El –recién anunciado– deceso de Agnès Varda evoca el recuerdo de Visages Villages, película que la cineasta belga filmó con JR en 2016, y que se estrenó en distintos países entre 2017 y el año pasado. Algunos espectadores rememoramos especialmente el tramo dedicado a la instalación que el artista callejero francés hizo en una playa de Normandía con el retrato que la también fotógrafa le tomó a su colega y amigo Guy Bourdin en una playa muy cercana de la misma región gala, a mediados del siglo pasado.
JR desplegó la gigantografía sobre una cara externa del búnker nazi que la Municipalidad de Sainte-Marguerite-sur-Mer ordenó empujar desde el acantilado donde había quedado varado. Para desilusión de la dupla autoral, el Atlántico deshizo la obra en menos de 24 horas.
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La historia del retrato cuya versión ampliada termina fagocitada por el océano invita a pensar en los posibles derroteros de la memoria. Aquella foto del entonces jovencísimo Bourdin se convirtió primero en testimonio de una amistad y de una época artística, y seis décadas después en escala de una entrañable road movie que invita a recorrer pueblos, descubrir rostros, hilvanar recuerdos, franquear barreras generacionales.
A pedido de Polka Magazine, Varda contó su versión de los hechos:
Si estuvimos en Saint-Aubin-sur-Mer, fue porque Guy nos había: su abuela vivía ahí. Parábamos cuando encontrábamos un lugar que nos gustaba y desembalábamos nuestros aparatos, cámaras fotográficas con fuelle como las de antes…
Le propuse sentarse cerca de una cabañita. Además de la mirada, está la presencia calma de este muchacho, calma e incluso reflexiva.
El puente en el tiempo aparece en 2015 cuando empiezo la película con JR. Uno le propone lugares al otro. JR había visto en una playa un búnker de guerra plantado como una obra de arte, como una gran roca. Sin conocer la ubicación, le dije ‘Bueno, vamos‘.
Cuando JR me dijo que iríamos cerca de Saint-Aubin, quedé impactada y le mostré las fotos que tomé en 1954. Le llamó rápidamente la atención aquélla de Guy recostado sobre la pared de la cabaña. Y nos dimos cuenta enseguida: el cuerpo de Guy se inscribía perfectamente en esa piedra y creaba un efecto de cuna. Y esto es extraordinario porque, cuando pensamos en los seres queridos que murieron, tenemos ganas de acunarlos, establecemos una relación con la infancia.
Esto significa que las imágenes pueden cambiar de sentido a partir de la mirada de otro, es decir, cuando hay un relevo de miradas. Cuando asumimos la perspectiva de la playa, ese búnker se convirtió en una piedra tumbada y finalmente en una tumba. Esto me impresionó mucho”.