En todo el mundo conocemos más especies de animales que de ningún otro grupo de seres vivos, y más especies de insectos que de ningún otro tipo de animal. Muchas especies de insectos son herbívoros muy especializados, ya que comen de una sola especie o familia de plantas, como suele ocurrir con las mariposas diurnas. Así, los gusanos de seda solamente comen hojas de morera, y en nuestros montes la mariposa arlequín se desarrolla únicamente sobre las aristoloquias, la cleopatra en ciertos espinos, las orugas de las mediolutos y de los lobitos comen gramíneas, y las de la manto bicolor (Lycaena phlaeas, dibujo), acederas (como la acedera de lagarto, Rumex bucephalophorus, en la fotografía). Siendo pequeños herbívoros, las orugas de las mariposas en realidad actúan como parásitos, porque dañan a la planta que comen pero sin causarle necesariamente la muerte. La enorme diversidad de insectos herbívoros especializados, desde las mariposas a muchos escarabajos y chinches, junto con la increíble cantidad de especies de insectos y nemátodos parásitos (y de insectos parasitoides), sugiere que vivimos en un planeta cuya biodiversidad consiste sobre todo en parásitos de un tipo u otro.
La historia evolutiva de estos diminutos parásitos está repleta de curiosidades. Por ejemplo, desde que las mariposas aparecieron, hace más de 100 millones de años, han entablado una silenciosa pero continua batalla evolutiva con su alimento, una partida jugada generación tras generación en la cual las plantas han desarrollado diversos venenos y sustancias desagradables que las han hecho menos apetecibles para los herbívoros, y las mariposas han tenido que adaptarse a esos tóxicos. Pero los tóxicos de una familia de plantas, incluso los de una sola especie, a menudo no son los mismos que los de otras familias o especies, y ante estas diferencias las mariposas se ven forzadas a elegir un grupo de plantas, ya que sus orugas no pueden resistir con igual éxito todas las toxinas vegetales. Esta especialización ha favorecido el origen de nuevas especies de mariposas, separadas de otras especies por desarrollarse sobre plantas con unas toxinas concretas. Debido a esta tendencia a la especialización, los grupos de insectos que han adoptado la dieta herbívora suelen tener más especies que sus parientes no fitófagos.
En el lento diálogo evolutivo entre plantas y mariposas reside una clave para entender la gran diversidad de estos y de otros muchos insectos herbívoros: con cada nueva familia de plantas que surgía, un nuevo tipo de alimento podía ser aprovechado por nuevos insectos especialistas, especies que al originarse favorecerían, a su vez, la evolución de nuevas toxinas protectoras en sus plantas nutricias, cerrando así un círculo vicioso en el que plantas e insectos se diversificarían juntos cada vez más, las unas progresivamente más armadas de toxinas, y los otros gradualmente más capaces de neutralizar esas defensas químicas. ¿Ha ocurrido realmente esta diversificación conjunta, esta coevolución? ¿O los insectos simplemente se han adaptado a la diversidad de plantas que ha ido originándose al margen de su influencia directa como herbívoros? Sea cual sea la respuesta, en el planeta de los parásitos la historia de los insectos especialistas y sus plantas nutricias parece clave para entender la biodiversidad.
Basado en algunas ideas de Biodiversity - an introduction (Gaston & Spicer, 2004). Dietas de las mariposas según la guía de mariposas de Tolman y Lewington (1997). Después de publicar esta entrada, descubro que su título es, por pura casualidad, el mismo que el de un relato de ciencia ficción de los años 30 (!).