20FEB
Los dinamiteros
Juan García Atienza
1964
España
93 min.
Fotografía: Juan Mariné
Música: Piero Umiliani
Montaje:
Guión: Juan García Atienza y Luis Ligero según una historia de Rodrigo Rivero Balestia
Reaparto: José Isbert, Sara García, Carlo Pisacane, Lola Gaos, Paolo Ferrara, María José Alfonso, Xan Das Bolas
Injustamente malconocida joya de la comedia española de la década de los 60 que, por un lado sigue la estela negra de los trabajos de Marco Ferreri y Luis García Berlanga, Azcona mediante, pero con mayor ternura (y sin la hiel) que el primero y menor ambición que el segundo, y por otro esta alimentada del irreproducible aliento de la maravillosa escuela italiana post-neorrealista, con el gran (y recientemente desaparecido) Mario Monicelli y su Rufufú de 1958 a la cabeza. Co-producida mano a mano entre la Ágata Films de José Luis Dibildos, antes de la “tercera vía” y la Columbus it
aliana (allí se estrenó como L’ultimo rififi, para no dejar dudas a nadie) recibe tanto el impulso económico como ese sentido de la comicidad que, como decía Totò, nace del hambre y el frío además de incorporar al genial característico Carlo Pisacane (amén de unos cuantos secundarios y el músicoPiero Umiliani, prolifico como pocos y responsable del antológico score de, precisamente, Rufufú), no en vano recuperado desde Rufufú e igualmente inolvidable Abacuco, el buhonero judío de la descacharrante La armada Brancaleone otra perla “monicelliana”, que aquí se encarga del de seductor con pinta pajarillo, un elegante gorrón que quiere llevarse de viaje a Mallorca a alguna de las guapas actrices que viven en su pensión. Un personaje delicioso en el cual no resulta difícil ver al Sansoncito que para Carlos Lucas creara La Cuadrilla en Justino, un asesino de la tercera edad (1994). La terna de adorables personajes la completan otra importación, la mexicana Sara García, una actriz extraordinariamente popular en su país que llevaba en la profesión desde el mudo, como abuelita de pacífica apariencia, pero ideóloga del golpe que esta perpetuamente enfrentada a su manirrota (según ella, claro) nuera, nada menos que Lola Gaos, y ese monstruo que fue Pepe Isbert (aunque aquí desgraciadamente doblado por cuestiones de salud) como cascarrabias financista del grupo. Junto a estas influencias, no solo manifiestas sino asumidas desde una postura natural, tampoco se puede desligar la existencia de Los dinamiteros del enorme éxito de la anterior Atraco a las tresde José María Forqué. El film presente se rodó en realidad a caballo entre el 62 y el 63 aunque no pudo ser estrenado hasta 1964, haciéndolo encima en circuitos de repertorio y demás, quedando de esa forma condenado a la indiferencia absoluta.Con la película de Forqué comparte, desde luego, un afectuoso retrato de los perdedores, pero principalmente el sentido de parodia amable de la fiebre de las películas sobre robos científicamente planificados con un componente caricaturesco francamente gracioso en relación a los arquetipos del thriller norteamericano, en esta tomados a pitorreo a través de una película de gangsters que el trío protagonista acude al cine a ver con el objetivo de aprender las técnicas del oficio y que esta protagonizada, nada menos que
por Adolfo Marsillach y Laurita Valenzuela con paródica estética en claroscuros expresionistas del hard boiled norteamericano.Divertidísima en conjunto, sarcásticamente lúcida de principio a fin retrata con un gracejo y una simpatía, a la cual tampoco son ajenos ni la amargura ni lo sentimental, la realidad tétrica de la España de la supervivencia franquista. Deslizando, que no subrayando groseramente, todo un comentario social sobre la época que vale más que el oro del Perú. Una radiografía chistosa y auténtica de un presente mezquino -el plan se pone en marcha tras la enfermedad y muerte de uno de sus amigos y cliente también de su misma mutua, el cual termina sus días en la más absoluta soledad y miseria- , con esos abueletes entrañables que recuperarán la ilusión al colocarse al margen de la ley/el sistema/las convenciones. Para
redondear el conjunto se asienta sobre una puesta en escena muy inteligente y sencilla, en unos diálogos estupendos y en un ejemplar dominio de los tiempos y la medida delgag (la compra de los explosivos o el golpe en si son momentos memorables por si mismos). Realmente una muy buena película, acertadamente costumbrista, soterradamente reivindicativa y de original planteamiento que hace añorar que Juan García Atienza (anteriormente crítico, ayudante de dirección desde finales de los 50 y también guionista de algunas comedias poco destacables) no dirigiese nada más para el cine y en cambio prefiriera consagrarse a la realización de documentales, a la televisión de forma esporádica y principalmente a la escritura y la divulgación de todo tipo de paraciencias y ocultismos.