Revista Diario
El nudo en el estómago se tensaba cada vez que la hora iba avanzando. Era el día en que nos volvíamos a ver después de tanta ausencia, de tantos silencios.
Había algo dentro mío que no me generaba buena vibra, sentí que algo se me había escapado en este tiempo, algo que cuando nos viéramos, iba a crecer de forma intensa. Era un vacío, como un agujero negro que iba a pasos agigantados hacia mi interior.
Me había prometido a mí misma, que iba a liberarme de cualquier pensamiento, de cualquier idea extraña y solo me disponía a disfrutar. Pero ¿Qué fue lo que paso? Todo lo contrario. Mi mente iba a una velocidad incalculable, mi cuerpo tenía un letargo y apenas estaba ahí, en la misma habitación junto a el.
Sabía que ni bien sus manos me toquen, iba a generarme lo mismo que aquella ultima vez que. No recordaba el sabor de sus labios, apenas recordaba la intensidad con la que sin palabras manifestaba todo aquello que traía acumulado consigo.
Mis pensamientos recalculaban una y otra vez lo que estaba sucediendo en ese instante. No podía hacer otra cosa que pensar una y otra vez: ¿Qué hago acá?
Fueron meses de absoluto silencio, fueron meses donde poco a poco se acallaba ese sentimiento que me generaba cada vez que escuchaba su voz, que sentía al ver su nombre. Fue un tiempo en el que decidí matar poco a poco lo ínfimo que teniamos, pero como siempre, por alguna razón el imán vuelve para atraer a su opuesto. Y aquel sacrificio parecía irse por la borda. Solo había una sola cosa que haría que eso valga la pena, y era este encuentro. Era el ultimátum a algo que ya caduco, que venció hace tiempo pero que no queremos admitir.
Estábamos a destiempo, se mostraba hambriento, quería que consuma su veneno, pero no pude. No hice más que alejarme cada vez que podía un poco más.
Sentí la necesidad de hallar en su mirada, algo que me ayude a descifrar que tan cierto era todo esto. Mi mirada perdida se volvió un estorbo para él. Sentí como se preguntaba una y otra vez que me pasaba, porque estaba tan indescifrable en ese instante.
Y mi silencio fue la jugada que no soportaría. Se reinventaba una y otra vez queriendo provocarme una sonrisa instantánea, lo lograba, pero no podía sostenerla mucho tiempo más.
Se volvió todo en mi contra, mi cuerpo estaba incomodo, mi alma se había ido y solo me quede con un vacío inagotable.
Me vi esquivando su mirada, como ese primer encuentro cuando después de volar durante una hora, por fin nos ibamos a conocer. Esquivaba la mirada porque lo único que haría era delatarme, dejar desnudo mi sentimiento más puro. Y rara vez permito que eso suceda.
El encuentro fue como un volver a empezar, volver a descubrirnos. En el kilómetro cero estábamos ambos, al parpadear, el ya traía varios kilómetros de ventaja, mientras yo, me quede en punto muerto sin poder avanzar.
Una vez que la luna asomo en el cielo, de a poco iba transformando mis limitaciones en algo un poco mejor. Pero, aun así, todo era difícil, extraño.
El insomnio me ataco esa noche, como suele hacerlo a menudo. Esperaba caer rendida sobre la almohada, pero apenas pude cerrar mis ojos.
Él estaba ahí, perdido en algún sueño profundo. Había olvidado como era contemplarlo en medio de la noche. Como es costumbre, mis manos se encargaban de acariciar cada rincón, con total ternura y desinterés. Como me hubiera gustado a mi recibir esa misma caricia estando dormida.
Mientras la caricia se perdía, yo estaba perdida en un gran agujero negro y no podía salir de él.
Así pase toda la noche, intentando desprender de mi algo que me ayude para alinearme en ese instante. No hubo caso. Estaba todo perdido.
El sol se encargó de colarse por los ventanales, entramos en el descuento. Ya no nos quedaba tiempo. Cada uno iba a seguir su ruta, pero lo que no sabían es que aquello era el principio del fin.
Se volvió todo oscuro, todo gris. Consecuencias de aquellos tiempos en los que la intensidad era más fuerte que cualquier otra cosa, que no importaba contra que viento íbamos, simplemente íbamos. ¿Dónde quedo aquello que nos hacia eternos? ¿Dónde se quedaron esas ganas de pasar un rato más juntos?
Ya nada de todo eso está en nosotros y la cruda realidad nos sacude el cuerpo. El polvo nos cubrió por completo. Somos un caso perdido, donde jamás nos molestamos en ser sinceros con nosotros mismos. Nuestro interior ardía con el fuego más puro, y nos encargamos de apagarlo por el simple hecho de no querer ir un paso más adelante. Simplemente por miedo. Cobardes los que simulan que nada sucede pero que adentro suyo hay un huracán que no deja de sacudirnos cada vez que puede. Cada vez que nos recuerda que el otro está ahí.
No hubo despedida, nos hicimos una vez más los tontos, queriéndonos engañar. Pero esta vez, no fue suficiente.
Se alejo, se perdió entre la multitud y yo volví a hundirme en mi propio jardín. Me apague poco a poco, mientras de fondo, tomo mi propio veneno. Un gallego me canta al oído “Nieve”. Una vez mas el destino vuelve a burlarse…
Cancion: Nieve Artista: Ismael Serrano