‘La prensa británica necesita aprender humildad. Si lo sabré yo’. Palabras del ex editor de The Sun, David Yelland.
Hoy 29 de noviembre se cumple justo un año de la publicación del Informe Leveson, que el magistrado Brian Henry Leveson elaboró sobre las prácticas de los medios de comunicación del Reino Unido y sobre la conveniencia de regular la actividad del periodismo impreso en ese país europeo. El Primer Ministro David Cameron encomendó la investigación correspondiente a mediados de 2011, tras el escándalo de escuchas telefónicas que desembocó en el cierre del tabloide News of the World. Las conclusiones y recomendaciones vertidas en el documento siguen siendo resistidas por los dueños y editores de los grandes medios británicos (“barones” en palabras de Hugh Grant); de ahí el acto conmemorativo que convocaron ARTICLE 19 y Media Standards Trust.
Estas asociaciones sin fines de lucro organizaron para hoy mismo la charla que brindó el ex editor del sensacionalista The Sun David Yelland y el debate posterior del que participaron figuras del ámbito mediático, político, académico. The Guardian publicó aquí parte del speech principal; a continuación Espectadores traduce los párrafos que aluden a una realidad irreductible al territorio anglosajón.
Hace casi once años dejé de trabajar en The Sun y empecé a recuperar mi condición humana. Siempre soñé con ser periodista. Obtuve la primera oportunidad a mis 21, y trece años después me convertí en editor del mencionado periódico. Ahora estoy feliz, lejos de ese mundo durante el mismo tiempo en que estuve adentro.
A un año del Informe Leveson, el país se encuentra en medio de una locura donde los hechos parecen no importar y las generalizaciones se repiten tan seguido que lo que no es verdad casi parece verdad. En realidad sucedió lo siguiente: Sir Brian Leveson hizo un muy buen trabajo. Escuchó, investigó y publicó sus recomendaciones. Todo encajó muy bien y tuvo sentido.
Leveson sostuvo que gran parte de nuestra prensa se desempeña muy bien, pero que una porción “causa estragos en la vida de la gente común”. Concluyó que la Ley no protege adecuadamente a la gente, y que el público quiere –y merece– una regulación decente que le dé acceso a una reparación justa. Al mismo tiempo, dijo que los políticos no deberían admitir ninguna interferencia a la libertad de prensa.
Recordemos porqué el Primer Ministro encargó esta investigación: la prensa abusó de su poder. ¿Acaso Abigail Witchalls, que quedó lisiada tras haber sido apuñalada en la calle mientras estaba paseando con su hijo de 21 meses, merecía que publicaran detalles de su historia clínica? ¿Y Kate y Gerry McCann tenían que probar que no habían vendido a su hija de tres años como esclava para pagar su hipoteca? ¿Y Christopher Jefferies merecía ser acusado falsamente de asesinato por el solo hecho de ser raro?
(…)
Sin dudas, muchos diarios se parecen a una dictadura: cualquiera que cuestione al editor no dura demasiado. La cosa empeora cuando la persona cuestionada es dueño del medio.
Esta estructura dictatorial tiene sus ventajas; de hecho consigue que los diarios sean dinámicos y decisivos. Pero también concede un poder inmenso a una sola persona… al menos hasta el día siguiente.
(…)
Actualmente la prensa británica es tan hipócrita que me deja sin aliento. Ordené una portada de The Sun con el titular “La BBC se droga” cuando rara vez estuve sobrio 24 horas seguidas. Ya sea porque están locos o porque son inconscientes, editores y propietarios se consideran pequeños individuos que enfrentan el establishment. No se dan cuenta de que ellos mismos forman parte de este establishment.
Una de las armas más potentes que manejan los diarios es su capacidad para ignorar totalmente un conflicto o acontecimiento. La gente ataca a la prensa por lo que publica, pero lo que no publica suele constituir grandes noticias (ignoradas)”.
En la cobertura que le dedica a este primer aniversario del Informe Levenson, The Guardian también se hace eco (aquí) de la declaración que “más de cien referentes de la literatura, las artes, la ciencia, el ámbito académico, el Derecho en general y los Derechos Humanos en particular firmaron para exigirles a los diarios y revistas que acepten la aprobación de un sistema regulatorio nacional”. Entre las figuras más reconocibles, se encuentran el cantante pop James Blunt, los actores Stephen Fry y Emma Thompson, los cineastas Stephen Frears, Alan Parker, Mike Leigh, Guy Ritchie, los escritores Ian McEwan, JK Rowling, Salman Rushdie… “¿Y Hugh Grant?”, preguntamos de este lado del Atlántico.