El pastoreo es una profesión que está en auge. Los pastores, que hasta ahora eran "gente del pueblo", hoy se forman. Existen escuelas que se encargan de darles conocimientos que antes se adquirían practicando el ensayo y error.
Una de las primeras clases del pastoreo es la asistencia al parto de las ovejas, teniendo en cuenta que el pastor no debería intervenir en absoluto; pero si un parto se retrasa demasiado, el cordero o la oveja pueden morir.
Se tumba la oveja de espaldas y se apoya, preferiblemente, sobre un gran fardo de paja.
Nos lavamos las manos y limpiamos los cuartos traseros de la oveja. Con aceite fenicado (antiséptico) engrasamos nuestra propia mano y la vulva de la oveja.
Cuándo asoman las patas del corderillo y la oveja no consigue parir pasada una hora, tiramos suavemente en el momento en que la oveja se contraiga.
Si todo sigue igual, metemos la mano suavemente mientras la oveja no se contrae y, si la presentación es normal, agarramos el cordero por las patas delanteras y tiramos de él con cuidado.
Tiramos cada vez con más fuerza mientras la oveja se contrae, y no tiramos cuando no lo hace.
Cuando aparece el cuerpo del cordero, lo aguantamos con el brazo libre y, cuando esté medio fuera, lo retorcemos ligeramente para aliviar la presión. Nos aseguramos de que las fosas nasales del cordero recién nacido están exentas de moco y lo dejamos con la madre para que lo lama.
Pueden darse muchas presentaciones anómalas. Debemos palpar con la mano para averiguar a cuál nos enfrentamos. En caso de gemelos que traten de salir juntos, debemos empujar suavemente hacia atrás a uno de ellos. A veces, tratándose de un solo cordero, también debemos también empujarlo hacia atrás y ajustarle las patas o la cabeza.
Todo es cuestión de sentido común y de consideración hacia el cordero y su madre. El cordero o los corderos deben estar dispuestos de modo que la cabeza no esté inclinada hacia atrás y los miembros no estén doblados.
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