¿Cómo nace un personaje?
Seguro que, como escritor, has comprobado que cuando la idea genial sobre una nueva historia prende en tu cerebro suele venir acompañada de un esbozo de personaje. El proceso es lógico: una historia aparece en tu mente y necesitas a alguien que la dé vida. Sin personaje, no hay historia. Así pues, junto con la idea, nace el personaje.
Sin embargo, como apuntaba en el párrafo de inicio, al principio ese personaje sólo es un apunte, un esbozo, una ligera idea de quién va a ser y cómo va a ser. En principio, y para dar los primeros pasos de simple ensoñación, el boceto de personaje cumple su papel: necesitamos un cuerpo con un nombre para que nuestra idea rule y la historia vaya tomando forma. Pero un personaje así no es más que un holograma dañado que sólo se refleja en dos dimensiones.
Para construirlo bien, el escritor ha de trabajar el personaje capa a capa hasta lograr darle forma y profundidad. Ahora bien, de nada sirve ese trabajo si, al final, lo que tenemos es sólo un perfecto personaje de ficción: perfecto, sí; pero de ficción. No vale. Hay que ir más allá.
¿Personaje de ficción o ser humano?
El personaje de ficción es un ser humano. Ésta es la premisa de la que debe partir todo escritor si desea construir personajes creíbles por los que el lector pueda sentir interés.
Por supuesto, los personajes son producto de la imaginación del escritor, pero el lector no desea entablar una relación emocional con entes ficticios. El lector quiere encontrar en tu libro un amigo a un enemigo, alguien a quien apreciar o detestar; alguien por quien sentirse preocupado, con quien empatizar; alguien a quien desear lo peor o, simplemente, desear… Y eso no se consigue dándole al lector un muñeco prefabricado, sino un ser humano que logre evocar todas esas emociones en el lector.
De modo que, como escritor, debes lograr establecer una unión emocional entre el lector y tus personajes. Debes conseguir que el lector se interese y se preocupe por lo que le ocurre al personaje, que lo vaya conociendo un poco más en cada página y que, al terminar la novela, lo conozca tan bien como conoce a sus mejores amigos.
Si no te empeñas en conseguir este tipo de unión entre tus personajes y el lector, éste nunca llegará a verlos como seres vivos; tan sólo serán… personajes de ficción. Y, ¡recuerda!, nadie empatiza con un ser imaginario, ni se preocupa por sus problemas, ni llega a desear que triunfe en su empresa o que salga derrotado de ella.
El mayor triunfo como escritor, en lo que respecta a tus personajes, es que estos continúen vivos en el cerebro del lector una vez que ha acabado el libro. Si al dar la vuelta a la última página, tu lector sigue pensando en ellos, hablando con ellos, viviendo sus aventuras…, tus personajes no habrán muerto con la vuelta del libro a un estante.
¿Pero…, qué es un personaje?
- Un personaje es lo que hace.
- Es aquél que tiene un motivo.
- Un pasado.
- Una reputación.
- Un personaje tiene sus propias características, únicas y propias.
- Tiene unos hábitos.
- Unos talentos y habilidades.
- Unos determinados gustos.
- Y, por supuesto, un cuerpo.
Un personaje se construye célula a célula atendiendo a cada uno de los ítems anotados. Si logras especificar cada uno de ellos y luego unirlos en un todo que resulte redondo, tendrás lo que buscas: un personaje de ficción que parezca un ser humano.
Lo veremos con mayor detenimiento en una próxima anotación.
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Fotografía: Noe Araujo, Unsplash.
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