Por Gastón del Torto / @g_deltorto
Es increíble lo que puede generar un partido de fútbol en el ambiente futbolístico: apenas una revolución mundial. Exactamente eso se volvió a vivir a causa del tercer clásico español entre el Real Madrid y el Barcelona que finalizó con victoria 2-0 para el equipo culé.
En este caso los entrenadores también agregaron una pizca de juego previo. El portugués José Mourinho, como es su costumbre, empezó a jugar el partido desde las declaraciones. Se encargó de ironizar el testimonio de Pep Guardiola aduciendo que era el único que criticaba a los árbitros cuando acertaban (en referencia al offside de Pedro en la final de la Copa del Rey). En este clima turbio y denso se desarrollo el enfrentamiento de ida entre los dos mejores equipos del mundo, tal vez jugando una final anticipada.
A pesar del lugar inusual que ocuparon algunos jugadores como Carles Puyol, que marcó el sector izquierdo de la defensa, o Mascherano que lo hizo de primer central, el Barcelona dominó el partido de punta a punta. Aun así se notó la falta de un número "3" con capacidad para recorrer el terreno y generar una opción más de pase por esa banda. Incluso, la ofensiva con Daniel Alves perdió sorpresa al no haber alguien con similares características del otro lado. El Real Madrid sólo se preocupó por reducir los espacios y controlar bien a Messi. Por eso vio pasar la pelota todo el primer tiempo.
Incluso dejaron muy sólo a Cristiano Ronaldo en ofensiva quien en varias oportunidades arengó a sus compañeros para que avancen en el campo. Por su parte, el conjunto culé aprovechó tal regalo y monopolizó la posesión (72% a favor). De hecho lo hizo sin ningún apuro, porque el empate tampoco le caía mal. Por ese motivo, la primera etapa no tuvo muchas emociones: un zurdazo de David Villa que se fue besando el palo y algunos disparos de Xavi que no molestaron demasiado a Iker Casillas.
En la segunda parte, el "Merengue" igualó el trámite del encuentro aunque tampoco generó demasiado. Dispuso de varios tiros libres pero ninguno encontró un buen cabezazo. La expulsión del portugués Pepe (por una patada tosca y brusca) complicó aún más las intenciones de conseguir un gol. Sin maravillar, el Barcelona se afianzó, fue más punzante y así llegó al gol.
En el primero, el holandés Ibrahim Afellay desbordó por derecha, tiró el centro y Messi pudo definir entre las piernas de Casillas. Luego, a falta de 5 minutos, el argentino enhebró una jugada individual fantástica, que inició en tres cuartos de cancha, y dejó atrás a cuatro jugadores madridistas para cruzar el tiro con la derecha.
Con estos dos tantos, el rosarino se transformó en el tercer máximo goleador en la historia del Barcelona con 179 y el segundo que le convirtió más goles al Real Madrid con 9. El primero sigue siendo César quien le anotó 14. Finalmente fue un 2-0 que dio como justo ganador al equipo culé, entre otras cosas, porque Gerard Piqué, Puyol y Mascherano tuvieron un muy buen partido, destacando aún más la tarea del primero. Xavi se hizo dueño del mediocampo, manejó los tiempos, controló la posesión y se mostró preciso en los pases y por último Messi, que no tuvo una actuación descollante, sí apareció en los momentos límites, cuando el equipo lo necesitó.
El Barcelona volvió a demostrar sapiencia para jugar al fútbol, no se desesperó y con el tiempo logró su cometido. El equipo entiende que cada partido dura 90 minutos, no hay porque apurarse en el primer tiempo para marcar la diferencia. Eso es lo que tiene este equipo: movió la pelota, desesperó al rival y en el segundo lo definió.
Aún así, lejos de haber asegurado el pase a la final, el Barcelona todavía debe jugar el partido de vuelta. Posiblemente con Iniesta disponible, lo mismo que Maxwell y habrá que ver qué sucede con Adriano. Por el contrario, el Real Madrid no podrá contar con Sergio Ramos, suspendido por acumulación de amarillas, ni con Pepe. El partido de vuelta se llevará a cabo en el Camp Nou el próximo martes desde las 15.30, nuevamente con transmisión de Fox Sports.
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