El primer beso

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Seguro que lo han visto. Ha sido el vídeo más compartido de la última semana. Les habla del vídeo de los besos. Es un vídeo hermoso, bello, cuidado.  En blanco y negro. En él,  unos 20 extraños protagonizan un vídeo de unos cinco minutos que ya acumula 36 millones de visitas. Y subiendo.

Algo hacía sospechar que había gato encerrado. ¿Quién iba a querer reunir a 10 parejas, totalmente desconocidas hasta el momento de la grabación, para observar su reacción ante el primer beso? ¿Cuál era el propósito? ¿La belleza por la belleza? Pero eso no fue óbice para que, ella la primera, compartiera y recomendara el vídeo en sus redes sociales. La hiperconectividad, la sobreexposición y la viralidad de lo bello pudieron con cualquier atisbo de duda.

Cortesía de Tatia PIlieva

Todo era demasiado perfecto. Las parejas, elegidas a priori al azar, eran personas aparentemente normales pero de aspecto cuidado. Gente de diferentes edades, de acuerdo, pero no había ni una sola persona fea. Tres días después de que First Kiss –el primer beso- estuviera circulando por la red, se supo que la obra de arte visual de la realizadora Tatia Pilieva era un anuncio. Muchas de las personas que lo habían compartido se sintieron estafadas: había una marca detrás. Y ¿qué?

Estamos en un entorno cambiante donde la relación de los consumidores con las marcas está cambiando. La publicidad debe dejar de ser intrusiva para ser buscada por los usuarios. Prueba de ello es que el vídeo continúa compartiéndose a pesar de conocerse que es una campaña de una firma de ropa americana.

El branded content –el contenido- es tan potente, tan bueno y real que es una delicia contemplarlo porque conecta con cada uno de nosotros y nos transporta a aquella primera vez. En la que estábamos aterrorizados y excitados a partes iguales. ¿Quién no recuerda su primer beso? ¿Quién no recuerda a aquella primera persona?