O mejor dicho, cuando Eddie Murphy era el príncipe. A día de hoy, el nombre de Murphy no es sinónimo de éxito. Sus últimos trabajos reseñables en el cine han sido poner la voz a un personaje en Shrek y esa nominación al óscar que le proporcionó Dreamgirls. Hace diez años, se le conocía como el hombre con el éxito más variable del mundo. Una película le lanzaba a lo más alto y la siguiente le hundía en la bancarrota. Parecía un extraño equilibrio que todos sabíamos que acabaría decantándose por alguna de las dos opciones, y que finalmente arrastró a Murphy a los mercados domésticos del DVD.
Pero en los noventa, Eddie Murphy era el rey de la comedia. Una estrella de Hollywood en lo más alto de su carrera y que sabía mezclar el humor con la acción de una forma que Will Smith imitaría cuando diese el salto tras acabar El Príncipe de Bel-Air. Entendiendo esto, es fácil analizar una comedia tan mítica de su filmografía como lo es ‘El príncipe de Zamunda’.
Eddie interpreta al heredero al trono de una pequeña nación africana. Pequeña, pero inmensamente rica. Desde el comienzo del metraje ya nos damos cuenta de que el lujo ha rodeado a Akeem desde su nacimiento. Como una película propia de finales de los ochenta, vemos que los grandes decorados son pintados, y a día de hoy, el lujo que nos parecía ver hace años (cuando algunos de nosotros éramos niños) ha deslucido un poco. Aun así, se puede decir que la película no ha envejecido mal, ya que lo que importa es la actuación y la historia que nos quieren contar: La de que el príncipe, cansado de la vida que lleva y oponiéndose al matrimonio que sus padres le han concertado, decide viajar por el mundo en busca de una esposa. Y decide buscarla en Nueva York, en el barrio de Queens. Esta decisión, poco menos que improbable, es el motor que inicia esta peculiar búsqueda del amor.
Akeem y su principal asistente (Interpretado por Arsenio Hall) van al lugar más pobre y patético, y descubrirán que encontrar una chica no es tan fácil como parece. Ahí quedan momentos tan buenos como las entrevistas realizadas en las discotecas, (impagable ver al propio Arsenio Hall interpretando a una mujer con voz de camionero) donde vemos que el mundo está lleno de gente rara. Por supuesto, Murphy conocerá a una chica humilde, inteligente, atractiva y con responsabilidades pero que, claro está, tiene un novio que aparte de parecer el hijo de Lando Calrissian es un subnormal y nos cae mal desde el principio.
La historia sería la de la típica comedia romántica si no aprovecharan al máximo los puntos fuertes de Eddie Murphy. Sí, se trata de una película al servicio de su completo lucimiento, donde él es un tipo increíble, inteligente, amable y para nada arrogante, vamos, el sueño de toda madre. Pero se tolera gracias a que las dosis de humor son muy altas. Murphy y Hall interpretar a una amplia variedad de personajes como son los ancianos de la barbería, y sientan un peligroso precedente, el de Murphy interpretando solo a la mitad del reparto y que acabaría por hundirle en comedias soeces y sin puñetera gracia.
Por supuesto, Pronto la situación empeorará cuando la chica descubra que el joven que se hace pasar por pobre es un príncipe, haciendo lo típico, que en vez de caer a sus pies inmediatamente, se enfade por haberla engañado. Lo que contrasta un poco con la actitud del padre de la chica, claro ejemplo de una mentalidad consumista y que deja bastante de desear, ya que hasta entonces apoyaba al rival de Akeem en el amor.
Esto hace que me pregunte: ¿Buscan retratar al padre como un personaje cómico, o es cierto que mucha gente cambiaba (y cambia) cuando sabemos que alguien tiene dinero? ¿Se trata de una caricatura o realmente éramos así, y no están intentando exagerar el personaje, sino que nos lo presentan como algo absolutamente normal dentro de lo que cabe? Verlo así hace que nos planteemos el concepto del “éxito” al que muchas personas aspiran, a que un día caiga un príncipe del cielo con los bolsillos llenos de dinero, y que a la vez sea amable, atento, listo y educado. Un ejemplo de un mundo consumista y sin muchos medios, producto de una época tal vez un poco más ingenua en según qué cosas, pero que al margen de todas esas posibilidades consigue crear una comedia agradable y divertida, entretenida y que se puede ver a día de hoy comprobando que no ha perdido ni una pizca de su frescura.