En el Foro (Fotografía de Xavier Garabito).
Fui invitado a participar en el Foro de Análisis de Prospectiva Política desde la Opinión Pública organizado en Guadalajara por el PRI Jalisco. El tema: “Lo que se hizo y dejó de hacer y el porqué de los resultados electorales del domingo 7 de junio”. Mi conclusión: Que a sus 85 años de existencia, el PRI sufre ya los estertores de la muerte y que sólo lo salvaría acabar con la corrupción que agobia al país; si no lo hace, le quedan tres años de vida.
A continuación, el texto del discurso:
No quiero perderme en análisis ya realizados profesionalmente aquí y en otros foros. Tampoco quiero quedarme en un simple reparto de culpas que a estas alturas sale sobrando.
La idea fundamental que deseo exponer en este foro es crítica, sí, pero constructiva. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y creo que de esto se trata ahora, de aprovechar las lecciones de la Historia para valorar los aciertos que ha tenido este partido político y evitar los errores que amenazan su existencia.
Después de todo, no ha sido un partido malo
Hoy tengo plena conciencia de que el PRI no ha sido tan malo como muchos piensan. Como partido ha tenido errores, pero también aciertos de trascendencia política y social que contribuyeron en gran medida al bienestar de los mexicanos, como lo fueron la creación del Seguro Social y del Infonavit, la educación popular, el reparto agrario, la defensa de la soberanía y el orgullo nacional.
A su fundador, Plutarco Elías Calles, se le puede atribuir el error histórico motivado por sus fobias religiosas, es decir, la Guerra Cristera, que dejó sobre todo en esta región de México grandes secuelas, de las cuales todavía no nos reponemos.
Sin embargo, nadie en su sano juicio le puede negar a don Plutarco tres grandes aciertos: Primero, acabar con los cacicazgos regionales que agobiaban a la nación en los años 20 y 30 del siglo pasado; segundo, ordenar la hacienda pública que los caudillos revolucionarios dejaron en bancarrota, y tercero, darle una estructura viable a la política nacional.
El PRI aportó algunos buenos gobernantes
Con relación al gobierno y a la política jalisciense, quiero decirles que en más de medio siglo de ejercicio periodístico tomé nota de infinidad de anécdotas de los gobernantes jaliscienses de todos los tiempos, mismas que próximamente se publicarán con el título “Anecdotario Político de Jalisco”.
Este Anecdotario reúne una selección de cerca de 500 anécdotas correspondientes a más de 60 gobernantes de nuestro Estado, ordenadas cronológicamente, desde Prisciliano Sánchez hasta nuestros días.
Esta obra, que fuera de lo solemne y oficioso refleja el verdadero carácter de cada gobernador, nos ayudará a entender que en sus casi 200 años de independencia, Jalisco ha tenido excelentes, buenos, regulares, malos y pésimos gobernantes.
De ellos aprendemos tanto por sus errores como por sus aciertos.
Hoy nos asomamos a las calles y vemos amplias avenidas, edificios públicos, plazas, monumentos… Salimos al campo y vemos también carreteras, obras de riego y de agua potable, escuelas, pero no nos detenemos a pensar en quiénes las promovieron y mucho menos en las dificultades que tuvieron para hacerlas. Pensamos que todo esto surgió por generación espontánea o por arte de magia.
Y son las anécdotas, no los informes de gobierno, las que revelan lo que realmente estuvo detrás de todas esas obras y también del ambiente de seguridad y paz pública, hoy lamentablemente perdido.
Por lo que al PRI respecta, puedo asegurarles que este partido debe sentirse orgulloso de haber aportado en sus 70 años de gobierno ininterrumpido algunos de los mejores gobernantes que ha tenido Jalisco en toda su historia.
Pero aquí viene lo triste… o el reto, según se vea
Siento, sin embargo, que el PRI, tanto a nivel nacional como local, está sufriendo ya la agonía, los estertores de la muerte, porque en esta segunda oportunidad histórica que le dieron los electores se ha dedicado más a cavar su tumba que en asegurar su permanencia en el poder.
Si las cosas en el gobierno siguen como van, con esta corrupción rampante que no tiene precedente, la manifiesta impunidad y la ostentación del lujo y el despilfarro, que contrastan con un país de pobres, mucho me temo que difícilmente saldrá este sexenio. Y no sólo es la muerte del PRI, sino de toda la partidocracia, que se ha dedicado a velar más por intereses cupulares que por los del común de la gente, incluyendo la clase media, cada vez más diezmada.
El PRI, durante muchos años, defendió los intereses de la clase trabajadora y también de la media (de esto hay infinidad de pruebas), pero ahora no atiende ni a unos, ni a otros, sólo a los ricos (inmensamente ricos), y esto, cualquiera puede entenderlo, es suicida para un partido político. Venderse al mejor postor es cómodo y rinde dividendos inmediatos, pero no es una estrategia inteligente.
La demagogia, la mentira, el engaño, han llegado al grado de acabar con el significado mismo de las palabras. Para sostenerse en el poder ya ni siquiera vale enarbolar banderas populares sobre las cuales se ha hablado demasiado y nada se ha hecho en los últimos tiempos: Pobreza, inseguridad pública, injusticia, desigualdad social, deterioro ambiental, etcétera. Esto ha sido relegado en la práctica por la clase política. Lo sabe todo el mundo y ya ni caso tiene gastar saliva y tinta en ello.
Cuestión de vida o muerte
Lo urgente ahora, porque es una cuestión de vida o muerte, es extirpar el cáncer de la corrupción, que está socavando no sólo al PRI, sino a todo el sistema político y a las bases mismas del Estado Mexicano, lo único que nos queda.
Me considero un estudioso de la Historia de México, y en sus casi 500 años de mestizaje no veo una época de tan descarada corrupción e impunidad como la que hoy vivimos. Es tal su gravedad que los tiempos de Su Alteza Serenísima Antonio López de Santa Anna, en el siglo 19, y los de algunos de los peores virreyes de la Nueva España, se quedan cortos.
No quiero ser ave de mal agüero, pero en las actuales condiciones no garantizo que el PRI salga vivo de este sexenio. Lo ocurrido el pasado 7 de junio fue el principio del fin.
Si realmente hubiese propósitos de enmienda yo empezaría por cambiar el lema del partido, Democracia y Justicia Social, en el que ya nadie cree, por el de Austeridad y Honradez en el gobierno, y claro, lucharía aún a costa de comodidades personales, para que esto se haga realidad, porque un simple eslogan electoral sería más de lo mismo.