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carácter, comienzos, conflicto, inesperado, novelas, personajes, protagonistas
Usted como escritor es un viajero del tiempo. Tiene todo el plan de la historia en la cabeza y puede ver causas y consecuencias, antecedentes, razones y decisiones: toda la existencia en un solo pantallazo. Usted conoce bien tanto el final como el comienzo. Toda la información está disponible para usted. El problema es que para sus lectores, meros mortales que no tienen otra opción que comenzar por el principio e ir avanzando escena tras escena, el instante en que algunas situaciones carezcan de sentido puede ser el momento en que dejen de leer.Guiar al receptor de su historia desde el punto A al punto B no es algo que se pueda librar al azar, confiando en que seguirán leyendo porque al final todo tendrá sentido y será maravilloso. No es razonable confiar en las geniales cosas que sabe que van a pasar más adelante en la novela para mantener el interés en el capítulo uno, si en definitiva no está seguro si el lector llegará tan lejos.
La idea que le viene a la cabeza a una persona cuando lee (me pasa en algunas ocasiones) de que “todo tendrá sentido más adelante, si continúo leyendo” no es a prueba de bombas. Los lectores continúan enganchados porque les ha gustado lo que vienen leyendo y quieren más, pero las inconsistencias, las lagunas, los eventos sin explicación aparente son misiles a la línea de flotación del interés.
Desde el principio, cada escena o capítulo debe ser interesante por mérito propio. Incluso cuando cierta información necesite ser transmitida para dar forma a eventos futuros, eso se puede hacer mientras está pasando algo más. Juan puede hablarle a Teo sobre su viejo profesor de primaria, el que aparecerá más adelante en la historia, pero no tiene por qué detener todo para hablar de él. Le puede contar esa anécdota mientras persiguen otro coche a ciento treinta kilómetros por hora por el centro de la ciudad. Quizás no haya que llegar a esos extremos, pero seguro que se hace una idea.
La información sin avance en la historia o definición de personajes conduce a una narrativa plana, a una lista de hechos, a una descarga de datos. Aburrido como suena.
A Juan no le gustan los globos, por lo que agrede a cada vendedor de globos que ve en los centros comerciales y hasta insulta a los niños que pasean con globos: interesante. Su trabajo como escritor no es crear una imagen clara, nítida y lógica de su personaje desde el primer momento, es mostrar que ese personaje es interesante, que vale la pena seguirlo en cada escena. Se puede mostrar cuán interesante es por la forma en que actúa y reacciona a los eventos que se desarrollan. La acción revela el carácter de los personajes y por eso es tan importante que nos revele cosas interesantes, el argumento se encargará de dar los porqué, de otorgar sentido a las acciones.
Para el lector, la historia es lo que le va pasando a este personaje tan interesante, pero para el escritor se trata de cómo convencer al lector de que ese personaje es interesante. Usted lo puede lograr, porque es dios en su novela y puede hacer que las cosas pasen de la manera que se le antoje. Si su protagonista puede salir airoso de las situaciones más arriesgadas, debe asegurarse de crearle problemas serios, para que tenga la oportunidad de mostrar sus talentos. Esa es la forma de mostrar un personaje interesante. Si usted no lo muestra, el lector no tendrá clara la razón por la cual debe seguir a ese personaje y la historia se le hará larga, lenta y plana. O al menos se imaginará que la historia sigue así, porque no conoce todo como usted.
Esto es especialmente aplicable a los inicios vagos, enigmáticos y desconcertantes. Si hay una gran cantidad de preguntas e intriga al comienzo de la novela eso no creará automáticamente en el lector una gran cantidad de curiosidad. Hay un punto justo, un límite en el que la curiosidad se trasforma en perplejidad y el lector se aburre de leer y no saber nada. A los lectores le gusta entretenerse en tratar de adivinar la trama con los datos que van recabando, pero la falta de pistas los pierde, el exceso de incógnitas los irrita. El personaje en sí debe ser muy interesante para que siga leyendo sin saber lo que pasa.
La forma en creamos las intrigas en la historia tiene mucho que ver con su efectividad. No vale generar cualquier pregunta en la mente del lector, debe ser atractiva.
Por ejemplo, si le dicen a nuestro protagonista:
– Sé algo que tú no sabes.
– Sé algo que tú no sabes sobre tu padre.
– Sé algo que tú no sabes sobre la muerte de la primera esposa de tu padre.
En contra de lo que se piensa habitualmente, estas premisas van cobrando fuerza mientras revelan más información. Pero eso no significa destripar la trama desde el principio. Lo que debe hacer es ser más específico en la naturaleza de la incógnita y en cómo afecta al protagonista. Todavía no ha dicho el por qué, no ha revelado las decisiones que tomará ni las consecuencias que tendrá por ello, que es sobre lo que la historia realmente trata.
No hay reglas claras ni fórmulas, pero es conveniente que nuestro planteamiento de la historia se atenga a una estructura. Esta estructura puede tomar varias formas pero todas tienen un objetivo en común: generar en el lector la necesidad de saber qué pasa a continuación.
Hay escritores que dominan el arte de ir dejando un reguero de migas de pan, dando la información precisa en el momento justo y haciendo inevitable que los lectores lo sigan, extasiados, hasta el final. Incluso pueden escribir en un estilo un poco basto, sin elegancia o brillo, porque al final el estilo no es lo que determina la efectividad de su prosa. La gente sólo necesita saber que pasa luego y pasa las páginas sin detenerse. Puede suceder en una pirámide Maya o en un supermercado del centro de Barcelona. La escala de la intriga en cuestión es irrelevante. Lo que importa es qué tan interesante es lo que está pasando y a quién le sucede.
Claro, una serie de eventos no crean mágicamente una historia interesante. Como dijo Aristóteles, “el todo es más que la suma de las partes”.
Si nuestra protagonista está sedienta y va al bar de la esquina de su casa y se encuentra con una antigua compañera de colegio con la que empieza a recordar anécdotas de las aulas… usted querría saber qué pasa luego? Creo que no. Quizás se ponga interesante, pero por ahora no promete mucho. Digamos que encontrar esa amiga las lleva a recordar un chico que salió con ambas y ella le cuenta que ese chico se suicidó hace poco. Por la forma en que lo hizo nuestra heroína sospecha que quizás no haya sido suicidio, etc. Ese es un argumento más prometedor, pero no queremos comenzar la historia con ella entrando al bar y la amiga diciendo “Hey Ana, soy yo, Cecilia… del Colegio Nacional” habría que construir una introducción que nos permita conocer a nuestra protagonista antes de eso. Sabemos que es una descarga de información previa al conflicto en sí ¿Cómo lo hacemos sin aburrir al lector?
Podemos mostrar entonces su camino desde su casa hasta el bar, donde se encontrará con su amiga. Pero ese camino deberá ser atractivo de leer y tener algún sentido. Para lograrlo es necesario poner obstáculos. No ella caminando y dándose cuenta de algo, obstáculos reales en su camino. Quizás por la estrecha vereda venga un hombre paseando un par de perros doberman no muy amigables ¿Cómo reacciona nuestro personaje, cómo pasa? ¿Los evita, los enfrenta?
Esto parece no tener ninguna relación con la historia del chico muerto, pero bajo la superficie todos los eventos de la trama tienen el mismo objetivo, mostrar el carácter del personaje. Haciendo esto mientras mantiene el interés del lector en lo que pasará a continuación (con perros o lo que sea), creará en el lector la sensación de que conoce más a la protagonista, y si la conoce se implicará más en la historia.
Pero el modo en que ella enfrenta esa situación debe ser inesperado, nada es tan aburrido como lo que se puede predecir, lo obvio.
Si digo que un personaje respira será cierto, pero como todo el mundo respira no nos dice demasiado. Si digo que respira bajo el agua, eso sí es revelador. Entonces si digo que ella baja a la calle dejando una prudencial distancia con los perros y apura un poco el paso eso no nos diría mucho sobre su carácter, es una de las reacciones más lógicas. Debemos pensar las reacciones posibles, descartar lo obvio y ver cómo sale del problema, así podremos ver qué tipo de persona es.
Lo inesperado y cómo nuestro personaje reacciona ante esas situaciones es lo que hará a la historia atractiva. Le da a la narración el gancho para mantener al lector interesado en pasar páginas. Pero lo inesperado no es siempre una nave alienígena aterrizando en nuestra azotea.
Un hombre va a buscar a su hijo al colegio. Si usted describe ese viaje puede fácilmente delinear el personaje. Hay tráfico y llega tarde a una cita de trabajo. Su hijo recibió una amonestación por pelear en clase con otro niño. Si el hombre reacciona del modo en que lo haría una persona normal (se irrita, se disculpa con la cita, se apura, etc.) no valdrá de mucho el perfil.
Lo que debemos mostrar es su carácter, lo que lo hace diferente, por medio de estas acciones.
Un policía le detiene por cruzar de carril, pero él lo convence de que no le haga una multa. Llama desde el coche a la secretaria de su cita de negocios y le promete una caja de bombones si le cambia la fecha para mañana. Habla con el director de la escuela para que le quiten la sanción al hijo.
Ahora tenemos una mejor idea de cómo es nuestro protagonista. Aunque no haya empezado la historia principal, sus acciones nos hacen ver un tipo de persona distinta. Pero, si bien sus reacciones nos dieron información, estos datos no son variados. Con esto se puede avanzar (y más si los eventos son un poco menos típicos) pero para construir una casa no es muy efectivo golpear siempre sobre el mismo clavo.
Un policía le detiene por cruzar de carril, pero él lo convence de que no le haga una multa. Llama desde el coche a la secretaria de su cita de negocios y trata de convencerla de cambiar la cita, pero no lo logra, entonces llama a su socio y le hace activar la alarma contra incendios. Eso le dará una hora más o le programarán la cita para otro día. Quiere hablar con el director de la escuela para que le quiten la sanción al hijo, pero el niño se opone a ello, acepta el castigo y lo saca del colegio rápidamente para que no intente arreglarlo.
Ahora no sólo tenemos información sobre el protagonista, sino que lo vemos desde varios ángulos. Algunos problemas los arregla con facilidad, otros requieren pensar más, alguno falla, pero todos los eventos nos dicen algo más de su carácter. Cuando comience el verdadero tema de la historia nuestro lector sentirá que lo conoce mejor.
En resumen:
- Para hacer que el lector se interese en lo que sucede luego: ponga obstáculos, haga la vida difícil al personaje. Lo fácil es aburrido.
- Haga que el protagonista reaccione de forma poco habitual. Evite lo obvio y predecible.
- El mismo comportamiento no siempre debe tener la misma consecuencia. Hay toda una variada gama de posibles finales aunque en principio se reaccione de la misma forma.
- La escala de los problemas puede variar, pero todos los obstáculos deben generar cierto conflicto.