Buenos días, hoy os traemos la reseña aparecida en el fin de semana en el suplemento de El Norte de Castilla sobre el libro El pueblo en la guerra de Sofia Fedórchenko.
La voz de los Ivanes
Testimonios de soldados rusos de la Primera GuerraMundial
1915, 1916: Nos llegan las voces de soldados rusos heridos en los frentes de la Primera Guerra Mundial. Campesinos pobres, obreros, apartados de la cultura: «La culpa de ser ignorantes no la tenemos nosotros». Sus manos se acoplan mejor a un hacha que a un lápiz.La única escuela que conocen es el hambre, y la guerra es una prolongación de esa escuela. Carne de cañón: «La ropa que llevamos es del zar, pero el pellejo esnuestro». Los llaman ‘ivanes’, el nombre más comúnente ellos. Quienes les mandan se sitúan a enorme distancia: «Tienes a uno de esos delante y sabes que es inalcanzable, como el mismísimo Dios [...] ¿Cómo puede rebajarse hasta ti, hasta un Iván?».La guerra no necesita soldados cultos. Si alguno lo es, esa condición aumenta su sufrimiento. Pero soñar no está prohibido: se puede imaginar, por ejemplo, que por un momento a los señores les toca obedecer; entonces, «qué mal los trato en mis sueños». Para los mandos, esos soldados son esclavos sin alma. Pero al menos los manejan con brutalidad, como a perros, no con la distancia y la frialdad que los soldados alemanes reciben de los suyos. Menos mal que queda el compañerismo que aporta caminar juntos hacia la muerte. La camaradería, en esas circunstancias, es como el mejor de los vinos. Antes que abandonar a un compañero en peligro es mejor dejar huir a cien alemanes. En realidad la guerra tiene eso de bueno: en la guerra se puede conversar. En casa, de qué van a hablar con los suyos. Llegan rendidos del tajo y se meten en la cama, y entonces «partes hacia otro mundo. Porque no ibas a hablar con tu mujer, ¿no?».Mutilaciones, ceguera, gases. Lo peor son los gases, sí, eso es lo peor de los alemanes. Solo por eso se merecen la muerte. Ellos son el enemigo. Al enemigo no se le conoce. Solo se sabe que es el enemigo. Ni siquiera es posible entender por qué se está en guerra. Nadie lo ha explicado.A ellos, a los alemanes, también «los han mandado aquí sus jefes, igual que a nosotros [...] No tenemos la culpa ni nosotros, ni ellos». Los pueblos cuya naturaleza es dadivosa producen malos soldados. Los italianos, por ejemplo. En cambio, los alemanes son buenos combatientes porque sólo tienen máquinas, y las máquinas no sirven de alimento: «Por eso siempre intentan pillar lo que puedan...» Los rusos, por su parte, son gente pacífica, «lo único que necesitamos es que nos dejen vivir, ya nos alimentaremosnosotros mismos... No queremos bienes ajenos...». Entonces, ¿qué hacen en las trincheras? La guerra es la desesperanza: ya no es posible creer ni siquiera en una felicidad simple, en esa felicidad que permite reír, esperar: «La guerra se ha extendido por toda la tierra... Solo hay una escapatoria: pasar al otro mundo... Si supiera cómo se vive allí, me habría ido hace tiempo...».Sofia Fedórchenko (1880-1957) se interesó por la etnografía y la cultura popular rusa. Durante la Primera Guerra Mundial se alistó como enfermera. Anotó taquigráficamente centenares de conversaciones que oyó a los soldados heridos. En 1917 editó esas anotaciones con el título ‘El ruso habla. Apuntes hechos en el frente’. El libro se completaría posteriormente con dos entregas más, dedicadas a la época de la Revolución y a la de la Guerra Civil. Traducido de inmediato al alemán y alinglés, fue muy elogiado por escritores comoElias Canetti oThomas Mann. Sofia Fedórchenko agrupó las voces por temas que versan sobre la identidad social de los soldados, la cotidianeidad del combate, las heridas, la camaradería,los mandos, la visión del enemigo, la nostalgia del hogar o la opinión general sobre la guerra. Estos agrupamientos logran soslayar lo que podría haber resultado un caos temático, y le dan al conjunto de testimonios, todos muy breves, una coherencia discursiva que facilita la lectura.La mayor originalidad reside en que no son ficciones, sino discursos vivos, espontáneos, pronunciados sin tener ni siquiera conciencia de que van a quedar plasmados para la posteridad. No estamos ante una novela vivida, pero novela al fin y al cabo, sino frente a reflexiones o pensamientos expresados en voz alta, en medio del dolor de las heridas, de la angustia de una muerte que se siente amenazante y próxima.Voces salidas del pueblo, que Sofia Fedórchenko recogió para que no se perdieran y fueran patrimonio fundamental de ese mismo pueblo siempre destinado a jugar el papel que los poderosos quieren imponerle:material de desecho,masa mercantil, moneda de cambio destinada a «morir sin razón alguna».Tuvo razón Canetti al expresar que estas voces suenan «como la mejor literatura rusa que uno ama».
Por JOSÉ GIMÉNEZ CORBATÓN