El primer gran desfile de Cibeles no ha tenido banda sonora, ni luces, ni coreografía, ni decorados. Sí flashes -muchos, más de los que iluminarán las caras de muchas modelos estos días- y un front row algo estresante, con "invitados" pegándose por captar el mejor plano, la mejor sonrisa o algún que otro susurro de la protagonista.
Ella no ajusta patrones, pero dicen que tiene a todos a raya y que corta algún que otro traje. Tampoco recorre la pasarela con la barbilla alta y el paso delirante, pero delgadez le sobra para probar suerte. Y, aunque a veces se empeñe en dar la espalda a los medios, posar sabe. Y brillar, también. Por eso, seis años y pico después de convertirse en princesa, Letizia, la mejor embajadora de la moda patria -que se lo digan a Caprile y a Armand Basi- ha decidido que iba siendo hora de rodearse de quienes la visten, quisieran vestirla o sueñan que la vestirán.
(Foto: Reuters)
Y un debut así no podía hacerlo de cualquier manera. Por eso ha recurrido a uno de sus diseñadores de cabecera, Adolfo Domínguez. Pantalón blanco -ella y sus kilos de menos se lo pueden permitir-, blusa de gasa malva y rebequita en el mismo tono. Muy mona. Aunque o llevaba el pantalón mal puesto o el bajo estaba mal cogido... porque esta diferencia en el largo de las perneras no parece ser una nueva tendencia de moda.
El gallego dice que a él no le pone especialmente que la princesa elija sus creaciones -ignoro si lo dice con la boca pequeña y las cejas grandes-. Que lo importante es que haga patria -ya que la patria la mantiene a ella... esto lo digo yo- y que vista diseño español. Y ella, que es muy princesa y muy diplomática, quiso hacerse la foto en el mismo escalón que los modistos... pero no, tenía que hacérsela con Espe -muy torera ella- y compañía.
Dice Juana Martín que la pobre fue simpática en lo que la dejaban -que era poco, se deduce-, "que la llevaban corriendo de un lado a otro" -y a nosotros detrás, para más dolor de mis pinreles-. Que no va a ver ningún desfile para no hacer a nadie de menos, pero que no se dejó por estrechar ni una sola de las 50 manos -una por cada diseñador cibelino- que se alargaron a su taconudo paso.
Y como no sólo de ropa viven las princesas, Letizia se detuvo -y mucho- en la sala de chapa y pintura. Delante del espejo quiso pasar la prueba del algodón y le preguntó a Yolanda López, directora de Maquillaje de Cibeles Madrid Fashion Week "desde la edición cero" -apunta ella-, que qué tal la veía. La respuesta: muy natural, muy sencilla, muy luminosa, muy transparente... muy "real".
Dicen los diseñadores que nunca antes habían visto tanta expectación en Cibeles. Que la princesa mueve montañas -¿será por los fotógrafos que se subían a las sillas, jugándose el tipo por la mejor instantánea?- y que esto le va a venir que ni pintado a la pasarela. Algunos, como Antonio Alvarado, alucinaban tanto que se pusieron a hacer fotos a la horda de prensa apostada frente a ellos para hacer la foto de familia. Descomunal. La foto de la foto. Qué fashion.
Y consciente de que la visita de la princesa era el tren que había de coger, una diseñadora muy aviesa, con un ojo tan creativo como comercial, se apuntó el tanto de la mañana: Letizia se fue del Ego de Cibeles con un jersey de Marta Valdespino bajo el brazo. Esta muchachita de Valladolid sí que sabe de marketing.
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