Revista Deportes
Doce son los candidatos que cada año se clasifican para jugar la post temporada y decidir cual de ellos será el siguiente campeón. Ahora es cuando viviremos lo mejor del año, con duelos fraticidas donde el ganador sigue adelante para luchar un día más mientras que el perdedor hace las maletas y se va de vacaciones. Mi mejor recomendación es que borréis de vuestra mente todo lo ocurrido durante la regular season. Incluso los considerados como "más débiles" tienen posibilidades reales de levantar el Vince Lombardi. Esto son los Playoffs de la NFL y cualquier cosa es posible!.
GREEN BAY PACKERS. Aparecen como los claros favoritos de la NFC. Su poder de pegada durante toda la temporada ha sido francamente impresionante; más que eso, aterrador para cuantos rivales se han cruzado en su camino. En ataque, los Packers son un mecanismo tan bien engrasado que su rendimiento no disminuye ni un ápice cuando Mike McCarthy aprovecha la última jornada para dar descanso a Aaron Rodgers y foguear a Matt Flynn.
Pero los queseros no lo tendrán nada fácil. Ya pronostiqué en agosto que los Packers no ganarían esta Super Bowl. Admito que fue pura intuición, sin ninguna base más que la que ahora me transmite esa extrema endeblez defensiva. Pero esa fragilidad es un tanto engañosa. Los de Green Bay nos obligan a aprender de nuevo lo que es leer datos estadísticos descubriendo que, por encima del total de yardas encajadas en defensa, la principal bara de medir reside en la media de puntos/partido permitidos. En efecto, al fin y a la postre, ¿cual es el objetivo de una defensa, no encajar yardas o puntos?. La realidad nos muestra que con semejante quarterback y ese estratosférico cuerpo de receptores, uno puede llegar a la Luna. Y salvo que estemos ante una de esas sorpresas, tan habituales en playoffs, hoy no existe en la NFC una defensa con suficiente capacidad como para anular tan poderosa ofensiva. Los mejores equipos defensivos se localizan en la AFC: Steelers, Texans y Ravens por este orden, encabezan el ránking de "mejor defensa" y "defensa contra el pase", con la sola intromisión de los Cleveland Browns.
Así que cualquier analista os diría que los Packers deberían de ser el equipo por quien apostar todo nuestro dinero. Pero aunque todos sabemos que las estadísticas sólo reflejan el pasado pero son totalmente inútiles para predecir el futuro, otro dato no menos importante es saber que desde el 2004, ningún equipo consigue renovar su título de forma consecutiva. Y rizando el rizo, en los últimos diez años, sólo los New England Patriots en el 2003 fueron campeones tras ser el mejor equipo de toda la liga durante la temporada regular:
Ocurra lo que ocurra en los playoffs 2012, seguiré pensando que, de una forma u otra, el equipo renuncia a un lujo que no debería permitirse. En algunas ciudades de la NFL, la búsqueda del equipo perfecto no es una quimera sino, casi, una obligación.
NEW ENGLAND PATRIOTS. El caso de los Pats se asemeja tremendamente a lo escrito para los Packers. Los grandes equipos parecen abonados a priorizar el poderío de ataque y a ignorar la importancia de las conocidas como "defensas dominantes". Parece que a Bill no le preocupa lo más mínimo que los Patriotas de Boston ocupen la décimoquinta posición tras equipos como Chiefs, Jaguars, Bengals, Seahawks o Dolphins. En New England piensan que los partidos y los campeonatos se ganan anotando más que el rival. No es una mala filosofía, de hecho es tan correcta como su contraria: las defensas ganan campeonatos. En el eterno dilema entre atacar, defender o buscar un término medio, no me gusta que la ecuación se resuelva sólo despejando el factor resultado: si se gana, el sistema es bueno, si se pierde, no.
Año a año, Belichick redefine sus conceptos de ataque. Desde hace casi una década y sobre la base de un quarterback estelar, la ofensiva ha ido basculando entre el ataque terrestre, el receptor decisivo, el desarrollo de un enjambre de receptores o el uso doble de los tight ends. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, el sistema parece entrar en una fase descendente, un apagado casi impercentible pero progresivo para el que Bill parece no hallar remedio. No es un fin de ciclo, ni siquiera el principio del fin. Quizá solo la necesidad creciente de lo que debería ser una revolución, la enésima en las manos del head coach de Nashville, en el roster de los Patriots. Uno puede cerrar los ojos, limitarse a la simple observación de la clasificación y pensar que todo va bien. Yo no soy de ese grupo; los problemas deben atajarse antes de que cobren demasiada importancia.
Creo que estamos ante una de esas temporadas en las que el pase a la Super Bowl será, a priori, mucho más asequible para los Patriots. Sus rivales directos aparecen como equipos de menor entidad o dramáticamente diezmados. Una hipotética final de Conferencia frente a unos Texans que algunos intentan meter en una quarterback controversy, o ante unos Steelers que, con un quarterback renqueante, acaban de perder a Rashard Mendenhall para el resto de temporada, incluso contra unos Ravens que, a estas alturas del año nunca han sido contendientes del todo fiables, pueden allanar el tránsito de los Belichick's Boys hasta Indianapolis.
DENVER BRONCOS. Cuando los Oakland Raiders rindieron sus armas frente al equipo que no debe ser nombrado hasta que no cometan el merecido parricidio contra su head coach, pensé que la cabeza de Tebow acababa de situarse bajo la conocida espada de Damocles. La mejor notícia para el quarterback de Makati hubiera sido la eliminación de los de Denver.
Hay una verdad incuestionable. El Tebow's Time ha acabado, la Tebow's Magic ha desaparecido. El Tebow's Atack ha sido borrado de un plumazo de la NFL. Como históricamente ha sucedido en la liga, a cada acción corresponde una reacción. Las defensas acaban por retirar ese ataque wildcat que tanto les llevó de cabeza y el juego terrestre solo tiene credibilidad si uno cuenta con un juego aéreo capaz de sembrar la duda. En las últimas semanas, Patriots, Bills y Chiefs han mostrado el camino al resto: manteniendo a Tebow dentro de su pocket y forzándole al juego de pase (50'0, 44'8 y 27'3 en porcentaje de pases completos, 4 intercepciones), los de Denver acaban por ahogarse en su propia sangre.
Sería ventajista si esperara a la eliminación de los Broncos para escribir esto, pero creo que uno debe ser honrado, decir lo que piensa y rectificar si se equivoca así que, ahí va. Para los de Denver, la vuelta a los playoffs tras seis años de penosa sequía, es un éxito indudable que debe reforzar en el cargo a John Fox. Él ha sabido tomar una decisión -buena o mala, eso siempre será motivo de discusión-, asumir una nueva situación y adaptar el equipo a sus posibilidades. Fox ha liderado un cambio traumático, considerar su potencial y cambiar el plan. Mi reconocimiento y respeto, míster Fox.
Pero aún recordando los Seahawks de la temporada anterior, cualquier apuesta que no contemple una abultada derrota de los Broncos a manos de los Steelers -aún a pesar de las bajas-, será pagada a precio de oro en todas las Casas de Apuestas. Y de la contundencia de esa eliminación depende, en gran parte, la continuidad de Tebow como quarterback en la ciudad de las Rocosas. Si los Broncos son capaces de llevar el enfrentamiento a su terreno (baja anotación, buena defensa) y mantienen el choque dentro del Tebow's Range, Timmy no solo mantendrá sino que fortalecerá su #15 en Mile High. Por el contrario, si las previsiones se cumplen y la derrota es de esas que hacen daño de verdad, John Elway debería de plantearse lo que en realidad han construído: un equipo peleón, eficaz en defensa pero con un ataque tan limitado que solo triunfa en la emboscada. Un futuro demasiado pequeño para una franquicia como Denver.