Revista Cultura y Ocio
Ahora que se ha sabido acerca del prolífico espantapájaros, la expectación crece en los alrededores. No es para menos, esa es la verdad: un revolucionario mecanismo.
En contra del sistema habitual, el espantapájaros no se sitúa ya enclavado rígidamente en el centro del espacio, con ese gesto en cruz, perenne y severo que incita de algún modo al estrés. Aparece retrepado, sin embargo, en la butaca, en una postura muchísimo más dúctil y elástica, dotando al conjunto de su sistema de una versatilidad desconocida hasta el momento.
Este extraordinario mecanismo, eficaz de la misma manera, supone a la vez un total cambio de imagen. Suprimidos el clásico sombrero de paja y la ridícula camisa roída o agujereada, por una visera de plástico y una camiseta de hilo, manchada pero bastante cómoda y eficaz. Así, el antiguo modelo de rostro hierático y sin detalle, se ha visto relegado por un rostro bien conformado y rubicundo (tal vez un poco tendiendo a la flacidez, lo que, por otro lado, de ninguna manera merma su potencial), adornado al tiempo con una brizna de yerba o un palito de madera blandamente sujetado en la comisura izquierda de los labios. (Esta postura, que bien podría sugerir el sestear, ha conseguido contrariamente la brillantez).
Los resultados son un absoluto espantar. Alejando del terreno sembrado a todo tipo de bestias y no sólo pájaros. Topos y lombrices (cualquier cosa que pudiera ascender de las profundidades), ardillas y lémures, (cualquier clase simiesca, aunque es bien sabido que no abundan por su entorno). También los lobos han resultado espantados, algo que ha llevado a estudiar la aplicación de este magnífico sistema al viejo problema: ganadero-lobo-rebaño.
Y aunque queda por probar su eficacia en relación a los insectos y las plagas (nada induce al pesimismo, dado el enorme potencial del aparato), no se ha podido evitar la visita de la gente del Oriente; incrédulos ante las noticias del portentoso instrumento y necesitados, al parecer, por problemas en sus arrozales. Sus propios ojos, los de los enviados, han comprobado la maravilla. Anonadados, regresan, pronto adaptarán el mecanismo.
Todo, además…, la admiración se incrementa por el hecho fantástico de que el prolífico espantapájaros ejecuta su tarea dando la impresión de estar pasando felizmente el tiempo sin hacer nada. Hay, además -se empieza tal vez a fabular-, quien asegura haberle oído algún tipo de balbuceo, algún chasquear a modo de tímida queja mientras tuerce un poco el cuello si el sol le golpea de lleno. Damián CordonesDamián Cordones (Arjonilla, Jaén 1980) ha escrito los libros de cuentos “Algunos seres plúmbeos” y “Ludos, ocio, gandula”. El volumen de tres novelas cortas “Lugar baldío en cabeza humana”. El libro de microrelatos “Ómphalos”. La obra de poesía titulada “Fabuloso cénit” y las novelas “Ornitorrinco” y “Bröste”.