¿Paseamos por centro de Valencia?

El Parterre y la leyenda escondida en la escultura de Jaime I

El Parterre forma parte de los jardines más antiguos de Valencia. No es muy amplio pero en este espacio delimitado por una verja que sirve de apoyo para un banco en su exterior es uno de los más entrañables. En el centro se encuentra la estatua de un rey muy querido por los valencianos: Jaime I.

Lo más recomendable para conocer este jardín y sus alrededores es dejar el coche en el Paseo de la Alameda, una avenida que va bordeando el cauce antiguo del río Turia de puente a puente. Y como queremos llegar directamente al Parterre cruzamos el Puente del Real. Una construcción que salvaba el río Turia y que, cuando el rey Carlos I de España y V de Alemania visitó Valencia, se hundió. ¡Fueron tantas las personas que aquí se agolparon para aclamarle…!

Puente del Real

Mientras caminamos podemos ver los Jardines del Turia, el antiguo cauce del río convertido en el gran pulmón verde de la ciudad. Al fondo, la Ciudad de la Artes y las Ciencias. Seguimos hacia la Plaza de Tetuán. Una vez pasada La Glorieta que es otro de los jardines más antiguos de Valencia, el Parterre lo encontramos en frente. Este pequeño jardín se diseñó con cuatro estanques redondos y con una variada vegetación a mediados del siglo XIX. Desde décadas se ha dicho que el Parterre se encuentra en el punto más bajo de la ciudad. Al parecer así es porque las aguas lodosas del río Turia que invadieron calles y plazas de Valencia sumergieron este jardín en la riada de 1957.

Hay algo especial en estos jardines. Quizá si los miramos con cierta curiosidad veremos dos protagonistas que se tienden la mano: la grandiosidad de la naturaleza representada por un centenario ficus y la inmensidad de una estatua ecuestre que representa mucho más que un metal fundido.Fue el escultor Mariano Benlliure quien presentó dos diseños de la estatua del rey. Sin embargo fueron rechazados a favor de otro muy similar presentado por los hermanos Vallmitjana. Eran muy parecidos. Pero algo les hizo decantarse por el brazo extendido hacia el cielo de los escultores catalanes en lugar de la espada en la mano que había propuesto el valenciano.

Fueron utilizadas varias toneladas de bronce que procedían de cinco cañones traídos del castillo de Peñíscola. Y subir esta pesada escultura al pedestal que prepararon en aquel entonces fue una tarea muy complicada y laboriosa que se convirtió en la distracción de muchos curiosos que acudían para ver como trabajaban en el Parterre. Una escultura que medía más de cinco metros de altura y pesaba más de 11.000 kilos.Un rey que no parece ostentar este cargo, porque cuando nos imaginamos a Jaime I siempre le vemos subido en este caballo; vestido con cota de malla, con su espada y sin corona. En lugar de ella lleva una cimera con un dragón alado: el símbolo de la Corona de Aragón.

Una espada que pasa desapercibida por su sencillez. Según cuenta la leyenda Jaime I en sus últimos momentos dijo a su sucesor, Pedro I:‘No envaines esta espada hasta que haya sido expulsado el último musulmán de la Península Ibérica’.

Pero cuentan, y no he podido saber si es cierto o no, que el interior de esta escultura ecuestre de Jaime I esconde algo.Cuando Vallmitjana recibió el encargo estuvo buscando durante largo tiempo un caballo como modelo que pudiera asemejarse a aquel que un día montara el rey: veloz, fuerte y de gran tamaño. Y lo encontró. Este animal pertenecía a un comerciante llamado Rafael Martí que lo utilizaba para trabajar. A medida que pasaba el tiempo y el caballo iba siendo tallado en madera por el artista, su dueño fue encariñándose con la idea de que su compañero de trabajo quedara inmortalizado en bronce para servir de apoyo al propio Jaime I.

Rafael Martí había sido soldado miñón y recordaba esa época como la mejor de su vida. Guardaba con mucho cariño la gorra que utilizaba como hucha para ir recogiendo sus ahorros. El día en el que llegó el momento de llenar el molde con el bronce, Rafael Martí dejó caer su sombrero sobre el metal líquido. Intentaba que algo de sí mismo, el recuerdo de la mejor época de su vida, acompañara la escultura de su querido caballo. Tal fue la euforia que no se dio cuenta en ese momento que debía haber retirado sus ahorros… Así pues, cuentan que el gorro de miñón se quedó fundido en bronce junto a un billete de mil pesetas.

Tras la riada de 1957 los jardines del Parterre cambiaron de diseño puesto que quedaron totalmente sumergidos. Sus estanques desaparecieron excepto uno de ellos que lo encontramos en una de sus esquinas protegido por el dios Neptuno.

Mucha de la vegetación existente desapareció, no así el impresionante ficus hoja de magnolia que con su tronco de once metros y medio se convirtió en el más grande de toda la comunidad. Impresionante árbol rugoso y centenario. Raíces imposibles de abarcar que se retuercen entre sí y que se extienden poderosamente hacia el asfalto.

Un pequeño jardín rodeado por edificios de siglo XIX y primera mitad del siglo XX y del Corte Inglés. Un rincón valenciano desde el que podemos seguir nuestro recorrido hacia la calle la Paz para contemplar una de las zonas más emblemáticas del modernismo valenciano.

Y si te gusta leer te aconsejo una parada en la librería París-Valencia que se encuentra al lado del Parterre. Un lugar muy querido por muchos valencianos ya que se pueden encontrar joyas literarias por menos de tres euros.