Revista Opinión

El respeto a la vida (pero a la de todos)

Publicado el 17 marzo 2009 por Héctor

Escuchando entrevistas como la que le hicieron ayer por la tarde en La Ventana de la SER al portavoz de la Conferencia Episcopal, monseñor Martínez Camino, uno piensa si realmente vivimos en el año que marca el calendario gregoriano o si seguimos algunos años (tal vez siglos) con retraso. La entrevista (a ratos tensa, pues a veces parece que monseñor habla con una autoridad indiscutible emanada del Altísimo) giró en torno a dos temas principales: la manipulación genética de los embriones y la reforma de la Ley del Aborto que ha propuesto la ministra Bibiana Aído y que va a ser discutida en el Parlamento en breve.
El primer tema queda ejemplificado en el caso que conocimos la semana pasada en Sevilla, donde un bebé cuyo embrión fue manipulado genéticamente pudo donar células de su cordón umbilical a su hermano de siete años, enfermo de leucemia, y por tanto salvarle la vida. El caso, sobra decirlo, no provoca sino felicidad y no cabe otra cosa que darle la enhorabuena a los médicos que han obrado el milagro (este sí que lo es) y sobretodo felicitar a esa familia que ha visto como se ha curado su primogénito gracias al recién nacido, que por otro lado era un hijo totalmente querido y deseado.
Pues bien, lejos de regocijarse ante tal prodigio de la ciencia que ha salvado la vida a un niño, monseñor Martínez Camino se lamentaba que para llegar a esta feliz conclusión se tuvieran que eliminar decenas de embriones hasta conseguir el adecuado. Dicho de otra manera: es inmoral que para seleccionar un embrión "válido" haya que rechazar los que no lo son, negando a esos embriones la posibilidad de nacer (esto es literal). Vamos, que para monseñor son mucho más importantes unos cuantos embriones de pocos días que un niño de siete años con una enfermedad terminal. Se le llena la boca con el derecho a la vida de aquellos embriones, una vida que todavía está lejos incluso de empezar. Pero ¿qué pasa con la vida de ese chaval que estaba a punto de terminar demasiado pronto?
Y después está lo de la Reforma de la Ley del Aborto. La Iglesia española ha anunciado que va a lanzar una campaña publicitaria (en carteles y folletos por todo el país) en contra de esta reforma. Y lo va a hacer con un argumento tan peregrino como insidioso. Ni más ni menos va a mostrar la foto de un cachorro de lince ibérico con el lema "yo estoy protegido", en contraste con la foto de un bebe junto a la que se lee "¿pero y yo?". Es decir, que la Iglesia, en un alarde de capacidad intelectual, equipara a los bebés humanos con especies animales protegidas. Monseñor Martínez Camino alegaba que si se protege la vida de los animales en peligro de extinción (incluso con penas de cárcel para los que no la respeten, añadía), ¿por qué no se protege la vida de los seres humanos que son mucho más importantes?. Yo a monseñor le diría un par de cosas. Bueno, en realidad le diría más de dos, pero de momento me conformaré con decirle dos. La primera es que me parece indignante la manipulación extrema de esa campaña, en la que se compara a un lince con un bebé. De esa comparación gráfica se desprende que la reforma de la Ley del Aborto permitirá eliminar bebés con total impunidad, cosa que es total y absolutamente falsa y que solo sirve para liar al personal y sembrar la confusión. Y en segundo lugar le diría a monseñor Martínez Camino que vivimos en una sociedad civil y plural, tan plural que abarca mucho más que lo que representa la Iglesia Católica. Por ello, las leyes por las que se rigen los ciudadanos deben emanar de los poderes civiles, elegidos por los ciudadanos en su conjunto y no por un grupo de cardenales. La reforma de la Ley del Aborto es una disposición jurídica civil, que lo único que pretende es que los embarazos no deseados o los embarazos de riesgo puedan ser interrumpidos sin que ello suponga una persecución penal de las madres. La ley no obliga a nadie a abortar, señor Camino. Y mucho menos obliga a una mujer católica a hacerlo. Los católicos, ese sector que es el único hacia el que usted debería dirigirse, pues es el único sobre el que usted tiene autoridad, van a seguir teniendo la libertad de decidir qué hacer con sus embarazos. Pero quien decida interrumpirlo al menos no va a ser perseguido por la justicia. Ustedes ya tienen sus pecados veniales y sus pecados mortales, que ya serán bastante temidos por sus acólitos. Dejen que los demás podamos decidir qué hacer con nuestra vida, sin que ustedes se estén inmiscuyendo continuamente en ella.
Y para terminar con este tema, recordaré un tema que apareció hace unos días. En Brasil, un hombre violó a su propia hija de nueve años y la dejó embarazada de gemelos. La madre de la niña, aterrada, denunció a su marido y llevó a su hija al médico. Éste, como no podía ser de otra manera, decretó que el embarazo era de altísimo riesgo para la niña y practicó un aborto terapéutico. Pues bien, las autoridades eclesiásticas, conocido el caso, decidieron aplicar la excomunión. ¿Para el padre violador?, habréis pensado todos...Pues no, los excomulgados fueron la madre de la niña y el médico. Por "suerte", esa excomunión no fue aceptada y parece que no se llevará a cabo, pero la sola intención ya merece mi más absoluta repugnancia. La Iglesia se lleva las manos a la cabeza con aquellos que supuestamente no respetan la vida. Tal vez deberían hacer un examen de conciencia y darse cuenta de que hay vida más allá de sus encorsetadas y rancias creencias.

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