Los asteroides un fueron un misterio mucho antes de su descubrimiento. A finales del siglo XVI Johannes Kepler consideró necesario considerar como una "planeta invisible" situado entre Marte y Júpiter con el fin de mantener la armonía en las relaciones de los periodos orbitales. Dos siglos después la relación matemática formulada por Daniel Titius y popularizada por Johnn Bode alimentó las especulaciones acerca del espacio interjoviano. Sus predicciones de un planeta todavía no descubierto entre Marte y Júpiter, combinadas con el reciente descubrimiento de Urano, que ajustaba perfectamente a la órbita predicha por Bode en su secuencia, puso a los astrónomos en acción. Franz Zaver von Zach astrónomo de la corte en Gotha, comenzó con una búsqueda activa en 1787 y posteriormente trató de implicar a otros astrónomos para formar una "policía celeste", cada uno responsable de barrer una zona de 15° de la eclíptica.
El complicado modelo del sistema solar de Kepler basado en los sólidos perfectos
Sin embargo, Giussepe Piazzi, un astrónomo y sacerdote italiano irrumpió en la escena descubriendo Ceres en la víspera del 1 de enero de 1801. Cuando las posteriores observaciones situaron este cuerpo entre las órbitas de Marte y Júpiter, parecía que el planeta faltante había sido por fin descubierto. Pero la oleada de otros hallazgos: Pallas (1802), Juno (1804), y Vesta (1807), junto con la observación de que estos nuevos cuerpos carecían de discos visibles, llevó a los astrónomos a concluir que el presunto planeta faltante se había hecho pedazos. Pero para entonces William Herschel había comenzado a llamar a estos pequeños mundos "asteroides" para denotar su apariencia estelar.
Durante más de un siglo después del descubrimiento de Ceres, a la investigación sobre asteroides consistió fundamentalmente en en la detección, rastreo y el cálculo de sus órbitas, una tarea enormemente ardua antes de la llegada de la era de las computadoras. La amplia aplicación de la astrofotografía a comienzos del siglo XX resultó una bendición como una nueva y poderosa herramienta, así como el desarrollo de las primeras computadoras. Su enorme proliferación en el firmamento, junto con su tendencia a dejar rastros en las cartografías de larga exposición de galaxias, dieron el apodo a estos cuerpos de "la chusma de los cielos".
Continuará...
Publicado en Odisea cósmica¡Suscríbete Ya!