La Copa conquistada en Málaga ante el Barcelona vuelve a proclamar al equipo blanco rey de esta competición y le acredita como serio aspirante a los tres grandes títulos de la temporada
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El Real Madrid de Pablo Laso conquistó el domingo su vigesimocuarta Copa del Rey de baloncesto en un reñidísimo partido ante un Barcelona potente, duro y rocoso, pero al que le falta la magia que atesora hoy en día el plantel blanco. Este nuevo título convierte al conjunto madridista en el club que más veces ha ganado esta competición, con 24 ediciones, rompiendo el empate que mantenía con su rival blaugarana. Pero lo que es más importante, ratifica que es el nuevo emperador del baloncesto español, trono que ha recuperado en las dos últimas temporadas gracias al excelente trabajo de su técnico vasco, que llegó a la entidad madrileña sin boato ni grandes credenciales, pero que ha sabido conjuntar una plantilla que cubre con sapiencia y acierto las múltiples aristas que configuran este deporte.
El Barcelona ha mandando con determinación y solvencia en las competiciones nacionales durante las últimas dos década, tiempo durante el que el Madrid sumó títulos aislados, por mor de la inspiración personal más que por un buen trabajo planificado. De hecho, los catalanes han doblado en títulos, tanto de Copa del Rey como de Liga, a los madrileños en los últimos 20 años. Sin embargo, desde la llegada del técnico vitoriano al banquillo madridista, el club más laureado de esta especialidad deportiva ha recuperado el mando y ha sumado más títulos que su eterno rival, circunstancia que no pasaba desde hace tiempo. Y la mano de este ex base ha resultado decisiva en el cambio de rumbo de la segunda sección blanca. Además, en sus duelos con el Barça ha conseguido variar la tendencia -esta temporada también le derrotó en la Supercopa- y sumar más triunfos que derrotas en los clásicos
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A base de apostar por una baloncesto atrevido y espectacular, que ha ido perfeccionando con una entrega defensiva indispensable, este Madrid se ha convertido en un equipo muy sólido, capacitado para jugar a cualquier tipo de baloncesto, ya sea a máxima velocidad, donde no encuentra rival, con intercambio de golpes, donde el Barça le hace sufrir, o amarrando el basket control, donde el Olimpiakos griego ya ha encontrado un contendiente de su nivel. El actual campeón de Liga y Copa ha ido añadiendo diferentes armas a su poderío, lo que le faculta para aspirar a los tres grandes títulos de la temporada: Copa, Liga y Liga Europea, condición que no vivía desde los tiempos gloriosos de Pedro Ferrándiz o Lolo Sainz.
Y en esta Copa del Rey, ha demostrado su enorme capacidad, apabullando a Gran Canaria y CAI en cuartos y semifinales, respectivamente, y después superando por la mínima y en el último segundo a un Barcelona que mantiene el potencial de las dos últimas décadas, pero que ha perdido el toque diferencial de la que ha sido su gran estrella en este período, Juan Carlos Navarro, a quien los años y el castigo físico han menguado su maestría. El choque fue de la máxima igualdad, siempre al alcance el uno del otro de un par de canastas. Xavi Pascual tenía claro que el duelo no iba a discurrir entre alegrías ofensivas, por lo que diseñó un ritmo dominado por el músculo y el choque, donde hoy en día este equipo no tiene rival. Y con casi la única arma del dos contra con bloqueo del pívot sobre el base en lo alto de la zona, el conjunto azulgrana impidió el despegue blanco, hasta el extremo de que se fue al descanso con cuatro puntos de ventaja. El Real Madrid sufría para superar la barrera de kilos y esfuerzo diseñada por el preparador catalán. Pero la gama de recursos de Rudy y de Mirotic y el acierto en tiros libres, ante la escasa inspiración anotadora de los dos Sergios, permitía a los madridistas seguir mandando en el electrónico.
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Y cuando todo parecía que el equipo favorito en las apuestas sentenciaba el título, al llegar al último minuto con seis puntos de ventaja, dos malas elecciones ofensivas de Rodríguez, perfectamente resueltas por el azulgrana Olesson, permitieron al Barcelona llegar a la última jugada un punto por encima. Parecía repetirse la historia de los cuartos de final de la temporada pasada, donde los blancos echaron por tierra todo su esfuerzo en unas últimas jugadas muy mal ejecutadas y ofreciendo oxígeno a un enemigo que nunca baja los brazos. Pero en esta ocasión, Llull, que se había mostrado desacertado en el lanzamiento durante todo el encuentro, sumó la canasta en el último suspiro que devuelve a la gloria al madridismo y que venga una igual de Nacho Solozábal en 1988 que pasó a la historia. Aunque restaba una décima de segundo, en la que los azulgrana tuvieron un palmeo que les pudo dar la victoria, que no hubiera sido injusta. Por cierto, ¿por qué Laso no puso a un pívot sobre el saque de banda de Marcelinho en lugar de Rudy? Le habría dificultado el saque mucho más que el escolta. Quizá este sea uno de los pocos puntos débiles del actual Real Madrid, saber jugar los últimos instantes de partidos igualados. Pero la verdad es que como acostumbra a solucionarlos mucho antes, le falta entrenamiento.
Llama la atención que otra de las grandezas de este Madrid de Pablo Laso es que disputa los minutos de la verdad con cinco jugadores españoles, que son los que llevan el mayor peso creador de este equipo: Rodríguez, Llull, Rudy, Reyes y Mirotic. No suele ser costumbre en este deporte que los americanos y otras estrellas europeas vean los momentos decisivos dese el banquillo. Pero hasta en este punto ha sabido hacerlo bien el actual preparador blanco, el verdadero artífice de este Madrid que invita a disfrutar y soñar a su afición. Alejandro Posilio
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