El fiscal del caso Gurtel ha hecho un extenso relato donde encuentra culpable al PP de mantener una contabilidad “B” y una financiación ilegal durante quince años. No lo dice ningún candidato de algún partido de izquierdas ni ninguna prensa dada al sensacionalismo: lo dice el fiscal de un caso que lleva siete años instruyendo la causa.
En cualquier país normal, un hecho de esta naturaleza, con decenas de cargos del partido imputados para los que se piden más de cien años de cárcel, provocaría la dimisión inmediata de todos los responsables orgánicos del partido durante ese período de tiempo hasta que la causa se viera y se juzgara en los tribunales. El PP dice que “no es una causa del PP, sino contra el PP”. Las víctimas.
Esto no es sino una estrategia que el Partido Popular viene aplicando desde hace mucho tiempo: la culpa es de los demás. O del empedrado.
En el hundimiento del Prestige en las costas gallegas en 2002, para las autoridades gallegas o nacionales, el único culpable fue el capitán del barco, el griego Mangouras. Incluso Ana Botella fue más allá, como acostumbra, en su filosofía profunda: “En la catástrofe del Prestige sólo hubo un culpable: el barco”. El capitán o el barco.
En la catástrofe del Yak-42 en 2003, murieron en Turquía 62 militares españoles y 13 miembros de la tripulación, los culpables según Federico Trillo fueron “tres militares que recibían órdenes pero que actuaron por su cuenta”. Los que actuaron por su cuenta.
En el atentado del 11-M de 2004, con 198 muertos, el Gobierno de José María Aznar trató en vano de culpar a la banda terrorista ETA, con llamamientos a los medios de comunicación, circulares a instancias internacionales y ruedas de prensa dirigiendo la responsabilidad a los etarras. Ángel Acebes, insultó a quienes dijesen o creyesen otra cosa. ETA.
En el accidente del Metro de Valencia en 2006, con 43 muertos y 47 heridos, ocultados a la opinión pública y silenciados por la televisión valenciana, la culpa según la Generalitat Valenciana encabezada por Francisco Camps fue del conductor, Joaquín Pardo, uno de los fallecidos. El muerto.
Al inicio de la crisis económica, en 2007 la conclusión del Gobierno fue “que los ciudadanos, que han vivido por encima de sus posibilidades”. La irresponsabilidad (e ilegalidad en muchos casos) de las entidades financieras, las leyes alentando la especulación inmobiliaria redactadas por el Gobierno Aznar, la falta de control de los mercados y la corrupción para enriquecerse desde las instituciones, para el PP, no tuvieron nada que ver. Los ciudadanos.
Cuando el escándalo del Caso Bankia empezó a asomar, que Miguel Blesa, compañero del colegio de Aznar, utilizara Caja Madrid como su propio cortijo para comprar a políticos y sindicalistas, haciéndolos ricos y haciéndose él más rico aún a costa de estafas (preferentes) no tenía la menor importancia y Aznar “puso la mano en el fuego” por su amigo y por su honradez. Que la caja madrileña pasase a ser un banco presidido por Rodrigo Rato, ex vicepresidente de Aznar y presidente del FMI, en una operación que ha esquilmado las arcas públicas (23.000 millones de aportación del dinero de todos) no cuenta. El único condenado por ahora a 17 años de inhabilitación es el juez que se atrevió a hacer pisar la cárcel a Blesa, Elpidio Silva. No se han atrevido a expulsar a Rato y él ha pedido la baja en el partido. El juez.
En el accidente ferroviario en Santiago de Compostela en 2013, según el Gobierno, sólo el maquinista que conducía el tren, Francisco José Garzón, fue el responsable de hacer colisionar el Alvia en la curva ‘A Granderia’ de Angrois, a 3 km. de Santiago de Compostela (A Coruña) y que muriesen 80 personas y hubiese decenas de heridos y traumatizados. La insuficiente señalización de la vía, el precario sistema de seguridad para los cambios bruscos en la alta velocidad (220 a 80 km/h), las recomendaciones continuas de los maquinistas para que se resolviesen éstas y otras deficiencias no tienen ninguna trascendencia. Una diputada del PP de la Asamblea de Madrid, víctima del accidente, ha dimitido y no ha sido responsabilizada del mismo por casualidad. El responsable segundo del Ministerio de Fomento, Rafael Catalá, ha sido ascendido a ministro de Justicia. El maquinista.
En la tragedia en la frontera de Ceuta del pasado año, la conclusión de Interior es que los 15 inmigrantes que intentaron llegar a España a nado en la frontera de Marruecos con Ceuta son culpables de su propia muerte por ahogamiento. Que el material antidisturbios de la Guardia Civil (bolas de goma, botes de humo y cartuchos de fogueo) impactara contra los débiles nadadores es lo de menos. La culpa fue de los muertos. Los inmigrantes.
En la reciente crisis del ébola, la enfermera Teresa Romero ha sido señalada como culpable por el PP y por el Consejero de Sanidad de la Comunidad Madrileña, pues fue culpabilizada por tocarse la cara con el traje de protección tras atender al misionero García Viejo, infectado en África. El perro Excalibur fue sacrificado sin contemplaciones. La enfermera y su perro.
En el caso Gurtel que instruye el juez Ruz, con un registro de la sede del PP incluido, el primero en caer fue el juez que comenzó la investigación de la trama de corrupción incrustada en el Partido Popular, Baltasar Garzón. El Tribunal Supremo condenó a once años de inhabilitación al magistrado. Que buena parte de los encarcelados por la Gürtel, incluido el cabecilla Francisco Correa, estuvieran en la boda de la hija de Aznar o en las administraciones y puestos orgánicos del PP es lo de menos. Las escuchas ilegales.
Luis Bárcenas que hoy puede tener la libertad bajo fianza de 200.000 euros, después de descubrírsele una fortuna de 42 millones en Suiza, se mantuvo en el partido meses y años después de conocerse los hechos. Dolores de Cospedal, en un farragoso parlamento lo trato de justificar como un “finiquito diferido”. Rajoy le mandó SMS de ánimo aun cuando ya se conocían la mayoría de los delitos. El finiquito. O el diferido.
Sean el barco, el juez, el maquinista, los muertos, los pilotos, ETA, las escuchas, la enfermera, su perro o el finiquito, el PP nunca tiene la culpa.
Y de castigo, Carlos Floriano, se encarga de explicárnoslo, en cada evento.
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