Revista Deportes
La NFL está salpicada de rivalidades. Enfrentamientos que elevan varios grados la temperatura de cualquiera de las ciudades de la liga. Confrontaciones locales, libradas a muerte contra el equipo vecino por pura rivalidad doméstica, o disputas históricas, aderezadas convenientemente con todo tipo de anécdotas. Pero hablar de un Colts vs Patriots es como discutir sobre la naturaleza esotérica de la dualidad, el antagonismo, el enfrentamiento, la colisión frontal. Es intentar describir un Barça-Madrid, un Lendl-McEnroe, un Lakers-Celtics, Karpov-Kasparov o Mozart-Wagner. Un antónimo, un contrario, un imposible.
La estadística, sabia como ella misma, nos aporta datos reveladores. Unas cifras que nos describen fielmente la tremenda igualdad entre los de Indianapolis y los de Boston en sus choques -con independencia del terreno de juego donde éste se haya producido-, siete victorias para los unos y otras tantas para los otros. Pero si prestamos atención comprobaremos que para encontrar un triunfo de los Pats hay que remontarse hasta la temporada 2004; desde ese momento, la totalidad de enfrentamientos (seis teniendo en cuenta dos choques en playoff) se han saldado con victoria del equipo de Manning!.
Si con estos datos creéis tener ya un pronóstico de lo que sucederá el próximo domingo esperad: de las últimas cinco ocasiones en las que el partido se ha disputado en Boston, los de New England han conseguido cuatro victorias, pero los Colts lograron imponerse en el 2006 y desde ese entonces, no se han enfrentado más en el Gillette Stadium. ¿Continuará esta tendencia claramente favorable a los Potros o conseguirán los Patriotas dar la vuelta a la tortilla?. Solo Dios, Tom y Peyton lo saben, hablemos de los dos últimos. Porque si existe un partido en la NFL donde los máximos protagonistas sean los quarterbacks, éste es el que nos ocupa. Por encima de todo y de todos, la suerte de la disputa dependerá del juego que Manning y Brady sean capaces de desplegar. Diferentes en cuanto a su estilo de juego, pero igualmente letales al frente de sus escuadras.
Se ha dicho infinidad de veces -y todas ellas con razón- que Peyton Manning es la computadora del fútbol americano. Una mente privilegiada en el análisis, toma de decisiones y ejecución de todas las facetas que dependen de un mariscal de campo... incluso de aquellas que podrían exceder sus funciones. Manning es un teólogo de este deporte, un monje tibetano -en esta ocasión americano- que entrega su vida al conocimiento máximo. No empieza la temporada sin haber realizado un examen pormenorizado de su nivel de juego anterior, de qué cosas mejorar y de las necesidades ofensivas del equipo. No salta a un terreno de juego sin conocer a la perfección los puntos fuertes y débiles de la defensa a la que va a enfrentarse. Y en él, al tiempo que recibe y transmite cada jugada a realizar, estudia cualquier movimiento del rival, dispuesto a tomar la iniciativa, cambiar el plan con uno de sus famosos audibles y asestar el golpe definitivo. Su ejecución de pase es limpia, rápida y precisa, al viejo estilo del oeste: donde pone el ojo, pone la bala. Incluso en ocasiones hay gente que afirma haberlo visto realizar un pase a un lado mientras miraba hacia el otro. Es la frialdad personificada, la astucia en su grado máximo, la pericia hasta el límite. Es el quarterback y el coordinador ofensivo, el responsable de running backs y wide receivers y el motivador de los tight ends, también el head coach, a veces incluso el árbitro principal, es simplemente Dios.
Tom Brady ha vuelto. Algunos dudaron de que lo haría. Una lesión tan grave como la que sufrió podría haberle retirado definitivamente del deporte profesional. Es rico, es guapo, es una estrella y su mujer se llama Gisele Bundchen. Vamos, ponte en su lugar y dime, ¿volverías a ponerte un casco, a entrenar duro, a sufrir, a recorrer el país, a separarte de tu familia, a no disfrutar de la vida que podrías estar pegándote para saltar a un campo, a menudo con temperaturas bajo cero, en mitad de la lluvia o azotado por el viento, para lanzar un balón mientras te expones a recibir todo tipo de golpes por parte de unos tipos que quisieran verte salir en camilla?. Él, sí.
Lo más impactante no son sus cifras (17 touchdowns, 2.176 yardas y un QBr de 98,8 hasta el momento), sino la motivación exhibida contra los Steelers. Sabía que era un partido psicológicamente importante; vencer era confirmar que son capaces de todo, perder daría demasiadas muestras de debilidad tras caer ante los Browns. Podríamos estar ante una nueva temporada "de cal y arena" a la que los Patriots parecían querer habituarnos. Tom lo sabía y, con unas ganas, un coraje y un liderazgo que hacía tiempo no veía sobre un terreno de juego, guió y condujo al equipo hasta la victoria. Tiró de ellos y se lo dijo bien claro: querais o no querais, vamos a ganar este partido!, y así fue, claro. Porque Brady es frío como un tiburón; su voracidad no tiene límite y ahora está hambriento. Si eres el head coach rival debes saber que cometiendo un solo error, mejor dicho: cuando cometas un error, te destrozará. Un segundo de duda y estarás siete puntos por debajo; una décima de vacilación y el partido habrá acabado. Quizá no fue así en el pasado, o no lo fue suficientemente, pero esta temporada Tom -lo diré una vez más-, tiene hambre de victoria, su head coach también y el equipo lo reclama.
Los Colts parecen llegar en desventaja. Masacrados por las lesiones da la sensación de que deberán poner toda la carne en el asador, jugar al 200% y rezar si quieren conseguir el triunfo. Sin un juego de carrera claro, su ataque dependerá de la fluidez que consigan en el pase. Es probable que acaben colapsados ante la reinventada defensa de los de New England pero seguirán intentándolo hasta que se congele el infierno; talento y condiciones tienen como para logralo. Es la naturaleza de los Indianapolis Colts: una contundente máquina de ataque, han nacido así y así morirán. Los Patriots van camino de convertirse en la apisonadora que fueron: fuertes en defensa e implacables en ataque. Belichick ha reconstruído la defensiva, la ofensiva, ha inventado nuevos wide receivers -los Edelman, Branch, Slater y Tate-, se ha sacado de la manga un ramillete de running backs que amenazan con nacer para la gloria -los Faulk, Green-Ellis, Taylor y ese inatrapable Woodhead!- y está revolucionando con una nueva colección de jugadas de ataque el panorama NFL. Si Bill vuelve a ser Bill y Tom quiere más, ¿quien podrá pararlos?.
La respuesta domingo, 21 de noviembre, a partir de las 22:15horas, en Canal Deportes.