Revista América Latina

El Peronismo clásico: un estado de la cuestión (I)

Por Julianotal @mundopario
POLÍTICA CULTURAL Y BÚSQUEDA DE CONSENSO BAJO EL PERONISMO CLÁSICO
El Peronismo clásico: un estado de la cuestión (I)
“La verdad absoluta sólo Dios la tiene. Y Dios de peronismo no sabe un pomo. O porque no le interesa o porque renunció a entenderlo y se consagró a elucidar cuestiones menos complejas: si Él existe o no, por ejemplo”.
JOSE PABLO FEINMANN (2009)
El citado epígrafe, comprende una síntesis de la problemática a la hora de llevar a cabo un estado de la cuestión sobre el peronismo. Ateniéndonos a un mero análisis historiográfico, la tarea tampoco resulta sencilla pues, a pesar de que en los últimos años existieron múltiples aportes sobre el impacto sociocultural, la postura parece ser la misma de siempre. Prevalecen en el campo historiográfico dos rasgos: la superficialidad de la historia sociocultural del primer peronismo y la compatibilidad con un modelo ejemplar impuesto posteriormente. El primer rasgo refiere la dificultad para avanzar con mayor profundidad sobre la vía ciega de Mañana es San Perón (Plotkin, 2007), que como se ha dicho reiteradamente y reconoce el autor, es la recepción de los discursos y dispositivos propagandísticos peronistas, pero principalmente –esto se ha dicho menos– sobre la autoactividad de las “masas peronistas” aún después de 1946 y todavía después de 1949. Un abordaje que no descuide la historia “desde abajo”, sin perder el reconocimiento académico, resulta una tarea pendiente.
El estudio de la política cultural que efectuó el primer peronismo para la búsqueda de consenso y legitimación es uno de los aspectos que mayor relevancia adquirió en la historiografía. Sin embargo, para ello hay que tener en cuenta diversas cuestiones: las relaciones socioculturales antes y después de la irrupción peronista; la política ideológica y discursiva; la propaganda y la relación con los medios de comunicación son sólo algunos puntos impostergables. Desde la caída del gobierno de Perón en 1955, existieron diversos trabajos por parte de historiadores de la llamada izquierda nacional que se propusieron destacar, entre otras cosas, la difusión o predominio de una cultura popular a partir de la “revolución justicialista”. A pesar de presentar un carácter militante, no es desdeñable los enfoques que presentan a nivel de un carácter de impacto sociocultural. Vale destacar “Apuntes sobre cultura popular y peronismo” de Eduardo Romano que se propone brindar relevancia a la distinción entre una cultura de elite predominante y el conflicto que trajo aparejado la adopción de una cultura popular por parte del peronismo que fue alentada gracias a la apertura de espacios públicos, antes prácticamente vedados a las llamadas clases populares. Pero también pone sobre el tapete la falta de comprensión de la realidad social por parte de la intelectualidad de la época, sean partidarios o no al régimen (Romano, 1973). Fue, quizás, éste el principal impedimento que haya complejizado la tarea de comprender el peronismo: los grandes referentes académicos que tomaron dominio público luego del ´55 buscaron entablar una explicación científico social, aunque evidentemente no fue exenta de pasiones y, en otros casos, buscaron explicar el fenómeno sociocultural del peronismo desde fundamentos que con diversos matices lo enmarcaban dentro de un carácter de un gobierno totalitario y fascista.
En la década del ’80, Política y Cultura Popular de Ciria constituye un punto de partida para desarrollar muchos aspectos pendientes y de exhaustivo análisis, como es el caso particular del fenómeno cultural que supo construir el peronismo. El autor se decide a explorar la ideología justicialista en la teoría y práctica de su tiempo y para ello desmitifica y refuta postulados teóricos que buscaban englobar al peronismo en una suerte de derivado del fascismo. Uno de los aspectos que revela, por ejemplo, es el legalismo democrático formal que prefirió Perón para su régimen. En cuanto al peronismo en educación y cultura, el fin del autor fue acotar ciertas características de la autopercepción cultural del peronismo a través de publicaciones oficiales y, en ocasiones, del propio Perón. En cuanto a la propaganda oficial, Ciria comprueba una continuidad más que una ruptura en tanto la mayoría de la misma (sacando los discursos de Perón y Evita) hacía referencia a la tradición liberal, y cuando la cuestionaba sus valores eran regresivos. Lo que provocó, en consecuencia, fue que el estilo peronista se anquilosara relativamente. (CIRIA, 1983)
El impacto político sociocultural del peronismo se reflejó sobre todo luego de la Revolución Libertadora, donde a pesar de los intentos represivos y autoritarios persistieron en el imaginario colectivo una imagen feliz del gobierno peronista. Diversos autores recientes se desligaron de marcos teóricos que no encontraban lugar para dar una explicación coherente a la política peronista y la creación de consenso popular. Daniel James, siguiendo a Raymond Williams denominó “estructura del sentir” al lenguaje político que creó el peronismo capaz de dar expresión pública a la experiencia privada de los sectores populares. Significó el “trastocamiento de los supuestos concernientes a las relaciones sociales, las formas de deferencia y los acuerdos sobre el y el sentido de los límites” (JAMES, 2006). Si bien fue explotado en intensidad por historiadores de la izquierda nacional, también es de suma utilidad el reflejo de la sociedad que tenía la oposición en esos tiempos. El análisis de la literatura es un recurso que refleja los temores, las reacciones, el odio hacia el peronismo y los peronistas pero sobre todo el impacto sociocultural, la invasión de espacios antes poco accesibles para las clases populares. La bibliografía es extensa, desde Jauretche con Los profetas del odio, pasando por Goldar El peronismo en la literatura argentina; hasta trabajos recientes que (más desligados de pasiones políticas) con un mayor análisis histórico y cultural atraviesan la literatura argentina en la época peronista críticamente (KORN, 2008). Sin dudas, el análisis de numerosas obras literarias de la época y cotejando los puntos de coincidencia entre los autores, refleja un impacto repentino y, parafraseando a Ortega y Gasset, una rebelión de las masas. Resultaría de suma ayuda un enfoque antropológico a la problemática que dividió al país. Para ello, como para una mejor interpretación de los acontecimientos acaecidos en la Argentina post- 17 de Octubre, es necesaria una revisión exhaustiva de la década que en los últimos años fueron tratados, aunque permanezcan puntos oscuros o discutibles. Lo cierto es que, volviendo al impacto social que acarreó la aparición del peronismo, el trabajo de Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza (2002) en un artículo de alta divulgación se ha convertido, con justos méritos, en el hilo conductor de las más respetadas de las lecturas recientes del peronismo. Dentro del mismo se llega a la conclusión de que “después de la sucesión de cambios de todo tipo que siguió al 17 de octubre la visión de una Argentina transformada en sus cimientos por la irrupción de las masas tuvo una gran resonancia entre los contemporáneos. Sin embargo, la reconstrucción histórica del período pone de manifiesto una mutación menos abrupta y, por el contrario, la existencia de fuertes elementos de continuidad”(TORRE, J.C. – PASTORIZA, 2002). Resulta de suma importancia el abordaje de la migración interna, pero desligándose de la teoría de Germani (1979). El gran problema que encuentra el momento de gestación del peronismo sería la inclusión social y política de los contingentes populares (viejos y nuevos). Así las cosas, las contrariedades entre el programa que llevó a cabo (reconocimiento de la clase obrera y su organización, ampliación del consumo) y la construcción populista del poder introducen obstáculos internos. Pero la inclusión peronista también suscitó reacciones adversas de las clases y sectores que recibieron mal el lugar que se asigna a las clases populares. Este es el momento problemático, que emerge en la lectura de Torre y Pastoriza, y que con algunos matices se reitera en la bibliografía que suscita. Es lo que sucede con los estudios de Aboy (2005), Ballent (2005) y Cosse (2006).
Los trabajos que se basan en los fundamentos discursivos del peronismo, encuentran también sus limitaciones o en todo caso, su parcialidad pues detenerse exclusivamente en el discurso de Perón (justamente Perón, el político argentino que supo hacer de su oratoria la mejor herramienta para sumar consenso) sin atenerse a un examen detenido del contexto en que se emite y, sobre todo, a quiénes se dirige, constituye una problemática que trae aparejado más sombras que luces a la cuestión. Es uno de los problemas que tiene el clásico Perón o muerte de Sigal y Verón, un trabajo novedoso y acorde al momento en que se editó siguió los grandes lineamientos de ese boom académico que buscaba, lupa en mano, cada detalle de la estructura discursiva. Otra vez el obstáculo primordial va a ser justamente el estilo peronista, ligado al pragmatismo y la astucia de Perón que desde un inicio advirtió la elasticidad de su doctrina, que está intrínsecamente ligado a sus discursos. Por ejemplo, sostener que, a partir de uno de sus discursos, Perón buscaba la cohesión entre el movimiento y los argentinos como necesidad absoluta para redefinir a la oposición como la anti-Patria, y aseverar a partir de esto que “la operación así realizada tendrá pleno éxito: durante años, el país permanecerá dividido entre peronistas y antiperonistas”, plantea una simplicidad de un hecho mucho más complejo que no se origina justamente porque Perón lo dice. Además al sostener esto, se relegarían a las clases populares y simpatizantes al régimen como meros agentes pasivos, casi comparándolos a los muñecos cabeza hueca que dibujaba Tristán en el diario socialista La Vanguardia. Constituye la negación de un conflicto social que emergió frontalmente luego del 17 de octubre de 1945 (SIGAL – VERÓN, 2008).
Bibliografía
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