Todo el mundo creyó que la estupenda El dilema (Michael Mann, 1999) abordaba la polémica en torno a las grandes tabacaleras en Estados Unidos. Su visionado dejaba a las claras que el verdadero fondo del filme buceaba en las corporaciones audiovisuales y sus noticiarios estrella. Con este trabajo nos encontramos ante un caso similar. El título para su distribución en España nos remite a una trama política de suspense, excusa argumental para trasladar al espectador el verdadero meollo tras el guión: los límites de la información, el conflicto de ésta con asuntos de seguridad nacional y, en última instancia, el salto de calidad de un diario, capitalino aunque local, para convertirse en cabecera de referencia en el periodismo de investigación no solo en Estados Unidos sino a nivel mundial.
El original, The Post, hace referencia a la denominación popular del The Washington Post, una clara pista del camino elegido por el largometraje. El contexto no puede ser más atractivo: la toma del control del consejo de administración del rotativo por parte de la viuda del anterior rector en un periodo convulso en el que coinciden simultáneamente la obligada salida a bolsa de la compañía y las reticencias que puedan causar en los posibles inversores la publicación de documentos filtrados de alto secreto que dejan al descubierto treinta años de mentiras de las distintas administraciones de la Casa Blanca concernientes a su relación con Vietnam.
Con la libertad de prensa como telón de fondo, el foco queda fijado en el desencuentro entre la propiedad de esta empresa familiar (y los intereses de los socios capitalistas que la sostienen) y la profesionalidad de los periodistas que tratan de conseguir las mejores noticias para sus lectores. Las dos vertientes del negocio están personificadas en Kay Graham (Meryl Streep), esa mujer que se ha encontrado con este caramelo envenenado y a la que ningunean como gestora eficiente, en una muestra del machismo imperante en los años 70 que por desgracia todavía sigue coleando en pleno siglo XXI, y Ben Bradlee (Tom Hanks), el responsable de que el Post mantenga su independencia sobre intereses políticos y económicos y encargado de insuflar el virus del inconformismo en sus redactores.
Spielberg continúa por la senda abierta con Lincoln desarrollando temas complejos que apelan al espíritu crítico del público. Los periódicos son el primer borrador de la historia, dice uno de los personajes, una declaración de intenciones del director, que en esta etapa de su carrera busca profundidad apelando a argumentos ya planteados por la pequeña pantalla, The Newsroom, y en los que también ha hincado el diente el cine, La sombra del poder o Spotlight.
Esta imponente obra, que libreto y realizador sitúan con sus guiños como el prólogo canónico a la magnífica Todos los hombres del presidente, nos lega una sentencia que a muchos nos gustaría ver enmarcada en letras doradas (por muy utópico que parezca) en todas las redacciones de los medios de comunicación que nos rodean: «La prensa debe servir a los gobernados, no a los gobernantes».
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Amblin Entertainment, Dreamworks, Participant Media, Pascal Pictures. Cortesía de Entertainment One Spain. Reservados todos los derechos.
Los archivos del Pentágono
Dirección: Steven Spielberg
Guión: Liz Hannah y Josh Singer
Intérpretes: Maryl Streep, Tom Hanks, Bob Odenkirk
Música: John Williams
Fotografía: Janusz Kaminski
Montaje: Sarah Broshar
Duración: 116 min.
Estados Unidos, 2017
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