Foto de Giuseppe Martini para UnsplashHace unos meses, en el taller de escritura de Atrapavientos ‘¿La bruja debe morir?’, que imparte mi querida colega (y maravillosa profe) Mariajo Floriano, tuvimos que revisitar algún cuento clásico. Yo elegí la Cenicienta, pero desde un punto de vista bastante alternativo… Os dejo con este ratón un tanto rebelde…
Yo nunca quise ser un caballo, y menos, enganchado a una carroza. Mi vida como ratón me gustaba. Era peligrosa, pero yo estaba acostumbrado a vivir al límite, siempre con la adrenalina fluyendo. Era divertido.
La maldita hada madrina no me dejó elegir, ni a mí ni a nadie. Mira a los pobres lagartos, convertidos en aburridos lacayos, obligados a atender a la pánfila de Cenicienta…
Que sí, que qué lástima de muchacha, que qué vida tan injusta y todo lo que quieras, pero mírala qué pronto se le olvida la conciencia de clase. La sirvienta explotada y maltratada, perdiendo el culo por codearse con la aristocracia, y sin el menor remordimiento por recurrir al mismo elitismo que a ella le amargaba la vida.
Yo nunca quise ser un caballo, y menos, domado. Como ratón, disfrutaba de mi libertad, consciente de que cada día…
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