Revista Cultura y Ocio

El premio, de Paula Markovitch

Publicado el 25 mayo 2012 por María Bertoni

El premio, de Paula MarkovitchEn el marco de la mini-cobertura que le dedica a la 14ª edición del Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos, Espectadores recomienda El premio, película distinguida en el Festival de Mar del Plata de 2011. En el DerHumALC, esta coproducción mexicano-franco-germano-polaca participa de la competencia oficial de largometrajes; los interesados podrán verla mañana a las 20 y el lunes 28 a las 22 en el cine Gaumont.

Paula Markovitch cuenta una historia de exilio interno en plena dictadura militar, a partir de las vivencias (y la comprensión) de una nena de siete años. “Obra colectiva anclada en la memoria” parece una buena definición para este largometraje cuyo rodaje realizado en San Clemente del Tuyú, con la colaboración de su población, coincidió con la aparición de cuerpos arrojados desde los llamados “vuelos de la muerte”.  

La persecución política, la desaparición de personas, la guerra de Malvinas son los tres fantasmas históricos que acechan a Cecilia y a su mamá en su nuevo hogar al borde del mar. La niña enfrenta además la incertidumbre sobre el paradero de su padre ausente, que en principio parece haberse quedado en la sitiada Ciudad de Buenos Aires.

La relación entre la escuela y el orden de facto es una de las aristas de este film con imágenes y discursos potentes, por ejemplo el entierro de libros en la playa o los argumentos de la maestra a favor de la delación. Como la marea que entra en la casa (más bien refugio clandestino) de madre e hija, el Estado totalitario irrumpe y se impone en aulas y hogares.

Markovitch cautiva al público con un guión sólido y con tres niños cuyas actuaciones terminan opacando el desempeño del elenco adulto. En especial Paula Galinelli Hertzog y Sharon Herrera se adueñan lícitamente de la pantalla, también de nuestra mirada y nuestro corazón.

Algunos espectadores encontrarán similitudes entre El Premio y la brasileña El año en que mis padres se fueron de vacaciones. Dicho esto, el trabajo de Markovitch hace gala de un indiscuble brillo propio.


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