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Nuestra pasión por los nombres es interesante, pero a veces resulta en una confusión terrible. Y es que, olvidándonos aún del caos producido por los idiomas y los dialectos; las cosas a veces tienen nombres diferentes en distintos lugares. Pero como no soy lingüista, sólo me centraré en este problema con foco en los organismos vivos (y específicamente a animales, pues de botánico tengo lo mismo que de astrónomo).
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Y es que los nombres comunes son harto variados. Podemos decir "león" y estarnos refiriendo a la especie Panthera leo o a Puma concolor y si nos adentramos en el pasado podríamos estar hablando de Panthera atrox o Panthera spelaea. Y si decimos "búfalo", bien podríamos estarnos refiriendo a los géneros Syncerus, Bubalus o Bison; todo depende del contexto regional.
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Entonces ¿cómo solucionamos menudo problema? Bueno, en realidad quedó solucionado desde 1758. En esa fecha, un brillante naturalista llamado Carl Von Linné (conocido simplemente como Lineo) tomó las diferentes propuestas existentes de nomenclatura y elaboró una más completa y tan elegante que aún la usamos: la nomenclatura binomial, conocida por algunos simplemente como los "nombres científicos".
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Gracias a ellos podemos comunicarnos y saber «específicamente» (chiste a drede) a qué criatura nos estamos refiriendo. Y esto aplica sin importar la barrera de la diferencia de idioma. Gracias Don Lineo, gracias.