Revista Libros
Celebro lo perdido, y por perdido doy cuanto gano,
y en la eterna batalla que es mi vida,
soy un rey vencido, y mis soldados soy caídos en combate.
Y aunque luché incansable desde el alba al ocaso,
mi reino no es mayor que esta pequeña piedra.
Esa es la versión que Juan Peña hace de ‘Lo que he vivido’, de Yeats. Es una de las quince traducciones que reúne en El poema extranjero, el volumen que publica La Isla de Siltolá en su colección Nuevas traducciones, que va precedido de una nota del autor en la que señala:
“He pretendido que estas traducciones sean lo más fieles posible al texto original. En ocasiones, sin premeditación, se me ha impuesto la traducción de una emoción más que la traducción literal de las palabras que crearon esa emoción. De ahí que mis errores se deberán no sólo a mi impericia filológica, sino a que yo, como lector, acaso haya leído una emoción equivocada en un poema extranjero.”
Y es precisamente ese hilo de emoción el que une estas quince estupendas versiones de poemas extranjeros como la Oda a una urna griega, El infinito, Correspondencias o El viaje a Bizancio, que revelan la capacidad del traductor, poeta él mismo, para captar la voz personal que vibra en los versos de estos textos.
Sin faltar al irrenunciable deber de ser fiel a cada una de las potentes voces poéticas traducidas (Hölderlin, Keats, Leopardi, Baudelaire, Yeats, Kipling, Rilke, Dylan Thomas), Peña deja en estas traducciones su impronta de poeta, su conciencia del lenguaje y su sentido del ritmo para hacer que los poemas extranjeros adquieran vida propia en sus versiones evitando el peligro de hacer meras transcripciones más o menos literales, prosaicas o incapaces de transmitir la fuerza del original.
Santos Domínguez