Revista Cultura y Ocio

El régimen demográfico en la Edad Moderna

Por Jossorio

La demografía histórica y sus fuentes

El objeto de la demografía histórica es el estudio de las poblaciones del pasado (estado, estructuras
y movimiento tanto natural [nacimientos, defunciones y matrimonios] como geográfico
[migraciones]) y su evolución en el tiempo, utilizando fuentes no estrictamente demográficas
pero susceptibles de tratamiento estadístico (fuentes indirectas). Su constitución como disciplina
con metodología propia es históricamente reciente (mediados del siglo XX).
La utilización de fuentes indirectas (recuentos de población fiscales o militares y registros
parroquiales) impone límites:


- Solo pueden hacerse investigaciones rigurosas de carácter general en Europa y sus colonias
a partir del siglo XVI (existen investigaciones más localizadas para otros lugares y épocas
anteriores), que cuentan con este tipo de fuentes con normalidad.
- Algunos aspectos básicos como el volumen total de población obligan a realizar
estimaciones, al utilizar las fuentes unidades colectivas de difícil cuantificación que ni
siquiera coinciden con las familias (como los "vecinos" o "fuegos" en España).
- Los estudios más detallados han de centrarse siempre en comunidades pequeñas
(parroquiales).
Admitido el primer límite, la utilización de coeficientes multiplicadores combinados con métodos
estadísticos ha ayudado a paliar el segundo y la realización de amplias encuestas, el tercero.
1.2. El régimen demográfico
Las dos principales características del "régimen demográfico antiguo", predominante en la Europa
moderna ("Antiguo Régimen"), son la alta natalidad y la alta mortalidad, que se traducen en un
crecimiento vegetativo débil.
1.2.A. Mortalidad
Una "tasa bruta" (de natalidad, mortalidad o nupcialidad) es la relación, expresada en tantos
por mil, entre el número de acontecimientos (nacimientos, defunciones o matrimonios) ocurridos
durante un año en una población y el volumen total de dicha población.
Las tasas brutas de mortalidad "ordinarias" (en ausencia de crisis) oscilaban entre 30-40‰ (la actual
para el conjunto de Europa es del 10‰), pero en general se situaron un poco por debajo de la
natalidad, lo que habría permitido el crecimiento continuado de la población sin la intervención de
otros factores.
Las causas de la elevada mortalidad son múltiples, destacando: una economía agraria de escaso
desarrollo tecnológico (sujeta por tanto a las fluctuaciones climáticas), un reparto de la riqueza muy
desigual (con amplios sectores de la población permanentemente subalimentados y sujetos por tanto
a todo tipo de infecciones), la falta de higiene generalizada tanto pública como privada (sobre todo
entre las clases más humildes, que ingerían aguas contaminadas y alimentos en mal estado) y una
medicina poco desarrollada científicamente y con escasos medios.
La fortísima mortalidad infantil (relación entre el número de niños fallecidos antes de cumplir un
año y el total de nacidos) contribuía a elevar las tasas brutas de mortalidad. Las tasas de mortalidad
infantil en la Europa moderna giraban en torno al 250‰ (la tasa europea actual es del 12‰). Las
causas serían la alimentación deficiente de las madres, la nula atención sanitaria durante el
embarazo, las malas condiciones higiénicas del parto y la escasa preparación de las comadronas.
Pero además el número de fallecidos se incrementaba considerablemente, debido a enfermedades
específicamente infantiles (sarampión, diarreas infantiles) o con mayor incidencia sobre la infancia
Nacho Seixo - Historia Moderna RIBOT. Resumen - 11
(viruela). La mortalidad infantil era mayor en la ciudad que en el campo y entre la clase obrera
urbana que entre las clases altas urbanas.
Pero el hecho demográfico característico del Antiguo Régimen son las "crisis demográficas":
durante un tiempo relativamente corto (unos meses en las más rápidas, uno o dos años en las más
largas), el número de defunciones aumenta bruscamente duplicando o triplicando las tasas
ordinarias (a veces incluso más). Pueden afectar a un espacio muy reducido (una localidad) o más
amplio (regional o nacional y alguna vez incluso internacional). Estas crisis solían reducir la
población en un 10-15% (a veces incluso más), no solo por las muertes sino también porque
provocaban la emigración de mucha gente. Una vez recobrada la normalidad, los fenómenos se
invertían: muchos emigrados retornaban y el adelanto de las bodas de los jóvenes que se habían
quedado solos reactivaba la nupcialidad; además los más débiles ya habían muerto durante la crisis.
Las principales causas de las crisis demográficas eran el hambre, las epidemias y la guerra (de ahí la
plegaria de origen medieval: "A fame, peste et bello, liberanos Domine"); las cuales muchas veces
venían juntas. El papel de las guerras no se debía tanto a los muertos directos como a las
destrucciones y la desorganización de la vida económica que acarreaban; aparte los ejércitos en
marcha eran una fuente de todo tipo de contagios. El hambre ("crisis de subsistencia") derivaba
sobre todo de accidentes meteorológicos (sequías prolongadas, lluvias excesivas) en las economías
cerealistas de Europa cuyo alimento básico era el pan (las zonas de recursos más diversificados
sobrevivieron mejor estas crisis); pero el hambre no era la causa directa de la muerte, sino que
impulsaba a la gente a ingerir alimentos en mal estado o directamente nocivos, aumentando las
enfermedades gastrointestinales. Las enfermedades infecciosas que amenazaban al hombre moderno
eran muchas (sarampión, difteria, gripe, sífilis, tuberculosis, viruela, tifus...); pero la más temida era
la peste (Barcelona sufrió 33 contagios de peste entre 1348 y 1654). La "peste bubónica" (la
mayoritaria en la Europa moderna), causada por un bacilo, se transmitía al hombre por la picadura
de la pulga de la rata negra. Pero la peste fue también la primera enfermedad vencida en el mundo
moderno: las últimas epidemias fueron la de Londres de 1665 y la de Provenza de 1720-1722
(esta última se llevó a más del 40% de la población). Las causas de la erradicación se desconocen,
aunque se ha hablado de mutaciones genéticas en el bacilo o en la pulga que le servía de huésped.
Lo que está claro es que comenzaron a tomarse medidas preventivas cada vez más eficaces
(p. ej., exigiendo drásticas cuarentenas a cualquier barco sospechoso).
La mortalidad que acabamos de describir se traducía en una esperanza de vida al nacimiento muy
corta en torno a 25 años (en Inglaterra en torno a 35), frente a los 75 actuales. Para quienes
superaban los 10 años de edad, la esperanza estaba en poco más de 50 años.
1.2.B. Natalidad-fecundidad. Nupcialidad. Familia
La tasa bruta de natalidad ordinaria estaba en 35-45‰ (actualmente, ±10‰). Estas tasas de
natalidad tan altas se corresponden lógicamente con un fecundidad también elevada, aunque
determinada culturalmente. La sexualidad extraconyugal estaba condenada moralmente por las
distintas Iglesias, así que la inmensa mayoría de los nacimientos se producían en familias
legítimamente constituidas (los hijos ilegítimos no debían superar el 5%. Las cifras de concepciones
prenupciales varían de unos lugares a otros (menos en las zonas católicas y más en las protestantes,
aunque en casi todos los casos desembocaban en un casamiento que legitimaba la situación).
En Europa, el modelo de matrimonio (único lugar donde eran admisibles las relaciones conyugales)
supone la existencia de un celibato definitivo (proporción de personas de una población que
permanecen solteras al menos hasta los 50 años) relativamente elevado (10-20%, aunque más en el
campo y más entre las mujeres). El acceso al matrimonio era más bien tardío: ± 25 años las mujeres
y ± 30 años los hombres, tendiendo a aumentar en ambos casos. El tiempo de fecundidad efectiva
(entre el matrimonio y la menopausia) era menor que el de fecundidad biológica: ± 15 años. Aunque
no parece que se hayan producido modificaciones biológicas en cuanto al tiempo de fecundidad
biológica de la mujer, la menopausia tiende a adelantarse con estados de subalimentación. El
número medio de hijos por familia era de 7. Aunque en los países católicos no se aceptaban los
divorcios y en los protestantes eran infrecuentes, sí había muchos/as viudos/as: era más frecuente
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que los hombres y no las mujeres volvieran a casarse (aquí juega un cierto papel la reactivación de
la fecundidad). El aborto se practicaba de forma secreta y muy infrecuente, aunque fue aumentando
en las ciudades y en general a medida que mejoraba la calidad de vida.
El modelo típico de familia en Europa noroccidental, adoptado desde la Edad Media, era el de la
"familia simple" o "nuclear" (compuesta exclusivamente por padres e hijos que abandonaban el
hogar paterno al casarse), En Europa sudoccidental, convivía con modelos de familias complejas:
"familias extensas" o "ampliadas" (familia simple más algún pariente del cabeza de familia) y
"familias múltiples" o "polinucleares" (varias familias nucleares bajo el mismo techo,
distinguiéndose entre "hermandades" [núcleos de dos o más hermanos] y "familias troncales"
[familia que habita con el hijo casado]). En Europa oriental, predominan estas últimas. El que una
familia tuviera más miembros era signo de riqueza (más brazos para trabajar en el campo, teniendo
en cuenta que los sirvientes, cuando los había, también computaban).
1.2.C. El ritmo estacional de la vida y la muerte
El ritmo estacional demuestra que el hombre seguía siendo más dominado que dominador de la
naturaleza. Así, en Europa central y meridional, la mortalidad presenta el máximo a finales del
verano y principios del otoño (mayor incidencia de las enfermedades gastrointestinales) y un
segundo pico a finales del invierno (mayor incidencia de las enfermedades respiratorias). En Europa
del norte, los veranos presentaban los mínimos de año, pero el máximo invernal aumenta. La
estacionalidad de los nacimientos es más universal: máximo en los meses invernales (es decir,
concepciones en primavera). La nupcialidad está en parte influida por la estacionalidad (mínimo en
verano y máximo en invierno, vinculados a la natalidad), pero también culturales (trabas
económicas para la celebración de matrimonios en Cuaresma y Adviento).
1.3. Las estructuras demográficas
1.3.A. Estructura por edad y sexo
La pirámide de edades de la población moderna se presenta como un triángulo con una base muy
ancha y una rápida disminución hacia la cúspide (± 50% de menores de 25 años, ± 33% entre
25 y 50 y ± 17% con más de 50). Además, la relación teórica de población dependiente
(entendiendo por tal los menores de 15 y los mayores de 60) era mucho mayor que hoy en día
(75-80%, frente al ± 50% actual), aunque en la práctica era menor debido a la tendencia a
incorporar paulatinamente a los niños al trabajo (mucho antes de los 15 años) y también a hacer un
abandono paulatino de la actividad laboral (más allá de los 60).
1.3.B. Población rural y urbana
La Europa moderna implica el desarrollo de un sistema urbano integrado, conformado por las
necesidades de la economía comercial. Sin embargo, la población continuó siendo eminentemente
rural. Solo el 5-10% habitaba en núcleos > 10 000 habitantes, aunque tanto el número de ciudades
como la población que albergaban fue creciendo durante la Edad Moderna. Casi el 80% de los
núcleos urbanos estuvo siempre entre 10 000 y 40 000 habitantes, algo más del 10% entre 40 000 y
80 000 y solo unas cuantas ciudades alcanzaron los 100 000 (Nápoles, París y Londres fueron las
mayores ciudades, acercándose a 500 000).
1.3.C. Estructuras socioprofesionales
En torno al 75% de la población activa seguía dedicándose a la agricultura y la ganadería (en la
Edad Media el porcentaje pudo llegar al 90%). Hay que decir que el porcentaje de agricultores en
las ciudades era mucho mayor que el actual y que en los núcleos rurales solía haber un reducido
grupo de artesanos. Aún así, la mayoría de la población urbana se dedicaba a las distintas
actividades de transformación y la mayoría de la población rural al sector primario. Los
funcionarios y profesionales liberales (médicos, abogados, mercaderes, etc.) se concentraban sobre
todo en las ciudades y eran un sector claramente minoritario aunque de gran influencia social. El
clero era más abundante en los países católicos que en los protestantes, pero aún así nunca superó el
1,5% (solía concentrarse en el mundo rural, donde tenía gran influencia). El servicio doméstico
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estaba fuertemente implantado en las ciudades (± 20% de la población activa urbana) y era sobre
todo femenino. Las mujeres en general tenían una intensa participación en el mundo laboral,
empezando por la economía familiar de la época mucho más amplia que la actual (desde tareas
agrarias hasta la elaboración del pan y de la ropa) y acabando por trabajos asalariados (algunos
oficios urbanos como el textil y sobre todo el servicio doméstico).
1.4. Movimientos migratorios
La sociedad europea moderna era estructuralmente sedentaria (dejando aparte minorías étnicas
como la gitana) y las migraciones ordinarias simplemente tendían a equilibrar la relación entre
población y recursos, al redistribuir los excedentes humanos. Eso sí, hay una migración progresiva
del campo a la ciudad durante toda la Edad Moderna. En épocas de crisis (tanto económicas como
político-militares) era cuando se producían los mayores desplazamientos, que en gran parte se
compensaban con la vuelta a la normalidad. Por último, hay que hablar de las migraciones forzosas
de minorías socio-religiosas (expulsión en España de los judíos en 1492 y de los moriscos en 1609),
que tuvieron un impacto puntual en la demografía de ciertas zonas, y de la emigración a América
(de poco impacto en términos generales sobre la población europea, pero un factor a tener en cuenta
en países como España, Portugal e Inglaterra). Las principales motivaciones de las migraciones
voluntarias eran el afán de mejorar económica y/o socialmente. En cualquier caso, siempre fue
mayor el impacto de las migraciones extraordinarias (en épocas de crisis) que el de las ordinarias.
1.5. Volumen y evolución de la población europea
China e India concentraban la mitad de la población mundial en la época moderna con una
superficie que no llegaba a la décima parte del total. Europa, con el 3,5% de la superficie terrestre,
albergaba el 14% de sus habitantes (20 hab./km2) a mediados del siglo XVIII. El Estado europeo
más poblado era Francia, con 25 millones. España tenía 10,5 millones.
Europa crecía lentamente. Entre 1500 y 1600, pasó de 80 a 100 millones de habitantes, lo que
significa un crecimiento del 0,2% anual. Tampoco fue un crecimiento constante: a la expansión
demográfica del siglo XVI (más bien recuperación tras la gran crisis bajomedieval) le siguió el
cuasi-estancamiento del siglo XVII. El siglo XVIII vuelve a ser expansivo y de forma más acusada:
50% a lo largo del siglo, lo que significa un 0,5% anual. Pero lo más importante es que este nuevo
crecimiento no volvió a ser truncado por ninguna crisis de larga duración. La Revolución Industrial
influyó. El paso del régimen demográfico "antiguo" al "moderno" se estaba produciendo.


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