Los niños, alegría de la vida. Todo el mundo sabe la importancia que tienen los niños para sus padres. Aunque científicamente, de momento es imposible explicar ese vinculo. Que dura toda la vida y que no se rompe pase lo que pase. Todos a lo largo de nuestras vidas pasamos por diferentes etapas. Y cada una de ellas, nos irá aportando algo para acabar formando nuestra personalidad y lo que de verdad somos y seremos el día de mañana. Es curioso, como si observamos a un grupo de niños, de las mismas edades durante unos años. Nos encontraremos que todos pasan por las mismas fases, aunque dependiendo de los niños será más o menos intensas. Hoy, queremos centrarnos en una de esas fases que atormenta a muchos padres. El “por qué”. ¿Por qué preguntan tanto los niños? ¿Qué consiguen con ello?
Las fases.
Desde nuestro nacimiento, todos iremos recopilando una serie de información del mundo. Y es lógico, que como todos tenemos el mismo cerebro y pasado común. Todos estaremos preparados para aprender y relacionarnos de las mismas maneras. De hecho, podemos ver los instintos naturales. Como el programa básico con el que venimos. Y este programa, está formado por diferentes puntos que sabemos que tenemos que cubrir desde el comienzo de nuestras vidas. Como es aprender a comunicarnos, a protegernos, a alimentarnos, a aprender… El ejemplo más claro, es el instinto de succión. Por el cual, los bebés saben tomar el pecho, desde el mismo nacimiento.
Uno de los instintos naturales que nos interesa mucho. Es el de aprender. Las personas queremos aprender y entender las cosas que nos rodean. Y para eso, nuestro cerebro, sabe perfectamente lo que tiene que hacer para recoger la información. Nos encontramos con la fase del ¿Por qué?
Niño curioso, niño informado.
El arma que tiene nuestro cerebro para conseguir que aprendamos de forma instintiva. Es la curiosidad. Es cierto que si cogemos un libro del colegio y nos lo aprendemos de pe a pa. No tiene que haber sido que sintamos curiosidad por ello. Es algo establecido. Pero, nosotros hablamos del aprendizaje personal. Adquirir información que nos resulta relevante a nosotros y que queremos almacenar. No para ser la persona más inteligente, ni para aprobar una asignatura, ni por un trabajo. Sino por lo que nos motiva, lo que nos gusta, lo que vemos y no entendemos…
Leyendo un libro sobre filosofía. Encontré algo que me marco desde el principio. Definían la filosofía como los estudios que intentan dar explicaciones a los temas generales como ¿qué hacemos aquí? ¿De donde venimos? ¿La moralidad?… Y después, puntualizaba, que durante un periodo de tiempo, todos somos filósofos. Y esto sucede en los primeros años de vida. Llegamos a la Tierra, sin entender nada, sin saber que hacemos aquí. Y durante los primeros 10 años de vida, todo nos llamará la atención, no pararemos de recibir y almacenar la información que nos parece más relevante de forma subjetiva. Querremos saber que es el Sol, dioses, de donde vienen los niños…
Es fácil que un niño sea curioso. Si lo pensamos, cuanto menos sabemos y partimos de cero. Tenemos que saber que hacemos aquí. Pero, según vamos saciando o más bien respondiendo las preguntas. Nos vamos conformando más. En la actualidad, la mayor parte de lo que nos podemos plantear sobre la existencia. Está resuelta en cuanto nos hablan de Dios. Ya que para muchas de las preguntas filosóficas, ya las tendremos respuestas. Desmotivando nuestra curiosidad. Cuando hacemos 5 o 6 preguntas existenciales y tienen la misma respuesta. Nuestro interés y curiosidad irán disminuyendo.
Pero, curiosamente. Había un ejemplo curioso sobre la filosofía y su evolución según vamos creciendo. Hay algunos casos en la vida en los que nuestro mundo cambia. Cuando tenemos un accidente de tráfico. Y nos despertamos en la cama del hospital, sin acordarnos de nada. Todos al despertar, se hacen la misma pregunta. ¿Donde estoy? ¿Qué hago aquí? Por un momento volvemos a ser grandes filósofos.
Lo que quiere decir es que la curiosidad la tenemos siempre. La cuestión es creer que ya tenemos todas las respuestas contestadas. Los niños tienen una fase, en la que tienen mucha curiosidad. Quieren saber como funciona todo, aunque es evidente que no todos los niños son igual de curiosos. Nuestra responsabilidad es conseguir que nuestros niños sean curiosos el resto de sus vidas.
Conseguir que quiera saber las cosas y seguir aprendiendo. Y esto no es fácil. Pero hay muchas formas. Debemos alimentar su curiosidad. Y la fase del “Por qué” es fundamental en esto. Así debemos intentar contestar con alegría y dándole importancia y motivando que haga más preguntas. Si cuando el niño nos pregunta, parece que nos molesta, o le contestamos con una respuesta muy sencilla. El niño pasará a otra cosa.
Yo lo llamo el bucle. Muchas veces nos quejamos de que el niño lo pregunta todo. Pero, eso es muy bonito. Nos está diciendo que quiere aprender. Y eso no lo solemos premiar. Sino que le llamamos “pesado”. Y luego nos quejamos por que no preste atención y no sienta curiosidad por asignaturas que son muy aburridas.
La próxima vez que el niño nos pregunte por algo. Intenta enrollarte y llamar su atención sea lo que sea. Y siempre que puedas, intenta dejar la explicación con algo que creas que le va a producir curiosidad. Y le hará volver a preguntar. Lo que estaremos haciendo, es convertir la fase, en todo un aprendizaje de la curiosidad. Si conseguimos despertar su curiosidad y no matarla como nos encontramos en el colegio. Tendremos a un niño cuyo ansia por aprender no acabe nunca. Aunque sea en temas que a él le gusten. Y por supuesto demostrará gran pasión por la vida y por algunos temas.
Se acabo la curiosidad.
Vivimos en un mundo en el que los adultos tienen muy poca curiosidad por cosas importantes. Pero, no solo eso, la pasión está muriendo. Muchos años atrás, la gente tenía que buscarse sus hobbies, sus entretenimientos. Y en muchos casos era leer. Aunque un día llego la Tv. La cual, ha sido la principal responsable de ir acabando con nuestra curiosidad progresivamente. Vemos como los programas de la tele, van bajando de calidad con los años. Dicen, es lo que quiere la gente. Yo diría que más bien es a lo que se le ha acostumbrado a la gente.