Revista Deportes

El problema de la Fiesta está en los tendidos

Por Malagatoro

Aficionados_madrid

“No es de recibo que en una feria que se organiza con motivo de unas fiestas patronales, haya grupúsculos subversivos que piden el toro íntegro, el toreo de verdad y la lidia clásica.” Foto: Iván de Andrés/Burladero.com


Del artículo de Enrique Martín en su blog:

“…Pero aún no hemos llegado al verdadero problema que acosa a la Fiesta de los toros, el verdadero mal está en los tendidos, gradas y andanadas de la plaza de toros de Madrid. Sí señores, así es, el problema de la tauromaquia es el público y más concretamente el de Las Ventas y todos los que vienen de fuera y se dejan abducir por ese poder hipnótico que proyecta sobre las mentes débiles y adocenadas. No es de recibo que en una feria que se organiza con motivo de unas fiestas patronales, haya grupúsculos subversivos que piden el toro íntegro, el toreo de verdad y la lidia clásica, sin pararse a pensar en que el prójimo lo que quiere es pasarlo bien, pedir muchas orejas y que el matador mueva mucho el trapo rojo delante de un animal que más bien parece amaestrado y entrenado para seguirlo obedeciendo las órdenes de un contorsionista vestido de colorines.

¿Dónde hemos ido a parar? Como estarán las cosas para pensar que el público que paga y exige que un espectáculo discurra de acuerdo a unos parámetros sobre los que se ha desarrollado durante décadas, cómo puede ser el problema. Es el problema porque no se resigna a ser timado y engañado, a que esto de los toros sea considerado como algo en que el aburrimiento es parte integral y de mucha importancia, el aburrimiento. No admite que le dicten como deben ser sus gustos y si no, solo le queda callarse y aguantar, aunque pague como el primero y en una temporada vaya sesenta veces más a los toros que esos que cuando salen descontentos de la plaza afirman eso de: “el año que viene no vuelvo”.

Estos culpables del deterioro de la fiesta son atacados sin piedad por los plumillas y locutores, que así esperan hacer méritos suficientes para que el poder tenga una atención con ellos cuando lo necesiten. Reciben las acometidas furibundas de matadores o exmatadores de toros, que o bien buscan asegurarse un plato de lentejas, o prepararse el terreno para cuando ellos mismos actúen por esas plazas del mundo, entre las que ya no está la de Madrid por no tener ni la categoría, ni el interés suficiente para verse anunciado en los carteles de Las Ventas. Y a lo mejor, aunque creo que sería muy ruín, hasta hay alguno que con sus comentarios quiere satisfacer su rencor hacia una plaza en la que nunca o casi nunca fue aceptado, y que conste que en este apartado no incluyo a Emilio Muñoz, matador de toros que nunca estuvo acertado por estas tierras, pero que años después ha tenido el valor y la vergüenza torera de afirmar que ahora entendía mucho mejor a la afición madrileña. Pero claro, ¿Dónde está ahora? Pues en su casa, porque hay otros que se ajustan mejor al guión de la tauromaquia moderna, lo cual dice mucho a favor del trianero.

Lo que son las cosas, unos señores que no dudan en gritar libertad, libertad cuando ven las orejas al lobo de la abolición, que recogen firmas y rubrican con su nombre las hojas exigiendo esa libertad para poder seguir acudiendo a las plazas, son los que niegan cualquier manifestación contraria a sus ideas. Lo mismo da que se les expongan argumentos razonados a los que ellos solo saben responder con las consignas de sus amos taurinos, eso de “Baja tú”, “Un respeto” o que se exprese la opinión cuando ya ha caído el toro. ¡Amigo! Si nos callamos cuando se está cometiendo el atropello, una vez cometido ya no hay vuelta atrás y entonces pasará a imperar la dictadura de la mayoría sobre la razón y los usos que sobradamente han mostrado su conveniencia y su capacidad para construir algo tan grande como es el toreo. No me resulta fácil decir tauromaquia, pues es un término excesivamente manoseado por esta gente que se inclina ante el becerro de oro de la Tauromaquia 2.0. Ahora que cada uno saque sus propias conclusiones de lo ocurrido en la feria, de la situación de la fiesta y que piense si realmente es posible que el problema esté en los tendidos. A ver si nos centramos ya un poquito y recuperamos la cordura.”


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