Revista Deportes
No, no estoy seguro de cómo será "el partido perfecto". Mucha gente opina que éste siempre tiene un marcador alto, con big plays como churros y sacks a punta pala. Otros nos explican que el auténtico perfect game se limita a una corta anotación y 60 minutos de jugadas terrestres salpicadas por unas terribles defensas. A estas horas de la noche, solo soy capaz de pensar que lo más parecido a un partido perfecto tuvo lugar el pasado domingo en el Louisiana Superdome de New Orleans enfrentando al equipo local contra unos emergentes Falcons. Los Saints se presentaban ante su afición con un magnífico balance de dos victorias por cero derrotas, aunque con el interrogante de saber hasta qué punto les perjudicaría la baja del lesionado Reggie Bush. Por su parte, los Falcons, con igual número de victorias, viajaron hasta las cálidas costas del golfo de México dispuestos a, de una vez por todas, dar la justa medida a ese papel de black horse que los expertos se empeñan en etiquetarlos en los inicios de las últimas temporadas.
Disfruté del partido como un enano, olvidando y obviando preferencias personales que, como es sabido, son los peores condicionantes para gozar de un espectáculo como el que nos ofrecieron. Las dos ofensivas saltaron al campo dispuestas a imponer su ley; los locales no vacilaron en anotar sus primeros puntos en base a sus letales big plays de Lance Moore combinándolos con los poderosos avances de su tight end Jeremy Shockey. Los segundos hacían lo propio utilizando indistintamente el pase y la carrera, Turner y Snelling; éstos serían los fundamentos sobre los cuales construir la victoria y los equipos técnicos se habían preparado para ello.
Si esta fuera la crónica de un combate de boxeo podría escribir que el árbitro estaba a punto de aplicar la primera cuenta de protección para los Falcons a principios del segundo cuarto cuando el marcador reflejaba un 7 a 14 a favor del equipo local con posesión de los Saints. En ese instante daba la sensación de que si los de Atlanta no conseguían parar el ataque y completar un touchdown sería muy difícil que consiguieran no perder el hilo del partido. Pero los chicos de Mike Smith no habían hecho un viaje tan largo para entregar el partido recién iniciado; Matt Ryan -aquí no se pierde el tiempo dudando de todo-, condujo de forma magistral un ataque que se prolongó por más de once minutos para acabar anotando un touchdown gracias a Michael Turner y conversión extra de Bryant; máxima igualdad. Tercer y cuarto cuartos fueron como una fotografía y su exacto negativo; un field goal de los Falcons contestado por un touchdown de los Saints y, de nuevo, un touchdown de los de Ryan era rebatido por otro field goal de los de Brees para conducirnos, con empate a 24, a una de los más emocionantes y locos extra time de los últimos años. La moneda favoreció los intereses de los Atlanta Falcons quienes iniciarían su ataque desde la yarda 39 de su campo tras un retorno de 9 por parte de Weems.
La defensiva de los Saints, enardecido por el clamor de su público y con la motivación de las grandes ocasiones logró recuperar la posesión del ataque, tras los tres downs preceptivos, partiendo desde su yarda 32 y en ese momento, todos supimos que los Saints iban a llevarse la victoria; Drew Brees es siempre letal. Una sucesión de segundos y terceros downs, de poco recorrido -si exceptuamos la carrera de 29 yardas a cargo de un desapercibido Pierre Thomas-, condujo hasta la yarda 25 de los Falcons instante en el cual, no nos cabía duda de quien sumaría el triunfo para su casillero; y Garrett Hartley falló!. ¿Quién podía explicarlo?, ¿Quién podía salir de su asombro?, ¿Cómo era posible?, ¿Era aquello la señal del Apocalipsis?. Mientras aún nos preguntábamos éstas y otras cuestiones, Matt Ryan templó sus nervios entre el desconcierto general y durante más de ocho minutos batalló por conseguir ese field goal range que, como es habitual en todos los extra time -exceptuando el presente-, le abriría las puertas de la victoria.
Y así fue como, tras superar una penalización y a base de Dunbar, Snelling, Turner y en la yarda 28 de los Saints, un tal Matt Bryant vivía, una vez más, la gloria efímera de quien salta al terreno de juego para irse con la victoria en su bolsillo. Lo peor fue el resultado. Como dice el tópico y en este caso es rigurosamente cierto, nadie mereció perder pero la épica del deporte así lo exigía; el guión siempre manda, incluso lo de menos es quienes sean los actores.
No será nada dramático para los Saints, quizá incluso beneficioso, no será nada definitivo para estos Falcons quienes parecen haber atendido la petición de su video oficial (What do Falcons do: Rise up!), pero sin duda la imagen de esos kickers quedará grabada como una de las visiones más espectaculares de esta temporada; y eso que estamos en la tercera semana!.