Son tiempos de pandemia y el fútbol no se presenta ajeno a las consecuencias demoledoras que ésta ha traído a nuestras vidas. Los grandes focos mediáticos se han centrado durante estas semanas en debatir y dirimir qué ocurrirá con grandes competiciones como la Champions League y los campeonatos ligueros nacionales, la mayoría de los cuales van a ser reanudados. Ahora bien, no tantos ríos de tinta se han hecho correr acerca del devenir de las competiciones inferiores, especialmente de Segunda B hacia abajo.
No obstante, los encargados del fútbol no profesional y dirigentes de los equipos interesados se han tomado esta devastadora pandemia como una oportunidad para reformar las categorías inferiores, tan necesitadas de una profunda reestructuración, que cuenta ya con un borrador sobre la mesa del Consejo Superior de Deportes y la Real Federación Española de Fútbol, que han presentado los clubes interesados.
Breve historia de la Segunda B
Hemos de remontarnos hasta 1977, año en que por vez primera esta nueva categoría ve la luz y es creada a imagen y semejanza de la antigua Segunda División, esto es, compuesta por dos grupos - norte y sur - de veinte equipos.
Años después, fruto de una reducción drástica que tuvo lugar en Segunda División para la temporada 85-86 y la consiguiente reestructuración de la Segunda B, ello supuso que por una temporada ésta constara de un único grupo de veintidós conjuntos para, al año siguiente, quedar ya definitivamente compuesta por los ochenta que hasta la fecha conforman la categoría de bronce de nuestro fútbol, es decir, cuatro grupos de veinte.
Durante todo este tiempo, los sistemas de ascensos y descensos han ido sufriendo más o menos profundas reformas hasta llegar al régimen actual de playoff a ida y vuelta con cierta preferencia a los cuatro que terminen la liga regular como líderes de sus respectivos grupos, a los cuales se les reservan dos plazas.
Problemas endémicos de la categoría
Prácticamente desde su implantación, la Segunda B quedó rodeada de un halo de categoría maldita y se convirtió en una especie de pozo sin fondo del que es harto difícil salir.
Además, quedó perfilada como categoría no profesional y por tanto no sujeta al ente de la LFP, sino a la RFEF, lo cual, a juicio de muchos, hacía que la coordinación de horarios con las dos primeras categorías de nuestro fútbol fuera en muchos casos deficiente en aras de no hacerlos coincidir con las principales franjas horarias que estuvieran copadas por el fútbol profesional y así fomentar la asistencia a los estadios de los equipos de Segunda B.
Además, históricamente, muchos equipos (sobre todo los más grandes de la categoría) se han quejado de que una competición con tantos y tan variopintos clubes tiene un escaso interés para las plataformas televisivas y de ahí que haya resultado una quimera hasta el momento presente la venta unificada de derechos televisivos, por no referirnos a otro tipo de ingresos en concepto de, por ejemplo, patrocinadores y sponsors.
Y esto tiene su lógica, pues en esta categoría se mezclan equipos de muy diferente condición:
Por un lado, conjuntos de localidades pequeñas - incluso barrios- pero que son históricos de nuestro fútbol - Real Unión y Arenas, ambos campeones de Copa. O el caso del Europa, que ha sido un habitual de la Segunda B aunque ahora milite en Tercera. Para este tipo de equipos, el mantenimiento de la tradición y su supervivencia ante los colosos que le rodean (Athletic y Real Sociedad en los dos primeros casos y Barcelona y Español en el caso del Europa) ya es un mérito y un triunfo.
Igualmente, conviven en esta categoría equipos para los cuales su mera estancia en una competición de ámbito nacional como ésta es un premio al trabajo bien hecho y una ilusión. Equipos de pueblo o de localidades pequeñas que han sabido hacer bien las cosas y que poco a poco se van labrando su ascenso en la "escala social balompédica".
Y de otro lado, los más descontentos, esto es, los equipos de ciudades capitales de provincia u otras localidades importantes de más de cien mil habitantes a los que estar año tras año en esta Segunda B les representa una auténtica ruina, tanto económica como social y deportiva. Piénsese en Murcia, que ronda el medio millón de habitantes, Alicante (casi 350.000 habitantes), Lérida (casi 150.000), Córdoba (370.000), Badajoz (150.000), Cartagena (220.000) o Burgos (180.000). Especial mención requiere también el Castellón, conjunto que representa a una ciudad de más de 170.000 habitantes y que es el club con más socios de la categoría - superan los 13.000. O el propio Sabadell: los arlequinados son un equipo histórico que sabe lo que es estar catorce años en Primera y que jugó una temporada Copa de la UEFA.
Aunque bien es cierto que este tipo de conjuntos de la periferia barcelonesa son engullidos por el gigante vecino: el F.C. Barcelona. No obstante, paradójicamente, el cinturón metropolitano de Madrid está viviendo el fenómeno inverso: el florecimiento de los equipos de las otrora ciudades dormitorio: Getafe, Leganés, Fuenlabrada y Alcorcón son buenos ejemplos de consolidación de los clubes de las ciudades del cinturón metropolitano madrileño.
Capitales de provincia y otras importantes ciudades que hemos citado y que tienen, en definitiva, un peso demográfico tremendo se ven abocadas a un fútbol semiprofesional contra equipos en muchos casos de pueblo o sin tradición, cuando no contra filiales.
Ése es otro problema: el de los filiales. Países como Inglaterra e Italia tienen su propia liga específicamente de filiales. Y así debería ser en España, en opinión del que suscribe. Me parece un flaco favor a nuestro fútbol que equipos filiales ocupen plazas en Segunda y Segunda B que bien podrían estar disfrutando otros conjuntos de solera y representativos de grandes ciudades.
Actualmente, veintiuna de las ochenta plazas de Segunda B están copadas por filiales. Algo más de la cuarta parte, lo cual me parece excesivo y en mi opinión cortan la progresión de otros equipos que, además, no compiten en igualdad de condiciones económicas. Sangrantes han sido los casos de fichajes multimillonarios como Vinicius o Rodrygo jugando en el Castilla contra equipos cuyos presupuestos no llegan ni a un 1 % del coste de sus fichajes. Por el bien del fútbol español, se deben evitar estas situaciones.
¿La solución?
Detectados los males de que adolece esta categoría, ¿cuál es la solución que han propuesto los equipos?
Desde hace años se viene hablando en los corrillos de la RFEF de la necesidad de una profunda remodelación de la Segunda B. O incluso una refundación de la misma. Y eso es, al parecer, de lo que consta el borrador que una serie de clubes conjuntamente han hecho llegar al CSD y la RFEF: la creación de una categoría intermedia entre Segunda A y B: la Segunda B Pro.
En un momento embrionario del proyecto, se quería aprovechar esta misma temporada, con todo lo que está conllevando el coronavirus, para implantar esta nueva categoría de modo fulminante, pero las conversaciones previas con Rubiales les hicieron ver a los abanderados de este proyecto (básicamente los equipos de ciudades grandes que hemos citado en párrafos anteriores) de lo precipitado de su instauración ya para la 2020-2021. Así que el cambio sería efectivo para la 2021-2022.
Esta nueva Segunda B Pro constaría de dos grupos de veinte equipos que serían conformados por proximidad geográfica (a poder ser, norte y sur). Por tanto, cuarenta equipos, pero ¿cuáles? El borrador propone, para conformar el primer año la nueva división que se pretende implementar, los siguientes: los cuatro equipos descendidos de Segunda División en la 2020-2021 (los cuales bajarían por tanto a Segunda B Pro, no a Segunda B), los equipos de Segunda B clasificados para el playoff de ascenso a Segunda que no logren subir (éstos son doce más) y los clasificados entre la quinta y décima plaza de cada grupo de Segunda B en la temporada 2020-2021.
El borrador prevé que, una vez implantada la nueva categoría, subirían los primeros de cada grupo y las dos restantes plazas se las disputarían en playoff a ida y vuelta los segundos y terceros de cada grupo. Asimismo, se prevé una evolución de esta categoría en los años posteriores que derive en un grupo único de entre 20 y 24 equipos.
En opinión de los defensores del proyecto, una categoría así configurada ofrecería un producto mucho más atractivo para las plataformas televisivas y así poder completar la aspiración de una venta en bloque de los derechos, de modo que conferiría músculo financiero a equipos que en Segunda B se ven gravemente perjudicados por el escaso atractivo de la competición.
La propuesta, firmada por hasta treinta clubes, ha tenido una buena acogida en el seno de la RFEF e incluso el propio presidente, Luis Rubiales, se ha pronunciado en un sentido favorable hacia la misma en algunos medios de comunicación. A mayor abundamiento, también ha sido vista con buenos ojos por parte del presidente de la LFP, Javier Tebas. En principio, todo hace prever que de llegar a buen puerto la fundación de esta nueva categoría, pasaría a depender de la LFP al ser parte del fútbol profesional.
Sin embargo, contará con una complicación a corto plazo: el hecho de que no va a haber descensos a Tercera este año y sí ascensos desde Tercera a Segunda B va a tener el efecto de aumentar esta categoría para la 2020-2021 a la friolera de noventa y ocho equipos. La papeleta es complicada por parte de la RFEF, que tendrá que decidir si divide para dicho curso esta monstruosa competición en cinco grupos o bien en cuatro grupos con mayor número de equipos que los veinte actuales.
Visto del lado positivo para los defensores del proyecto de la nueva Segunda B Pro, este aumento a noventa y ocho equipos en Segunda B para la 20-21 hace ya insostenible ese modelo de competición, lo cual a la postre podría precipitar el cambio por el cual postulan los firmantes del proyecto.
Sea como fuere, los países que son vanguardia futbolística cuentan con categorías de bronce mucho más reducidas que la nuestra: Italia, sesenta; Inglaterra, veinticuatro, Alemania, veinte; y Francia, dieciocho, por citar ejemplos significativos. Urge, pues, la equiparación con nuestro entorno.
Los próximos meses, pues, serán cruciales para ver qué será del futuro de la Segunda B y de la nueva competición cuyo alumbramiento podemos estar presenciando: la Segunda B Pro.