¿Cómo pudiste pasar de una insignificante miga a un método de enseñanza que se aplica en las escuelas de medio mundo? Sonrió como una niña traviesa
—Lo probé.
—¿El qué?
—El tacto de las migas.
—Se levantó—. Espera, ahora lo entenderás.
Se acercó al niño, le pidió amablemente un trozo de pan y volvió al banco.
—Cierra los ojos. Imagina que no hay nada más, que tu mundo son cuatro paredes. Pon la mente el blanco. Me cogió la mano y depositó una miga.
—Concéntrate en las sensaciones.
Froté la miga entre los dedos. Era suave y quebradiza. No quería que se rompiera y la volvía a amasar para reconstruirla. Al hacerlo, iba percibiendo nuevos matices de su textura que antes me habían pasado inadvertidos. Me la pasé por el brazo y por los labios, y cada parte de mi cuerpo la sentía diferente. Cogí otra, porque cada miga, al tocarla, presentaba leves diferencias respecto de la anterior.
Todos, quizás la mayoría de nosotros sabemos del Método Montessori, todos sabemos que hay muchas escuelas en el mundo que siguen este sistema de educación y que fue ideado por una tal María Montessori, aunque no tengamos muy claro de que va el tema. Pero seguro que nadie o tal vez pocos sepan que unas pocas migas de pan en las manos de un niño discapacitado, fueron el germen de la idea, el origen de todo un proyecto educativo.
Marga Durá (Barcelona, 1971), la periodista y autora de este libro nos lo cuenta, nos cuenta esta anécdota verídica que descubrió durante su proceso de documentación, culpable también de le elección de su título: "cuando María acaba la carrera de medicina, iba a los psiquiátricos donde encerraban a los niños con discapacidades intelectuales a los que no se les daba ningún tipo de estimulo. En uno de ellos vio a unos niños jugando con unas migas de pan, pero curiosamente no se las comían. Esto le dio que pensar que el tacto y la sensibilización eran una forma de conocer el mundo, de aprender para esos pequeños que no disponían de ningún otro juguete. Esa misma noche, ella misma cogió una miga de pan, cerró los ojos y jugueteó un rato con ella intentando imaginar lo que sentían, lo que pensaban y llegó a la conclusión de que esas migas podrían ser un estímulo para despertarles los sentidos, una motivación para aprender y experimentar."La trama sin spoilerCuriosamente la protagonista de esta historia no es María Montessori (aunque para mí sí lo haya sido), la protagonista es Claudia Caralt, también narradora que comienza su relato en 1890, cuando tenía nueve años y vivía en un pueblo de la costa catalana con su madre y la familia de su padre, un padre al que casi nunca ve porque nunca está en casa. Su madre, italiana, había sido una gran pintora, pero no pudo seguir pintando cuando se casó y tuvo que dedicarse a las tareas del hogar, a tener y cuidar de sus hijos, porque eso era lo que exigían los cánones sociales de la época. Claudia adora a su madre y está muy unida a ella, pero cuando su hermano Amadeo nace con una discapacidad, nada vuelve a ser igual entre ambas.
Tras su trágica muerte, y los continuos enfrentamientos con sus tíos y sus primos que solo pensaban en casarla con el primer ricachón que pillaran para sacar tajada, a Claudia no le queda más remedio que rebelarse, que huir a Roma para intentar ser libre y cumplir sus sueños de ser maestra, para intentar conseguir lo que su madre nunca consiguió, hacer lo que de verdad le gustaba hacer. Allí obtiene un empleo en un centro psiquiátrico en el que viven niños discapacitados que han sido abandonados y que, como Amadeo, están al margen de la sociedad. Y allí, es donde tiene la suerte de conocer a la dottoressa Montessori, una revolucionaria pedagoga que en esos momentos es la mujer más famosa del mundo, para convertirse en su ayudante personal, confidente y mejor amiga.
Juntas, y junto a otro grupo de maestras, lucharán por una idílica y poderosa idea, “solo a través de la educación puede cambiarse el mundo”, empiezan a atender las necesidades reales de los niños observándoles detenidamente, estimulándoles para que aprendan, y jueguen fomentando su creatividad.
Ya no se trata de lo que hayan aprendido, sino de la confianza que hayan ganado en ellos mismos. La prensa siempre destaca que mi método consigue que los niños sean autónomos antes o lean precozmente. A mí eso me da igual. La educación no es una carrera y mis técnicas no son más buenas por llegar antes a la meta. Lo importante es que confíen en ellos mismos y sean libres.
Brotan grandes ideas, grandes proyectos, pero también grandes obstáculos impuestos por la sociedad y el machismo imperante, el terror de los hombres a que las mujeres consigan más logros que ellos, a sentirse inferiores a ellas, a que lleguen a ser independientes, todo eso no contribuyó a hacerlo fácil.
Es difícil para un hombre aceptar a una mujer independiente. Necesitan sentirse útiles. Acuérdate del desgraciado. —Hacía años que se refería a Montesano así, como si «desgraciado» fuera su nombre—. Vuestra libertad debería hacerles sentir más poderosos, porque no todos pueden tener a mujeres tan diferentes al resto. En cambio, se sienten inseguros...
Llegan los éxitos, todo avanza y comienzan a trabajar también con niños “normales”, abren escuelas, “Casas de los niños” por todo el mundo con la condición de que los maestros y las maestras hagan cursos antes de implantar su método. De esta forma, se aseguraba la formación de los docentes y el mantenimiento de la filosofía Montessori. Y surgen también los numerosos fracasos, no por ellas, sino por los aprovechados de turno que se apropian de sus logros, de hecho mientras lees el libro, tienes la sensación de que, a cada victoria conseguida, le siguen cinco derrotas. Pero María y sus pupilas no se rinden, tienen claro lo que quieren conseguir, a donde quieren llegar. Y por supuesto llegan. . .
Los puntos fuertes de la novela
He indagado un poco sobre esta obra y parece que la autora se ha documentado bien para escribir sobre Montessori. El contexto histórico y la mayoría de las situaciones que se dan en la historia son verídicas, aunque Marga Durá reconoce que el personaje de Claudia Caralt es inventado, porque le resultó necesario para dar el paso de periodista a escritora, para dar el salto a la literatura. Porque según sus propias palabras, no quería que su obra se acabara convirtiendo en una biografía algo sosa aunque bien documentada, eso sí, quería hacerlo real pero también vibrante para el lector. Dice haber escrito esta novela para rendir homenaje a todas las mujeres que lucharon por el feminismo a finales del siglo XIX- principios del XX, y más concretamente dice ser un homenaje a esas maestras que rompieron moldes, dejando de ser “la hija de” o “la mujer de”, a esas primeras mujeres que viajaron solas, sin tener que contar con el permiso de sus padres o maridos, que abolieron el incómodo corsé para poder trabajar de forma más cómoda.
Francamente empecé esta lectura sin saber qué me iba a encontrar, y me ha encantado lo que he encontrado: un cacho novelado de la vida de María Montessori, ficción e historia fundidas, contando un auténtico prodigio, “El prodigio de las migas de pan”, con además varias líneas argumentales adicionales trepidantes, que aportan suspense a la trama: con raptos de niños, revueltas sociales de época, secretos oscuros familiares, amor y mucho desamor también, vamos, que no se priva de nada.
A pesar de sus 672 páginas, todo fluye, el tipo de prosa, el ritmo de narración es tal que no puedes para de leer, que quieres saber más y más de esta ambiciosa mujer cuya ambición no era económica, de estas mujeres y amigas que pretendían cambiar y mejorar el mundo, abrirse un hueco y abrirnos el camino para la posteridad, a nosotras, a todas las mujeres, recorriendo un camino de luces y también de muchas sombras. Me ha fascinado todo de esta novela, el conocimiento pausado de los inicios del Método, un método que me ha parecido apasionante por más que una servidora no pueda, o más bien no deba opinar por no estar capacitada para ello, sobre si era, es, adecuado o no adecuado para conseguir la mejor educación de los niños (ese es otro tema, ya que hay quién piensa que su sistema está basado en la anarquía, dejando que los niños hagan lo que quieran)
Cada mañana dedicábamos un tiempo a lo que María denominaba «vida práctica», que consistía en enseñar a los niños a valerse por ellos mismos: atarse los cordones de los zapatos, colgar su ropa, sonarse la nariz, ir al baño, servir la comida, limpiar el aula, cambiar el agua de las flores, regar el jardín o cuidar de las mascotas.
Pero lo que me ha resultado más fascinante de todo, sin duda ha sido descubrir a María, a la dottoressa Montessori, descubrir la fuerza, la garra de esta brillante e inteligente mujer, que no se amilanaba fácilmente ante las dificultades, que las afrontaba de forma inteligente y práctica, que dedicó su vida a educar a los niños de las demás,pero que curiosa y dolorosamente no pudo educar a su propio hijo del que se tuvo que separar tras el parto, empujada por las circunstancias de la época.
Lo único interesante era debatir con ella sobre lo absurdo de un sistema educativo que hacía a los niños cautivos de sus pupitres. Por entonces Maria acudía a colegios y se escandalizaba de un sistema educativo que solo premiaba la mansedumbre.—¡No puedo entenderlo! —se lamentaba—. Nadie ve que los alumnos tienen el potencial de aprender por su cuenta gracias a su curiosidad, experimentando...
Resumiendo: “El prodigio de las migas de pan” es el retrato de una mujer que fue muy influyente a principios del siglo pasado y en todas las épocas posteriores, María Montessori, que luchó por dar visibilidad a las mujeres que estaban despojadas de todos los derechos, no podían estudiar, no podían trabajar cuando se casaban, y todo lo tenían que decidir bajo la aceptación del padre o marido y su único papel en la sociedad era criar a los hijos y quedarse en casa. Una mujer que ideó un modelo educativo innovador para ayudar a los niños con “necesidades especiales”, un método que situaba a los propios niños en el centro de su pedagogía, que los respetaba y los ayudaba a valerse por sí mismos.
Cuando un niño se siente seguro de sí mismo deja de buscar la aprobación a cada paso que da.
Una lectura que recomiendo a todo el mundo, pero sobre todo a los maestros y maestras, y a aquellos que tengan inquietudes respecto el mundo de la docencia. Mi nota esta vez es la máxima, por supuesto: