En la charla posterior a la primera proyección de El premio, sus responsables insistieron en destacar y agradecer la colaboración de los habitantes de San Clemente del Tuyú. La directora Paula Markovitch se refirió además a su infancia en esa localidad y a los recuerdos que inspiraron la historia presentada ayer en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
“Obra colectiva anclada en la memoria” parece una buena definición para esta coproducción franco-germano-mexicano-polaca que nos retrotrae a tiempos de nuestra última dictadura militar, y cuya realización coincidió con la conmoción que causó la aparición de cuerpos arrojados desde los vuelos de la muerte al Atlántico. La decisión de contar nuestro pasado a partir de las vivencias (y la comprensión) de una nena de siete años evoca al film brasileño O ano em que meus pais saíram de férias.
La relación entre la escuela y el orden de facto es una de las aristas de este largometraje con imágenes y discursos potentes, por ejemplo el entierro de libros en la playa o los argumentos de la maestra a favor de la delación. Como el mar que entra en la casa (más bien refugio) de Cecilia y su madre, el Estado totalitario irrumpe y se impone en aulas y hogares.
En pocas palabras, Markovitch cautiva al público con un guión sólido y con tres niños cuyas actuaciones terminan opacando el desempeño del elenco adulto. En especial Paula Galinelli Hertzog y Sharon Herrera se adueñan lícitamente de la pantalla, también de nuestra mirada y nuestro corazón.
El premio participa de la competencia internacional del Festival. Compite con pesos pesados, y sin embargo parece poco probable que los espectadores olvidemos un trabajo cuya autoría es compartida con toda una comunidad.