Revista América Latina
El que significa en la actualidad una referencia insistente en los trabajos académicos, en especial en artículos y ponencias es Mañana es San Perón de Plotkin (2007b), que profundiza ciertos aspectos tratados por Ciria bajo otra perspectiva. Entre una de las tesis que expone (y que será retomada en su posterior trabajo El día que se inventó el peronismo, 2007b) es la consolidación de una tradición monolítica en torno al 17 de Octubre con el objeto de “poner a Perón en el centro de los acontecimientos”. Explica cómo, a través de diversas estrategias, el Estado peronista “domesticó” las distintas versiones que circularon sobre el 17 en los primeros años de la primera presidencia de Perón, convirtiendo sus celebraciones periódicas en rituales de refuerzo. Sin embargo, a pesar de lo novedoso que había sido su aparición, algunas líneas de investigación que el autor propuso no han sido desarrolladas intensivamente e incluso Mañana es San Perón no llegó a provocar discusiones (cosa que hasta el propio autor se sorprende en el prólogo de la nueva edición del 2007). Ese vacío en el debate historiográfico retroalimenta una idea parcial del significado del impacto sociocultural y la construcción de consenso. Es que, como asevera Omar Acha, no está para nada claro que el Estado peronista avanzara unívocamente hacia esa reducción a la unidad, sin duda presente en su idea de comunidad organizada. Lo cierto es que hace falta un criterio que deje margen a la percepción colectiva, o cómo se reinterpretaron los mensajes y rituales estatales posteriores a 1946. Uno de los puntos más recurrentes en los últimos tiempos es el análisis de la propaganda peronista. Recopilaciones iconográficas fueron muchas pero no se detuvieron en el análisis de las imágenes y la evolución de ellas a lo largo de las dos presidencias de Perón. Un trabajo novedoso es el de Gené (2008b) que terminó logrando un abordaje hasta el momento intransitado a partir de la decodificación de las imágenes difundidas en afiches y publicaciones por la Subsecretaría de Informaciones. Lo importante, además de demostrar de una fuerte evolución hacia el predominio de la imagen de Perón en los últimos años de su gobierno, es que desmitificó el grueso error prevaleciente (D’ ARINO, 2006; GAMBINI, 2007) de comparar el aparato propagandístico del peronismo con los regímenes fascista y nazi. Por el contrario, Gené encontró mayores puntos de coincidencia con la iconografía difundida durante el New Deal bajo el gobierno de Roosevelt. Este grado de discusiones es un caso recurrente, que se apaciguan o se intensifican de acuerdo la coyuntura nacional en la que se tratan. La parcialidad no resulta buena consejera ni contribuye a construir una historia compleja del peronismo, si por ejemplo, no reconocemos que la propuesta inicial del estado peronista de regular y legislar sobre la cultura, especialmente la alta cultura, coincidió con un clima de época: entre 1935 y 1943 funcionó en Estados Unidos el primer programa federal de financiamiento de las artes. En Brasil la constitución establecida por el Estado Novo en 1937 estipuló el deber estatal de contribuir directa e indirectamente en el desenvolvimiento cultural del país, lo que estimuló la fundación de diversas instituciones artísticas, científicas y de enseñanza. Y en Inglaterra fue alrededor de la década del treinta cuando comenzó a discutirse el tema del patronazgo estatal. En el caso de Argentina, el avance del estado en la gestión cultural se retrotrae a los años treinta y el estado peronista en un principio continuó un proyecto que lo antecedía introduciendo algunas innovaciones. (FIORUCCI, 2008)
De símil discusión y sumamente relacionada son los estudios sobre la prensa peronista, sobre la recepción de los bienes que la maquinaria de propaganda del régimen se encargó de producir, aspectos sobre los cuales Plotkin reclamó en voz alta un control, una profundización, un conocimiento, en fin, de los materiales con los que tempranamente trabajó. El tratamiento de las relaciones de Perón con los medios de comunicación fue abordada con relativa intensidad e inaugurada tardíamente por el periodista Sirvén (1984). La discusión sobre el papel de la Subsecretaría de Informaciones, la persecución hacia los medios opositores, proponen diversas posturas (LUNA, 1982; HALPERÍN DONGHI, 1986; GALASSO, 2005). La opinión de Galasso es distinta a la general, pero tan válida como las contrarias pues no abandona una postura crítica en torno al problema: “Aclarado el verdadero alcance de la llamada , como , es decir, advertido el contenido de clase del uso de esa libertad, no provoca demasiado escándalo que un gobierno popular necesite acallar la voz de los sectores oligárquicos y, a su vez, centralice la difusión de las noticias a través de su propia óptica. Sin embargo, también es cierto que ese periodismo unificado tiende a ser informativamente chato, mediocre y muchas veces obsecuente” (GALASSO, 2005). Independientemente de las acciones de un poder estatal y de un liderazgo que pretendían monopolizar la escena política, la clave interpretativa dominante no se apartó de una visión de la prensa más propia de la democracia decimonónica que de la de una sociedad de masas, en la que el público hacia el que se dirigían los distintos órganos impresos había modificado sustantivamente su carácter. Por otro lado, como aseveró James Cane, “considerar el acaparamiento de la gran mayoría de la prensa comercial por parte del gobierno de Perón como simple manifestación del autoritarismo de un sector importante del régimen, es subestimar la magnitud de los múltiples conflictos que giraban en el interior en torno de una prensa industrial institucionalmente diversa que se hallaba en medio de importantes cambios estructurales, jurídicos e ideológicos”. El novedoso trabajo de este autor infiere en un aspecto inusitado en la historiografía como el de las relaciones entre periodistas y propietarios, y la intervención del gobierno en dicha relación (CANE, 2007).
En cuanto al análisis de los medios gráficos se refiere, existen numerosos trabajos abocados a determinados diarios y revistas en distintos momentos del gobierno peronista, lo que en conjunto se pueden llegar a relevar un seguimiento empírico de la relación del peronismo con la prensa. Sobre los momentos precedentes al triunfo del peronismo en las urnas y sus primeros años de construcción hegemónica de poder, resultan interesantes el trabajo de Gené (2008a) sobre la revista humorística Descamisada, en particular con la historieta de José Julián, el heroico descamisado, efectuando un análisis del mismo con la misma solvencia y crítica iconográfica como con la que había llevado a cabo en Un mundo feliz. Otro estudio que analiza los medios que brindaban apoyo a Perón en sus orígenes, es el trabajo de García sobre el semanario La Víspera durante 1944 y 1945, que significaba otro órgano de apoyo que brindaron los forjistas a Perón (GARCÍA, 2007). En cuanto al análisis de los medios durante el período más discutible (los tiempos de Apold, la comisión Visca, y el predominio de la información propagandística del gobierno) es brillante el trabajo que realizó Michi sobre el adoctrinamiento en las Unidades Básicas, focalizándose en la revista de la Escuela Superior Peronista Mundo Peronista. En ella detecta, las limitaciones del proyecto de adoctrinamiento, sus contradicciones, “los limitados contactos productivos entre militantes y dirigentes intermedios, los escasos y poco novedosos mecanismos de participación real en la construcción de esa nueva hegemonía así como el excesivo control en la propuesta de formación política” (MICHI, 1997).
Para (no) cerrar, evidentemente existen ciertos progresos en el abordaje de la difusión política cultural que se llevó a cabo durante el peronismo clásico. Sin embargo, las limitaciones son diversas: una de ellas es la parcialidad de apreciaciones, un exceso de subjetividad o de trazar un enfoque de la hegemonización desde un planteo simplista, es decir, descuidando el grado de participación popular más allá de la imposición doctrinaria. Observar a las clases populares como un elemento pasivo es para menospreciar o bien evitar un análisis más complejo que pueda insertar la historia de “los de abajo”. La otra cuestión, es la falta de investigaciones en profundidad en relación al periodo pre peronista. El trabajo de Torre y Pastoriza plantea una serie de inquietudes en cuanto a la continuidad con la década anterior que merece no ser descuidada. Finalmente, comprender a la política discursiva e ideológica del peronismo desde su propio contexto, sin caer en tentaciones de querer aplicar teorías que lo único que consiguen es desandar un avance historiográfico para caer en discusiones improductivas. El abordaje sobre los diversos medios de difusión, desde su particularidad, pueden resultar más productivo y constructivo para una futura historia compleja que pueda resolver el tema de la política cultural y la búsqueda de consenso bajo el peronismo clásico.