Tres hermanas Miner, Luci y Liber eran las que bendijeron aquella unión imbendecible, tres criaturas inquietas y juguetonas que llenaron el castillo y sus alrededores de risas e ilusiones casi imposibles.
Cira encontró al fin el cinturón de su hija que las ninfas, habiéndolo reconocido, arrebataron a un alma en pena expulsada de los avernos.Desesperada y apretando contra su pecho la única reliquia que de su hija le quedara, la reina se negó a regresar al castillo, y vagó por los campos convirtiendo en cenizas con sus lágrimas prados, bosques y cosechas.
Alarmado el rey, viendo la desesperación de su esposa, la pérdida de su primogénita y la ruina de los hombres y sus campos, encontró al fin la forma de bajar a los avernos con ayuda de un diablo bien pagado que le mostró un oculto atajo, y allí halló a su hija tiernamente abrazada a su terrible esposo.
Les habló de lo que estaba sucediendo y la conveniencia de que la joven esposa regresara a presencia de su madre.
Volcano no quiso escuchar sus airadas quejas y trató de quemar en la hogueras eternas al arrojado monarca, pero Liber se interpuso. Sentáronse entonces los dos hombres a hablar, obligados por la dulce exigencia de la reina del Hades, y al fin llegaron a un acuerdo: La hija volvería junto a su madre, al cielo abierto de los prados floridos durante la primavera, y regresaría en otoño junto a su amante esposo para gobernar en su compañía la oscuridad de los avernos.
Y es por eso que hoy los prados florecen cuando ella nos visita y que sus flores perecen al verla partir.
(Cuento inspirado en el mito de Proserpina)