Ese lugar en el mundo donde hemos pasado minutos de los más intensos en nuestra vida.
No se hagan, que en diciembre bien que los recorrimos o para comprarnos algo o para cambiar Hay ciertas épocas del año en que lo frecuentamos más seguido, a saber en diciembre para cambiar ese regalo navideño que pretendía haber sido pensado para nosotros a pesar de los 3 talles errados.
Reflexionemos sobre este lugar. Hay de varios estilos y diseños, pero podemos encontrar muchos denominadores comunes
El tamaño sí que importa
Hay locales que quieren aprovechar el alquiler de ese 2×2 al máximo, entonces de algún modo milagroso multiplican los metros y logran instalar varios probadores. El resultado es un cubículo ínfimo, que si ese día repetiste ravioles en el almuerzo, no entrás. Es tan chiquito que no podes mirarte entera en el espejo, lo que te obliga a salir del probador a medio vestir, en patas, para mirarte. Situación que termina indefectiblemente con el “Negri, te queda pintado!” Sí, pintado como un cuadro de Botero.
El probador en las estaciones del año
No es lo mismo julio que enero ni mayo que octubre. Muchas veces me pregunté por qué tengo más ropa de verano que de invierno y los lugares comunes son: porque es más linda, porque es más barata, porque cumplo años en verano, etc. Pero reflexionando sobre el tema creo que mayormente es porque no concibo someterme a un probador en invierno. He renunciado ante verdaderas gangas sólo para evitarme pasar al probador.
La situación de entrar con tapado, bufanda, guantes, sweater, cartera, bolsa con el tupper del mediodía, etc., es insostenible. De una que tardás aprox. 8 minutos sólo en sacarte eso, pero ¡mamadera, si estás por probarte un pantalón! porque después de todo eso, tiene que salir el calzado. Estamos a 2 de julio, pero vos chivas cual 3 de enero a la una del mediodía en microcentro del trajín que estás teniendo en ese pequeño compartimento y tenés que empezar a desatarte la all star botita!! Y ni te cuento si fuiste por ropa interior. Ni lo intentes.
El bajo consumo es eco friendly y clienta friendly
¿Porque el probador nos recuerda a un sauna? ¿Por qué pasa esto? Porque los locales insisten en poner dicroicas en estos pequeños espacios del infierno destinados a probarse prendas. La dicroica da más calor que la estufa de cuarzo de mi abuela: dentro del probador: la gota cae por la sien, afuera: el frío húmedo de Buenos Aires te cala los huesos.
Además, la dicroica te revela hasta el más pequeño pozo en tus piernas, te hace acordar que tenés que retocarte el entrecejo y que hace rato que no le das una repasada al bozo. ¡No te perdona una!
Sres. Encargados de locales, las bombitas de bajo consumo les darán una imagen de comprometidos con el medio ambiente y las compradoras no terminaremos deshidratadas luego de pasar por ahí.
Decime un número del 1 al…
Una tendencia muy practicada en locales grandes es que haya una señorita que su tarea es fijarse cuántas prendas te estás llevando al probador para darte antes de entrar el número equivalente. Los hay de distintos tipos y materiales.
Lo que tienen en común es que siempre son gigantes e incómodos. Los hay de cartón, tamaño más o menos oficio, plastificado con el número gigante en vivos colores. Los lugares más sofisticados, los hacen de acrílico, gruesos pesados, grandes. A todos los acompaña la misma alarma que tiene la ropa, ese “coso” de plástico a su vez, gigante e incómodo también. ¿De verdad piensan que voy a querer robarme el número?
Entonces entramos al probador con todo lo que ya habíamos entrado: con tapado, bufanda, guantes, sweater, cartera, bolsa con el tupper, los auriculares del mp3 enredados en los aros… a todo esto tenemos que sumarle, las prendas que nos vamos a probar más un cartón gigante con el número. El colmo de esto me pasó una vez que tenía 3 remeras para probarme y como se le había acabado el cartón del número 3, la chica me dio un 1 y un 2. ¿Podés creer?
Cinco centímetros más, por favor!
Llamado a la solidaridad a todos los encargados de locales de todos los negocios de ropa del mundo: ¿Hay necesidad de ahorrarse 5 cm de cortina? No hay probador que al correr la cortina hacia un lado, no nos deje expuestas a todo el local del otro. No insistas, la tela es más corta que el espacio a cubrir. Lo suficientemente corta como para que del lado que no llega, se deje traslucir nuestro trasero en su lucha por entrar en ese jean que juramos que es nuestro talle porque “después cede”.
Hemos tratado de cubrirnos con los más sofisticados artilugios al mejor estilo “la parabólica humana”: con una mano sostenemos la cortina, con la otra luchamos en sacar la prenda de la percha y ponérnosla hasta que tenemos que cambiar de mano y todo puede terminar en la tragedia mas indigna de caerse dentro del probador.
Hay historias y anécdotas de a montones respecto a probadores. Pero hay algo esencial que aun no nombramos y acompaña a todas nuestras experiencias en los probadores. Cada vez que nos vimos envueltas en la más intrincada lucha bajo el calor de la dicroica en ese ínfimo cuadrado, cuidando no dejar al descubierto de todo el local nuestras partes, mientras luchamos para que suba ese jean; en medio de la mayor concentración, cuando creemos estar solos: el jean y yo: algo nos llama desde el mundo exterior, ese mundo que estaba suspendido hasta entonces, nos vuelve a la realidad al grito de: “ Y, Gordiiiiiii? ¿Cómo te quedóóóóóóóóóóóóóóóó???